Antonio Labriola |
“En el comienzo todo
es religioso.”
Emile Durkheim
“La historia de todas
las sociedades que han existido
hasta nuestros días
es la historia de las luchas de clases.”
Karl Marx y Friedrich
Engels
Este artículo (1) constituye
una reseña crítica de la obra de Antonio Labriola (1843-1904), Ensayos sobre la concepción materialista de
la historia (1897) (2). Labriola jugó un papel fundamental en la difusión
del marxismo en Italia; fue autor de la primera traducción al italiano del Manifiesto Comunista. En los Ensayos, Labriola expone la génesis del
marxismo y ofrece un comentario de la teoría del materialismo histórico. Para
ello utiliza primordialmente el Manifiesto
(como apéndice de la obra incluye una traducción del mismo).
Durkheim aprovechó su reseña
de la obra de Labriola para fijar posición sobre el marxismo. Este artículo y
su curso sobre el socialismo constituyen los abordajes más directos de la obra
de Marx por el sociólogo francés. De ahí la relevancia de este escrito, que
permite establecer la demarcación entre marxismo y sociología.
El artículo se divide en dos
partes: en la primera (pp. 224-228) realiza un resumen de la obra de Labriola;
en la segunda (pp. 229-233) somete el marxismo a discusión, diferenciándolo de
lo que denomina “concepción objetiva de la historia” (p. 230). Adempas,
intercala entre ambas partes un párrafo dedicado a formular una valoración
general del libro de Labriola:
“Es
uno de los esfuerzos más rigurosos que se hayan realizado para reducir la
doctrina marxista a sus conceptos elementales y para profundizarlos (…) El
autor no tiene otra preocupación que la de ver con claridad el principio que
inspira a ciertas creencias cuyas consecuencias lógicas acepta de antemano y
decididamente (…) esta exposición del sistema es muy adecuada para poner de
relieve las instituciones fecundas y las debilidades del mismo.” (pp. 228-229).
En otras palabras, Durkheim
utiliza a Labriola para dar su opinión sobre el marxismo. Dada la importancia
de esta cuestión, he preferido dejar de lado la parte del artículo que resume
el texto de Labriola (aunque hago uso de ella en alguno de los párrafos que
siguen). En definitiva, el eje del artículo es el marxismo y no la obra de
Labriola.
Ante todo, Durkheim señala
una coincidencia entre el marxismo y la sociología: el rechazo a la concepción
idealista de la historia, que considera que el desarrollo histórico puede
explicarse por las representaciones que se forman los individuos de los
acontecimientos en que participan (pp. 224-225). Durkheim llama “método
ideológico” (p. 225) a esta concepción. (3)
“…es
fecunda la idea de que la vida social debe explicarse no por la concepción que
de la misma se hacen quienes toman parte en ella, sino por causas profundas que
se substraen a la conciencia; y pensamos también que esas causas deben ser
buscadas principalmente en la forman en que están agrupados los individuos
asociados. Incluso (…) es con esta condición, y sólo con esta condición como la
historia puede llegar a ser una ciencia y, por consiguiente, como puede existir
la sociología.” (p. 229).
Las representaciones
colectivas tienen origen en causas externas a la conciencia. En este sentido,
puede afirmarse que no son autónomas. El origen de dichas representaciones se
encuentra las agrupaciones de los individuos, la primera de las cuales es, por
su relevancia y extensión, la sociedad.
Durkheim está en desacuerdo
con Labriola cuando éste liga la “concepción objetiva de la historia” al marxismo
y al movimiento socialista:
“Por
nuestra parte hemos llegado a esta conclusión antes de haber conocido la obra
de Marx, cuya influencia no hemos sufrido en modo alguno. Y es que, en efecto,
esta concepción es la conclusión lógica de todo el movimiento histórico y
psicológico de estos últimos cincuenta años.” (p. 229).
Por tanto, y según Durkheim,
la concepción objetiva de la historia es el producto del desarrollo mismo de
las ciencias sociales. Es un producto académico y un derivado del “triste
conflicto de clases de que somos testigos actualmente” (p. 230). En su opinión,
es un error identificar la concepción objetiva de la historia, propia de las
ciencias sociales, con la “doctrina del materialismo económico” (p. 230),
desarrollado por el socialismo.
Para Durkheim, el “dogma del
materialismo económico” es el principio “de que el devenir histórico depende en
último término de causas económicas” (p. 224), “la evolución social tiene por
fuente viva el estado en que se encuentra la técnica en cada momento de la
historia” (p. 226). Convierte así al marxismo un reduccionismo económico. Pasa
por alto que en el Manifiesto, Marx y
Engels consideran a la “lucha de clases” el motor de la historia, y no la
simple transformación de la tecnología o el desarrollo de las fuerzas
productivas. También deja de lado que, para Marx, el proceso de trabajo es
mucho más que un simple proceso “económico”, pues en él se engendran y
reproducen relaciones sociales e ideología.
La transformación del
marxismo en un reduccionismo económico es el paso previo a su crítica. Durkheim
lleva adelante eta por medio de dos pasos concatenados.
En primer lugar, rechaza que
la economía sea el factor que determina el desarrollo histórico:
“Del
mismo modo que nos parece que es cierto que las causas de los fenómenos
sociales deben ser buscadas fuera de las representaciones individuales, nos
parece falso que se reduzcan en última instancia al estado de la técnica
industrial y que el factor económico sea el factor del progreso.” (p. 231).
Como ya señalamos, Marx
indica expresamente que la lucha de clases es el motor de la historia. Durkheim
ignora esta afirmación y convierte, como ya hemos visto, al marxismo en una
teoría economicista. De este modo, transmutado en una especie de exaltación del
desarrollo tecnológico, el marxismo se vuelve una caricatura y puede ser herido
de muerte. Durkheim no sólo lo transforma en una economía de poca monta, sino
que le da el estatus de teoría académica, sustrayéndole así el carácter
político que constituye su esencia. Guste o no, el marxismo es una teoría de la
sociedad capitalista, pero también es la teoría de la subversión de una forma
de organización social. Si se deja de lado esto, se pierde el contenido
fundamental del proyecto teórico y político marxista.
En segundo lugar, Durkheim
sostiene que el materialismo histórico va mucho más allá de las pruebas
empíricas disponibles:
“El marxismo está en contradicción con su propio
principio básico. Empieza declarando que la vida social depende de causas que
se substraen a la conciencia y a la actividad racional, pero entonces para
descubrirlas deberían ser precisos procedimientos por lo menos tan afinados y
tan complejos como los que emplean las ciencias de la naturaleza; deben ser
necesarias toda clase de observaciones, de experiencias y de trabajosas
comparaciones para descubrir aisladamente alguno de estos factores y sin que
pueda plantearse el obtener una representación unitaria de los mismos.” (p.
231).
Para Durkheim, el marxismo
pretende dar respuesta a todas las cuestiones sociales y políticas sin haber
realizado investigaciones previas. En este punto pasa por alto: a) el trabajo
monumental realizado por Marx para poder redactar El capital; b) el hecho de que Marx plantea su teoría como un
método, como una puerta de entrada al análisis de la sociedad capitalista, y no
como una respuesta universal a todos los problemas. Además, al convertir al
marxismo en una mera teoría sociológica, se pierde de vista que Marx considera
que las respuestas están en la praxis y no en la teoría. En un sentido fuerte,
es la política y no la teoría sociológica la encargada de resolver los
problemas del capitalismo, transformando de modo revolucionario esta forma de
organización social. Claro que, visto desde el horizonte académica en el que se
incluye Durkheim, todo esto es una tontería.
Durkheim va más allá de la
crítica del “materialismo económico”. Frente a la economía, sostiene que la
religión es el factor central en la sociedad, por lo menos en las primeras
etapas del desarrollo social.
“No
sólo no está probada la hipótesis marxista, sino que es contraria a hechos que
parecen establecidos. Sociólogos e historiadores tienden cada vez más a coincidir
en esta afirmación común de que la religión es el más primitivo de todos los
fenómenos sociales. Es de ella de donde han salido por transformaciones
sucesivas todas las demás manifestaciones de la actividad colectiva: derecho,
moral arte, ciencias, formas jurídicas, etc. En el comienzo todo es religioso.
Ahora bien, no conocemos ningún medio para reducir la religión a la economía,
ni ningún intento de llevar a cabo realmente esta reducción (…) es
incontestable que originariamente el factor económico es rudimentario, mientras
que, por el contrario, la vida religiosa es exuberante y tiende a extenderse a
otros dominios. Así pues, ¿cómo podría la economía ser causa de la religión y,
por el contrario, no es probable que la economía dependa de la religión mucho
más que la segunda de la primera?” (p. 232).
Si bien Durkheim advierte
sobre el peligro de transformar a un aspecto de la realidad en factor
explicativo de todas esa realidad (p. 233), es claro que su intención es
reemplazar a la “economía” por la religión en el rol de causa del desarrollo
histórico. Por razones de espacio no puedo emprender aquí una discusión de la
posición durkheimiana. Pero es pertinente hacer un comentario. Es legítimo
pensar lo que se quiera de la teoría marxista; se puede intentar reducirla a un
economicismo; pero lo que no puede hacerse tan alegremente es minimizar la
importancia del proceso de trabajo en la sociedad. Así, sin haber resuelto el
problema de cómo alimentar a la comunidad, ¿hubiera sido posible la religión?
Mejor dicho, la forma en que una comunidad produce sus alimentos, sus
vestimentas, sus viviendas, en una palabra, la manera en que esa comunidad
produce su existencia, ¿no influye sobre la religión?
¿Acaso la religión nace en
el vacío social?
Durkheim construye una
explicación que genera más problemas que los que resuelve, y pierde de vista
uno de los aportes fundamentales del marxismo a la teoría social: el
reconocimiento de la centralidad del proceso de trabajo.
Villa del Parque,
sábado 3 de agosto de 2013
NOTAS:
(1) “La concepción
materialista de la historia” fue publicado por primera vez en: REVUE
PHILOSOPHIQUE, 1897, 44, pp. 645-651. Utilizo la traducción española de
Santiago González Noriega: Durkheim, Emile. (1998). Las reglas del método sociológico y otros escritos sobre filosofía de
las ciencias sociales. Barcelona: Altaya. (pp. 224-233).
(2) Labriola, Antonio.
(1897). Ensayos sobre la concepción
materialista de la historia. Giard y Brière.
(3) La crítica del “método
ideológico” se encuentra en Las reglas
del método sociológico.
Buen trabajo!
ResponderEliminarY muchas gracias!
Gracias por el comentario. Saludos!
ResponderEliminarEn "las formas elementales de la vida religiosa" Emil apunta, después de su investigación de campo en lo que él en su tiempo encontró como las formas más simples y vivas de organización social, que la fuerza fundamental de la religión esta en la cohesión de grupo, en el deseo de estar juntos. Tal vez es allí lo irreducible en una lectura economicista. Yo no veo contradicción alguna con la segunda parte del Capital. es muy humano. Sin embargo estaría bueno poner esto en contraste con la dialéctica de la ilustración. Gracias y saludos.
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