lunes, 8 de julio de 2013

POPPER Y SU CRÍTICA AL HISTORICISMO: APUNTES DE LECTURA





Nota bibliográfica:

La primera edición de La miseria del historicismo apareció en 1957. 
Para la redacción de este trabajo utilicé la traducción de Pedro Schwartz: 
Popper, Karl. (1992). La miseria del historicismo. Madrid: Alianza.

Popper comprende bajo el término de “doctrinas historicistas” a todas las teorías que afirman que: 

a) la tarea de las ciencias sociales es poner al descubierto la ley de evolución de la sociedad, para poder predecir su futuro (p. 119)[1]

b) tienden a confundir a las tendencias (que dependen siempre de condiciones iniciales) con las leyes[2] (que, como tales, éstas incondicionadas), transformando a las primeras en “leyes de desarrollo” que llevan de manera irresistible en una cierta dirección hacia el futuro. De esta manera, formulan profecías incondicionales, apoyándose en estas tendencias devenidas en leyes (p. 143);

c) pretenden transformar a las ciencias históricas, cuyo eje es la búsqueda y experimentación de proposiciones singulares, en ciencias teóricas, cuyo interés principal es la búsqueda y experimentación de leyes universales[3]. Para efectuar esta transformación se concentran en las cuestiones de origen, es decir, las cuestiones que giran en torno a averiguar el cómo y el por qué. En esa búsqueda se enfocan en el descubrimiento de las leyes del proceso histórico y dejan de lado los acontecimientos singulares (p. 158-160).

Las doctrinas historicistas antinaturalistas son aquellas que plantean el contraste entre un mundo social cambiante y un mundo físico que se modifica. De ahí que se caracterizan por sostener la especificidad de lo social frente a lo físico. Por eso se las llama “antinaturalistas” (p. 120).

Las doctrinas historicistas pronaturalistas representan en cambio “un esfuerzo mal dirigido por copiar los métodos de las ciencias naturales” (p. 119). De ahí que terminan por afirmar que la tarea de las ciencias sociales consiste en establecer las leyes de la evolución de la sociedad, de modo análogo a lo que suponen que es la tarea de la biología[4].

Las doctrinas antinaturalistas y las pronaturalistas coinciden en reconocer la existencia de leyes evolutivas de la sociedad. Aquí confluyen la creencia antinaturalista de que lo específico de la sociedad es el cambio frente al carácter estático del mundo físico (y, por tanto, es preciso encontrar las leyes de ese cambio), y la creencia pronaturalista de que la sociedad tiene leyes evolutivas semejantes a las de la biología (Popper destaca aquí la influencia de la moda del evolucionismo en la moda del historicismo) (p. 119-120).

El autor procura establecer la diferencia entre las leyes universales y las hipótesis históricas.

Las leyes universales tienen validez en todos los casos que están regidos por ellas y no se encuentran condicionadas, es decir, no dependen de condiciones iniciales (de allí se deriva, justamente, su carácter general). “Hacen afirmaciones que (…) conciernen a algún suceso invariable: es decir, que conciernen a todos los procesos de una cierta clase” (p. 122-123). Son propias de las ciencias teóricas (p. 143). Ejemplos: leyes de la herencia, la segregación y la mutación (p. 121).

Las hipótesis históricas tienen carácter singular, y su persistencia “depende de ciertas condiciones iniciales específicas (las cuales a su vez pueden ser tendencias)” (p. 142)[5]. La evolución, según Popper, es una hipótesis y puede considerarse como una “proposición histórica singular” (p. 121).

Popper plantea dos alternativas para el estudio de las hipótesis históricas:



Popper sostiene que los partidarios de una ley de la evolución[6] pueden adoptar dos posiciones alternativas: 

a)    Negar la afirmación de que el proceso evolucionario es único. Esta posición se apoya en la creencia, de gran antigüedad, que sostiene que existe un ciclo de la vida, que se repite constantemente. De este modo, se intenta refutar la tesis de la unicidad (el carácter singular) del proceso evolutivo. Popper sostiene que esta posición no tiene en cuenta que “todos estos casos de repetición implican circunstancias profundamente diferentes y que quizá ejerzan una influencia importante sobre el desarrollo futuro.” (p. 125). Popper termina afirmando que esta alternativa constituye un caso de teoría metafísica aparentemente confirmada por los hechos. (p. 125).

b)    Afirmar que en un proceso evolucionario, aunque único, puede distinguirse una dirección o tendencia, y que, por tanto, es posible formular hipótesis que expresen esta tendencia. Popper indica que los principales elementos de esta concepción son la idea de una dinámica social (opuesta a una estática social), de movimientos evolucionarios de la sociedad y de direcciones de estos movimientos, los cuales no pueden retroceder sin quebrar las leyes del movimiento social. Popper refuta esta posición afirmando que se trata de un caso de mala aplicación de los modelos de la física y de la astronomía en las ciencias sociales: “puesto que no hay en una sociedad movimiento en algún sentido semejante o análogo al del movimiento de los cuerpos físicos, no puede haber tales leyes.” (p. 129). Además, y esto se desarrolla en las respuestas a las preguntas siguientes, las leyes y las tendencias son cosas radicalmente diferentes; uno de los errores centrales de los historicistas consiste, justamente, en confundir ambas.


El sociólogo francés Auguste Comte (1798-1857) defendía la existencia de leyes de sucesión, que determinaban la sucesión de una serie “dinámica” de fenómenos en el orden en el cual los observamos. Esta ley de sucesión le permitía explicar el orden en que se suceden los hechos históricos. Popper refuta enérgicamente la idea misma de leyes de sucesión, tanto en la naturaleza como en la sociedad, puesto que “prácticamente ninguna secuencia de, digamos, tres o más acontecimientos concretos con una conexión causal entre ellos tiene lugar según una única ley de la naturaleza” (p. 131).

John Stuart Mill (1806-1873) afirmaba, por su parte, que mediante el estudio y análisis de los hechos generales de la historia podía llegarse al descubrimiento de una ley del progreso, capaz de facilitar la predicción de acontecimientos futuros. Otra vez como en el caso de Comte, Popper sostiene que se produce aquí una confusión entre leyes y tendencias. (p. 132-133). A continuación se encontrará una explicación más detallada de porqué las tendencias no son leyes.

Las tendencias no son leyes porque, mientras que las segundas tienen carácter universal y son generales, es decir, no dependen de ciertas condiciones particulares, las primeras tienen carácter singular y dependen de la existencia de ciertas condiciones iniciales que las hacen posibles. Si desaparecen estas condiciones, dejan de verificarse estas tendencias (p. 142-143).

La pobreza del historicismo consiste en la incapacidad para imaginar todas las condiciones iniciales posibles que pueden darse y bajo cuáles de ellas la tendencia desaparecería.


Popper rechaza la concepción inductivista de que las hipótesis surgen a continuación de las observaciones. Por el contrario, sostiene que la ciencia no puede empezar con observaciones o con recolecciones de datos: “Antes de que podamos recolectar datos debe despertarse en nosotros un interés por datos de una cierta clase: el problema siempre viene en primer lugar. A su vez el problema puede ser sugerido por necesidades prácticas o por creencias científicas o precientíficas que por una u otra razón parecen necesitar una revisión.” (p. 136)[7].

Los problemas científicos surgen, por lo general, de la necesidad de explicación. En este punto Popper sigue a Mill y distingue dos casos principales de explicación: a) la explicación de determinado acontecimiento individual o singular; b) la explicación de alguna regularidad o ley. ¿Cómo describe Popper cada uno de estos tipos de explicación? En el caso de la explicación de un acontecimiento singular, la misma “consiste en deducir una proposición que describa este acontecimiento, de dos clases de premisas: por una parte, de algunas leyes universales, y, por otra, de algunas proposiciones singulares o específicas, que podríamos llamar condiciones iniciales específicas” (p. 137). La explicación causal de una regularidad “consiste en deducir una ley (que contiene las condiciones bajo las cuales tiene validez la regularidad propuesta) de un grupo de leyes más generales que han sido experimentadas y confirmadas independientemente.” (p. 140).

La unidad del método científico significa, en términos de Popper, que todas las ciencias teóricas o generalizadoras, ya sean ciencias naturales o ciencias sociales, usan el mismo método. Popper quiere decir con esto que en ciencia, independientemente de la ciencia de que se esté tratando, los científicos siempre se ocupan de explicaciones, predicciones y experimentos; ahora bien, el método para experimentar las hipótesis es siempre el mismo en las ciencias teóricas. Se trata del método hipotético deductivo[8].


Popper define al método científico como el método consistente en proponer hipótesis para resolver problemas que surgen de la práctica. De esa hipótesis se deduce un pronóstico que se confronta con los resultados de observaciones experimentales u otras. El acuerdo entre el pronóstico y las observaciones se considera como corroboración de la hipótesis, aunque no constituye una prueba final de ella; si, en cambio, el pronóstico está en discordancia con las observaciones, se toma esto como una refutación o falsación. Popper denomina a este método como HIPOTÉTICO DEDUCTIVO (o, también, como método de hipótesis o método deductivo inverso). Este método se basa en el reconocimiento de una asimetría entre verdad y falsedad, que sostiene que las hipótesis nunca pueden ser verificadas (cuando resisten la prueba de la experiencia, se dice que han sido corroboradas), mientras que sí pueden ser refutadas de manera concluyente. (p. 145-148).

En el contexto de descubrimiento, el científico propone enunciados o sistemas de enunciados para explicar un ámbito de la realidad, y los contrasta paso a paso. En el contexto de justificación, los epistemólogos ofrecen un análisis lógico del proceder de los científicos. En otras palabras, el contexto de descubrimiento hace referencia a todas las cuestiones que dan origen a una nueva hipótesis sobre el funcionamiento de un sector de la realidad; el contexto de justificación, por su parte, agrupa a todas las actividades dirigidas a comprobar la validez lógica de los procedimientos de los científicos[9].

Así las cosas, Popper establece una separación de incumbencias entre lo que denomina psicología de la ciencia, que tiene que ocuparse de los hechos empíricos relacionados con el descubrimiento científico (el campo de incumbencia de la sociología de la ciencia y la historia de la ciencia tradicionales), y la lógica del conocimiento, que se ocupa de las relaciones lógicas entre los enunciados científicos.[10]

Popper entiende por individualismo metodológico a un postulado que plantea que “la tarea de la ciencia social es la de contruir y analizar nuestros modelos sociológicos cuidadosamente en términos descriptivos o nominalistas, es decir, en términos de individuos, de sus actitudes, esperanzas, relaciones, etc.” (p. 151). En otras palabras, el individualismo metodológico supone comenzar el análisis de cualquier problema o fenómeno social a partir de los individuos.

El esencialismo metodológico, en cambio, implica afirmar que los modelos teóricos con los que analizamos la realidad son cosas concretas. Popper indica que “la mayoría de los objetos de la ciencia social, si no todos ellos, son objetos abstractos, son construcciones teóricas. (Incluso «la guerra» o «el ejército» son conceptos abstractos, por muy extraño que esto suene a algunos. Lo que es concreto es las muchas personas que han muerto, o los hombres y mujeres de uniforme, etc.). Estos objetos, estas construcciones teóricas usadas para interpretar nuestra experiencia, resultan de la construcción de ciertos modelos (especialmente de instituciones), con el fin de explicar nuestras experiencias” (p. 150-151). El esencialismo consiste en olvidar que esos modelos no son otra cosa que hipótesis o teorías, y que no son la realidad misma. Popper sostiene que lo real, lo que existe, son los individuos (de ahí su adhesión al individualismo metodológico), en tanto que las instituciones son modelos y no cosas concretas.

Popper elabora el método cero como respuesta a los problemas de las ciencias sociales. [11].

Popper denomina así al “método de construir un modelo en base a una suposición de completa racionalidad (y quizá también sobre la suposición de que poseen información completa) por parte de todos los individuos implicados, y luego de estimar la desviación de la conducta real de la gente con respecto a la conducta modelo, usando esta última como una especie de coordenada cero.” (p. 156). De este modo, tomando al modelo de conducta completamente racional, es posible explicar las conductas reales a partir de las desviaciones que presentan respecto a dicho punto fijo.
Popper sostiene que el método cero es propio de las ciencias sociales, debido a que las mismas estudian situaciones sociales, que se diferencias de las situaciones estudiadas por la física en que siempre existe en ellas un elemento de racionalidad. Esto no quiere decir, por supuesto, que los seres humanos actúen siempre de una manera completamente racional; por el contrario, casi nunca lo hacen así. Sin embargo, actúan de todas formas más o menos racionalmente, lo cual permite la utilización del método cero como herramienta metodológica. Popper se apoya en esta cuestión de la racionalidad en las conductas humanos para defender la tesis de que las ciencias sociales son, en este sentido, menos complejas que las naturales, en las que no aparece la racionalidad en el comportamiento de los objetos estudiados (racionalidad entendida como un comportamiento guiado de algún modo por el conocimiento de los fines buscados). (p. 155-156).

Las ciencias teóricas se diferencias de las históricas en que están dirigidas a la búsqueda y experimentación de leyes universales; las segundas, en cambio, se concentran en el estudio de los acontecimientos ocurridos, singulares o específicos, más que en leyes o generalizaciones (p. 158). Popper rechaza tajantemente que el objetivo de las ciencias históricas sea el de la formulación de alguna forma de leyes universales o de leyes de la evolución histórica (recordemos que esto es, según él, una de las principales características del historicismo).

Lo dicho en el párrafo anterior supone diferencias también en el papel jugado por la explicación causal. Popper afirma que en las ciencias teóricas, las explicaciones causales son medios para un fin: la experimentación de leyes universales. En las ciencias históricas, las explicaciones causales son medios para la explicación de un acontecimiento singular.


El análisis histórico tiene dos tareas importantes. a) la explicación causal de acontecimiento específicos; b) la descripción de un acontecimiento específico como tal. Esto trae como consecuencia el doble carácter del análisis histórico, que hace que un acontecimiento singular pueda ser considerado a la vez como típico, desde el punto de vista de la explicación causal, y como único, desde el punto de vista de la descripción de acontecimiento interesantes en su peculiaridad o unicidad. (p. 162).

Para Popper las doctrinas historicistas llenan un vacío importante en las explicaciones históricas (al menos en aquellas que se basan los relatos de los grandes hombres y en una búsqueda de la objetividad).

Popper explica este punto apoyándose en la descripción que hace el escritor ruso Tolstoi de la invasión napoleónica a Rusia en 1812 (en su célebre novela La guerra y la paz). Tolstoi está interesado en mostrar la falsedad de las explicaciones históricas que se basan exclusivamente en la conducta de los “grandes hombres” para explicar el desarrollo de los hechos históricos. En su novela, demuestra como los principales acontecimientos de la campaña de 1812 tuvieron como causa el comportamiento de una multitud de “pequeños hombres” y que los “grandes hombres” se vieron arrastrados por dichas conductas. Tolstoi intenta también demostrar que existe una necesidad histórica subyacente en estos acontecimientos históricos. Es por ello que Popper plantea que en Tolstoi se combinan el individualismo con el colectivismo metodológico. En un sentido más general, el historicismo viene a llenar, entonces, el vacío dejado por “el ingenuo método de interpretar la historia política meramente como la historia de los grandes tiranos y de los grandes generales” (p. 163-164). El individualismo metodológico permite explicar, según Popper, el comportamiento de los individuos, pero se muestra endeble cuando se trata de analizar tanto la lógica de las situaciones (el papel jugado por la necesidad y no por las decisiones en los acontecimientos históricos) como los movimientos sociales, es decir, la manera en que las instituciones sociales permiten a las ideas extenderse y hacer carne en los individuos

La importancia de la interpretación histórica radica en que sólo en las ciencias históricas el interés está concentrado en la explicación causal de un acontecimiento singular. Esto no lo ven los historicistas, para quienes la historia tiene que entenderse como la búsqueda de leyes universales del desarrollo del proceso histórico (p. 159). 

Popper contrapone la teoría institucional del progreso histórico a las teorías de Comte y de Mill, quienes afirman que dicho progreso puede explicarse a partir de la reducción a las leyes de la naturaleza humana. En otras palabras, la historia tiene que explicarse, según ellos, a partir de la psicología. (p. 168).
Popper está profundamente en desacuerdo con la afirmación anterior. En todo momento se encuentra preocupado por refutar el malentendido que consiste en transformar al individualismo metodológico (la posición epistemológica defendida por Popper) en psicología, pues esto impediría ver que el individualismo se sustenta en una concepción del carácter racional del comportamiento de los individuos. Popper define al individualismo metodológico como la doctrina que sostiene que “debemos intentar entender todos los fenómenos colectivos como debido a las acciones, interacciones, fines, esperanzas y pensamientos de los hombres individuales y como debidos a las tradiciones creadas y conservadas por los individuos” (p. 173). Ahora bien, el psicologismo reduce estos fines y tradiciones a cuestiones de la naturaleza humana; Popper demuestra que la naturaleza humana no es inmutable, sino que “varía considerablemente con las instituciones sociales y su estudio” (p. 173). En este sentido, la misma psicología es una ciencia social. De ahí que la psicología no pueda ser la base de la ciencia social.

Popper propone entonces dos tareas para explicar el progreso histórico. Por un lado, imaginar las condiciones bajo las cuales el progreso histórico se detendría. Esto muestra que las propensiones psicológicas, por sí solas, no bastan para garantizar la continuidad del progreso, pues éste depende de otras condiciones además de las psicológicas (en esto consiste su refutación de la concepción del progreso defendida por Comte y por Mill). Por otro lado, realizar un análisis institucional de las condiciones del progreso. ¿Qué significa esto último? Para poder verificarse, el progreso necesita de instituciones sociales[12]. En otras palabras, existe todo un entramado de instituciones sociales que garantiza lo que Popper denomina la libre competencia de pensamiento en la ciencia. Sin esa libertad, la ciencia derivaría en el estancamiento y en el dogma.
El progreso científico es posible en la medida en que una red de instituciones sociales garantice la vigencia plena de la libre competencia del pensamiento (Popper compara esto con las instituciones políticas que salvaguardan la libertad de pensamiento y, por ende, la democracia).  Popper plantea que la misma objetividad científica se basa, en buena medida, en instituciones sociales. Aquí se preocupa por refutar la opinión ingenua de que la objetividad se basa en una cierta actitud mental o psicológica del hombre de ciencia individual (que tiene su correlato en la opinión escéptica de que, dado que la objetividad dependería exclusivamente de cuestiones psicológicas, no es posible la objetividad científica). Por el contrario, la objetividad depende justamente del carácter social o público de la ciencia. En palabras de Popper, “Lo que la sociología del conocimiento olvida es precisamente la sociología del conocimiento, el carácter social o público de la ciencia. Olvida el hecho de que es el carácter público de la ciencia y de sus instituciones el que impone una disciplina mental sobre el hombre de ciencia individual y el que salvaguarda la objetividad de su ciencia y su tradición de discutir críticamente las nuevas ideas.” (p. 170-171).

 Villa del Parque, lunes 8 de julio de 2013

           









[1] Sostiene que esta idea puede describirse como la “doctrina historicista central” (p. 120).

[2] Afirma que esta es “la equivocación central del historicismo” (p. 143). Según Popper, los historicistas no llegan a concebir que las tendencias dependen de condiciones iniciales, y que “existen incontables posibles condiciones y [que] para poder examinar todas las posibilidades en nuestra búsqueda de la verdadera condición de una tendencia debemos intentar imaginar en todo momento las condiciones bajo las cuales la tendencia desaparecería.” (p. 144). En este sentido, Popper afirma que “la miseria del historicismo es (…) una miseria e indigencia de imaginación” (p. 145).

[3] Para que se entienda mejor. Popper da el siguiente ejemplo de la distinción entre ciencias teóricas y ciencias históricas: la sociología, la teoría económica y la teoría política son ciencias teóricas, en tanto que la historia política, social y económica son ciencias históricas (p. 158).

[4] Una aclaración. Popper sostiene que los historicistas pronaturalistas comprenden mal el método de las ciencias naturales. La biología, a diferencia de lo que piensan los historicistas, es una ciencia histórica, en el sentido de que se ocupa de acontecimientos singulares. Para Popper la evolución no es una ley universal, sino una hipótesis  (p. 120).

[5] “…son por regla general, proposiciones no universales, sino singulares, sobre un acontecimiento individual o un número determinado de tales acontecimientos” (p. 121).

[6] En esta respuesta, toda vez que Popper se refiera a la evolución, tiene que estar claro que está haciendo alusión a la historia, porque concibe tanto a la evolución biológica como a la historia humana como procesos singulares que no admiten ser explicados mediante leyes universales.

[7] Popper sostiene en varias de sus obras que no existe la observación de datos “desnudos”, es decir,  datos singulares que carecen de toda teoría previa. Frente a esta posición, Popper va a defender la “carga teórica de la observación”, es decir, toda observación se encuentra guiada por una teoría previa (o, al menos, por concepciones teóricas implícitas que establecen qué es significativo, qué debe observarse).

[8] Para la descripción del MHD (Método hipotético deductivo), también llamado método deductivo inverso.

[9] La distinción entre el contexto de descubrimiento y el contexto de justificación fue elaborada por el filósofo alemán de la ciencia Hans Reichenbach (1891-1953), integrante del Círculo de Berlín.

[10] El contenido de esta respuesta está tomado de Popper, La lógica de la investigación científica, págs. 27-30.

[11] También lo designa como método de la construcción racional o lógica.


[12] Popper da como ejemplos de instituciones sociales al lenguaje, los laboratorios de investigación, las revistas científicas, los congresos y conferencias científicas, las universidades y las escuelas, los libros, la imprenta, etc. (p. 169).

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