La
Presidenta Cristina Fernández inauguró la planta de la empresa Siam en
Avellaneda. Cristina se caracteriza, en tiempos normales, por una actividad
frenética, reflejada en discursos, videoconferencias y otras intervenciones en
los medios y en las redes sociales. Sin embargo, son escasas las veces en las
que se refiere explícitamente a los trabajadores. En esta ocasión, en vísperas
del 1° de Mayo, hizo una excepción y planteó francamente su punto de visto
sobre la política que deben seguir los trabajadores frente a la crisis
económica en curso.
Un
poco de historia. El peronismo, por lo menos hasta 1976, planteó que el
movimiento obrero era la “columna vertebral del movimiento”. La dictadura
militar de 1976-1983 quebró esa “columna vertebral” y, a partir de la
instauración del régimen democrático en 1983, los sindicatos pasaron a jugar un
papel cada vez más secundario en el peronismo. Sin embargo, y aún en los
tiempos del menemismo, se mantuvo una retórica que presentaba a los
trabajadores como una parte importante del movimiento peronista. Con el
advenimiento de los Kirchner, en 2003, la retórica se evaporó y fue reemplazada
por una concepción a la que podríamos llamar bienuda (otros preferirían decir “gorila”) respecto a los
trabajadores y su rol en la sociedad. ¿Qué es ser bienudo? Significa ver el mundo con ojos de un vecino del Barrio
Norte de la ciudad de Buenos Aires, alguien que en muchos casos vive del
trabajo de los otros, ya sea porque es empresario, accionista, propietario de
campos, etc., o, en su defecto, sueña con vivir del trabajo de otros. En otras
palabras y usando un lenguaje arcaico para estos tiempos, significa ver el
mundo con ojos de burgués o aspirante a serlo. Desde esta óptica, los
trabajadores son “buenos” en la medida en que trabajen “responsablemente”, esto
es, sin protestar ni reclamar.
En
sus intervenciones referidas a los trabajadores, Cristina Fernández suele
adoptar el punto de vista de una bienuda.
Esta actitud se muestra claramente en su discurso de Siam, en especial en el
siguiente pasaje:
“Hoy estaba
leyendo un artículo en el diario Crónica,
que es un diario que defiende permanentemente los intereses de los
trabajadores, y estaban las declaraciones del compañero Pignanelli, secretario
general del SMATA, donde hoy tenemos un problema en el sector automotriz, pero
no por un problema estructural de la Argentina sino por un problema con Brasil,
que fue por lo que indiqué ayer que el ministro de Economía Axel Kicillof
viajara, porque ha bajado la exportación a Brasil y este es el principal
problema que hoy tiene el sector automotriz argentino, y también la baja que
hubo en la producción industrial argentina. Les contaba que hoy leía las
palabras de Pignanelli y decía que era una paradoja, pero que pese a las
suspensiones que se habían efectivizado en el sector automotriz, no convenía
hacer una huelga, porque si no para los empresarios podía ser motivo de
despido. Yo no diría que es una paradoja, yo diría que es una parábola. La
parábola es una figura que se utiliza en el Evangelio
para poder extraer enseñanzas y aprendizajes. ¿Cuál es la parábola? Que cuando
los trabajadores están bien deben tender a tener comportamientos, conductas y
demandas que permitan sostener y darle sustentabilidad a este presente. Porque
muchas veces, con reclamos justos y con derechos legítimos, terminamos
provocando, por diferentes situaciones, cosas que no queremos. Fíjense, se hace
huelga cuando se está prácticamente con plena ocupación y no se hace huelga
cuando tenés un problema de suspensión o desocupación. ¿Cuál es la parábola
entonces? Debería ser que cuanto mejor estás peor te comportás y cuando mal
estás mejor te comportás. Esto lo tenemos que modificar si queremos tener un
país diferente, una Argentina diferente y fundamentalmente una clase
trabajadora diferente. Yo quiero en esto ayudar a mis compañeros, ayudarlos a
pensar bien, a decidir bien, a no equivocarse, por eso Rubén apelaba a esa
concordancia entre capital y trabajo.”
Sólo
alguien completamente alejado de la problemática de los trabajadores, alguien
que razona con mentalidad de bienudo,
puede ver una parábola en lo que es simplemente un hecho de la dura realidad
del asalariado en nuestro país. Cristina, quien posiblemente haya recobrado la
fe al producirse la entronización del cardenal Bergoglio como papa, maquilla su
bienudismo con lenguaje bíblico y
cree ver una parábola donde hay, por un lado, una muestra del comportamiento
patronal de muchos dirigentes sindicales, y, por otro, una expresión de la
desigualdad propia de una economía capitalista.
Empecemos
por el final. Cualquier argentino que vive de un salario sabe que su posición
no es igual de la del patrón (o la del empresario, o la del emprendedor, si el
lector prefiere términos más modernos). Al momento de negociar no tiene otra
cosa para ofrecer que su fuerza de trabajo (fuerza física, habilidades,
conocimientos); el empresario, en cambio, es dueño de los bienes necesarios
para producir. En este sentido, la igualdad jurídica es una máscara que oculta
la desigualdad esencial imperante en el proceso de trabajo. Así, las decisiones
respecto a qué producir, cómo producirlo, qué cantidad producir, para quién
producir, son tomadas por el empresario sin consultar al trabajador. En otras
palabras, donde manda capitán no manda marinero… Esta situación de desigualdad
se manifiesta también al reclamar un aumento de salarios. En épocas de crisis,
cuando aumenta la desocupación, el trabajador tiene que cuidar su trabajo y
agachar la cabeza, porque sabe que hay muchos otros compañeros que están
esperando ocupar su lugar si es despedido. En épocas de auge económico, cuando
la ocupación aumenta, tiene la posibilidad de hacer sentir su reclamo, pues el
empresario encuentra más dificultades para despedirlo.
En
síntesis, las épocas de crisis empeoran la desigualdad esencial entre empresarios
y trabajadores; en épocas de aumento de la actividad económica, los
trabajadores se encuentran en mejor situación para reclamar mejoras. Esto es
así desde el principio de los tiempos o, por lo menos, desde que existe la
empresa capitalista.
Cristina
Fernández pasa por alto estas verdades sencillas y prefiere volver a descubrir
la pólvora. Para ella es extraño que los trabajadores hagan huelga cuando están
en condiciones de plena ocupación, y, en cambio, no vayan al paro cuando hay
suspensiones o despidos. Así, no sale del “asombro” al referir una experiencia
del clasismo obrero de los años ’70:
“Ayer
recordábamos junto a Carlos Zannini, también como una parábola, lo que pasó una
vez en Córdoba, con el gremio Sitrac – Sitram, tal vez no se acuerden quien fue
el gremio Sitrac- Sitram, era un gremio muy combativo allá por los años 70.
Estaban comiendo en el comedor, en plena ocupación, los horarios más altos de
América latina, los mejores salarios, e hicieron una huelga porque en el
comedor les sirvieron tres veces seguidas congrio, que es uno de los pescados
más ricos.”
Es
extraño que un gobierno que hace un culto de la memoria se permita reducir las
causas de la lucha entre capital y trabajo en la década del ’70 a un problema
de menú. Pero así funciona la mentalidad del bienudo, para quien es imposible que exista un conflicto entre
empresarios y trabajadores, dado que son los primeros, con su “inteligencia” (o
sus “neuronas”, diría Cristina, como veremos más adelante), quienes pueden
poner en marcha el proceso productivo. ¿Los trabajadores?...Bien, gracias, que
se ocupen de laburar y punto.
Para
Cristina, la enseñanza que deja la “parábola” consiste en que los trabajadores
deben comportarse “bien” cuando su situación económica es buena, pues tienen la
responsabilidad de cuidar las condiciones de su “bienestar”. En criollo: los
trabajadores deben ser mansos y aceptar la autoridad de los empresarios en
estos momentos de crisis, para lograr mantener así el “pleno empleo”. A esto, y
a pregonar “la concordia entre capital y trabajo” se reduce el contenido del
discurso de Cristina.
Pero
eso no es todo. Cristina elogia repetidas veces a los empresarios en la figura
de la familia Di Tella. Para ella, estos empresarios no sólo innovaron en el
plano empresarial y tecnológico, sino que también lo hicieron en el plano de la
cultura (a través del Instituto Torcuato Di Tella). Aquí, la mentalidad bienuda se eleva a niveles inesperados:
“El Instituto
Di Tella marcó a toda una generación en innovación intelectual, de la misma
manera que sus padres, sus abuelos habían marcado en materia de innovación
tecnológica e industrial. ¿Saben qué pasa? Que cuando hay neuronas en una
cabeza, y las neuronas funcionan adecuadamente, pueden funcionar para el arte,
para la cultura, para la industria, porque todo hace a la calidad de vida de
los argentinos.”
O
sea, la principal dirigente del partido que alguna vez consideró que “el
movimiento obrero era su columna vertebral” sostiene que los logros de la
familia Di Tella son producto de las “neuronas que funcionan adecuadamente”.
¿Los empresarios son empresarios como producto de una actividad neuronal que
funciona de manera “adecuada”? ¿Los trabajadores son trabajadores y no empresarios
como producto de algún “desorden neuronal”? Misterio.
Lo
concreto es que Cristina retoma la vieja idea de la armonía entre capital y
trabajo, pero le da un toque característico. Ya no se trata de que intereses,
sino de “neuronas que funcionan adecuadamente” (del lado empresario) y de “portarse
bien o portarse mal” (del lado de los trabajadores).
En
las condiciones actuales, “portarse bien” significa, siempre según Cristina:
“…digo que tengamos todos la fortaleza, empresarios,
trabajadores, funcionarios provinciales, municipales, la fuerza, la entereza,
la inteligencia de poder sostener este modelo industrialista fundamentalmente,
que aumentó exponencialmente y fue el de mayor aumento en el producto bruto
industrial en toda América latina en la última década y es el que mayor participación
tiene, el producto bruto industrial, en el PBI general.”
Que
este modelo “industrialista” tengo como algunos de sus pilares el trabajo no
registrado de un tercio de los trabajadores, los bajos salarios de los trabajadores
en general y el deterioro de los ingresos de los asalariados vía devaluación no
tiene la menor importancia. Que el modelo “industrialista” sea tan
industrialista que se basa en el ensamblado de piezas importadas de otros
países, tampoco. Importa, eso sí, que los trabajadores se “porten bien”.
A la
luz de lo anterior, cabe decir que pocas veces Cristina se mostró tan bienuda en su visión de los trabajadores
como en este discurso. No es, por cierto, una cuestión de estilo, sino que es
un reflejo de la crisis de un modelo de relación entre el Estado y el
movimiento obrero.
Villa del Parque,
sábado 3 de mayo de 2014
Que miseria la del clasismo perimido, refugio de intelectuales engreídos. Falacia conceptual que endiosa el resentimiento a la categoría de motor de la historia. Comodín de crueles tiranos que se valen de ella para someter pueblos enteros
ResponderEliminarUsando una expresión barrial,¡pintó poesía! En definitiva su comentario se reduce a la cuestión de la pertinencia de la clase social para analizar los fenómenos sociales. Esto es lo que hay que discutir. Si tiene argumentos en contra de una visión marxista de la sociedad, bienvenidos sean. Mientras tanto, no deseo enfrascarme en una discusión lírica, pues tengo muy poco tiempo disponible. Saludos,
ResponderEliminarSí, no ? Un saludo un tanto enojoso para un 1º DE MAYO verdad ? Modelo industrialista, "neuronas", que inevitablemente se afirman con buenos guisos diarios (obvio),laburantes buenos y responsables para empleadores eficientes y siempre generosos... En realidad pido disculpas a mi país por no haber podido viajar a ver al Chino. Bien Ariel, pero, me dejaste más confundido de lo que estaba. Para no ser menos que anónimo os dejo esta cuarteta(?): ante un poema falaz /ayer cumplió Charly Marx / te acordás...
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