La obra de Alfred Schütz (1889-1959) no requiere
presentación. Basta con decir que es uno de los exponentes más importantes del
comprensivismo en sociología y que sus escritos constituyen la defensa más sólida
de la utilización de la comprensión en las ciencias sociales.
La obra presentada en esta ficha es el artículo “El
sentido común y la interpretación científica de la acción humana”, incluido en
la compilación: Schütz, Alfred. (1974). El problema de la realidad social.
Buenos Aires: Amorrortu. (pp. 35-70).
La falacia de
la materialización inadecuada forma parte del análisis que realiza Alfred
North Whitehead (1861-1947) de la experiencia sensorial, en el marco de su
estudio de la organización del pensamiento. Whitehead sostiene que dicha
falacia consiste en objetivar los presuntos hechos concretos de la percepción
de sentido común, tratándolos como si fueran exclusivamente objetivos, cuando
en verdad se trata de “abstracciones de índole muy complicada” (p. 35). Para
Whitehead, “hasta la cosa percibida en la vida cotidiana es algo más que una
simple presentación sensorial. Es un objeto de pensamiento, una construcción de
índole sumamente compleja, que no sólo incluye formas particulares de
sucesiones en el tiempo, que la constituyen como objeto de un solo sentido –
por ejemplo, la vista -, y de relaciones espaciales de varios sentidos – por ejemplo,
la vista y el tacto -, sino también presentaciones sensoriales hipotéticas,
imaginadas, que la completan.” (p. 35). La imaginación de presentaciones
sensoriales hipotéticas constituye, según Whitehead, “la roca sobre la cual se
levanta toda la estructura del sentido común” (p. 35)[1].
En otras palabras, Whitehead rechaza la idea empirista
de que la percepción nos abre las puertas a objetos objetivos, valga la
redundancia, y, en cambio, afirma que aún la percepción de sentido común se
basa en abstracciones complejas, a las que denomina objetos de pensamiento.
Schütz resume la posición de Whitehead del siguiente
modo: “Todo nuestro conocimiento del mundo, tanto en el sentido común como en
el pensamiento científico, supone construcciones, es decir, conjuntos de
abstracciones, generalizaciones, formalizaciones e idealizaciones propias del
nivel respectivo de organización del pensamiento. En términos estrictos, los
hechos puros y simples no existen. Desde un primer momento, todo hecho es un
hecho extraído de un contexto universal por la actividad de nuestra mente. Por
consiguiente, se trata siempre de hechos interpretados…” (p. 36-37).
Schütz ubica la diferencia principal entre ciencias
naturales y ciencias sociales en torno a la cuestión de la significatividad (relevance).
Esta no es un hecho de la naturaleza, sino un producto de “la actividad
selectiva e interpretativa que el hombre realiza dentro de la naturaleza o en
la observación de esta.” (p. 37). Ahora bien, en el caso de las ciencias
naturales no se encuentran estructuras intrínsecas de significatividad. Los
hechos estudiados por los científicos naturales se encuentran en un ámbito de
observación que le es propio, pero dicho ámbito carece de “significación” para,
por ejemplo, las moléculas, los átomos y los electrones[2].
El caso de las ciencias sociales es completamente
distinto. Aquí no se trata meros hechos que carecen de una estructura de
significatividad propia, sino que el mundo social “tiene un sentido particular
y una estructura de significatividades para los seres humanos que viven,
piensan y actúan dentro de él.” (p. 37). Aquí es donde cobra toda su relevancia
la categoría de objeto de pensamiento
formulada en la respuesta al punto 1 de este cuestionario. En el conocimiento
de sentido común, las personas conocen el mundo mediante objetos de pensamiento
y no, como dicen los empiristas, a través de la percepción sensorial desnuda.
De esta manera, construyen un mundo social pleno de significatividades, que no
puede abordarse del mismo modo que el científico natural hace con su ámbito de
estudio.
Según Schütz, existen dos tipos de objetos de
pensamiento en el campo de las ciencias sociales. Por un lado, están los
objetos de pensamiento construidos por el pensamiento de sentido común de los
seres humanos (construcciones de primer
grado); por otro lado, las construcciones de los especialistas en ciencias
sociales, que “son construcciones de las construcciones hechas por los actores
en la sociedad misma, actores cuya conducta el investigador observa y procura
explicar de acuerdo con las reglas de procedimientos de su ciencia.” (p.
37-38). Estas últimas son las construcciones
de segundo grado. Como se dijo en la respuesta al punto anterior, las
construcciones de primer grado (esto es, la estructura de significatividades)
constituyen la gran diferencia entre ciencias naturales y ciencias sociales.
Pero, además, el reconocimiento que hace Schütz de la importancia del
conocimiento de sentido común representa un golpe a la concepción empirista y
mecanicista del conocimiento científico. No se puede entender el punto de vista
de Schütz sobre las ciencias sociales si se deja de lado la cuestión de los
objetos de pensamiento propios del sentido común.
Schütz caracteriza el modo en que una persona adulta
contempla el mundo intersubjetivo de la vida cotidiana (en cuyo interior actúa
con sus semejantes), de la siguiente manera:
a) El mundo con
que nos encontramos es un mundo que ya ha sido experimentado e interpretado por
nuestros predecesores. De este modo, cuando nos toca experimentarlo e
interpretarlo no nos enfrentamos a una realidad yerma, sino que “toda
interpretación de este mundo se basa en un acervo de experiencias previas sobre
él, que son nuestras o nos han sido transmitidas por padres o maestros; esas
experiencias funcionan como un esquema de referencia en forma de «conocimiento a mano».” (p. 39).
b) El mundo que
percibimos a través del conocimiento a mano no se nos presenta como una
colección de objetos aislados, sino que cada uno de ellos está “situado desde
un primer momento dentro de un horizonte de familiaridad y trato previo, que,
como tal, se presupone hasta nuevo aviso como un acervo incuestionado – aunque
cuestionable en cualquier momento – de conocimiento inmediato.” (p. 39). Sin
embargo, también las experiencias previas están a mano desde el primer momento
como experiencias típicas, es decir,
“presentan horizontes abiertas de experiencias similares anticipadas.” (p. 39).
Los individuos llevan a cabo una actividad selectiva, a partir de sus propios
sistemas de significatividades, distinguiendo entre objetos individuales y
objetos típicos.
En definitiva, Schütz considera que el conocimiento a
mano y las experiencias típicas son los conceptos que permiten dar cuenta de
las características de la experiencia cotidiana del mundo social.
Schütz dice que en todo momento de su vida cotidiana,
el ser humano se encuentra en una situación
biográficamente determinada, esto es, “un medio físico y sociocultural que
él define y dentro del cual ocupa una posición, no sólo en términos de espacio
físico y tiempo exterior, o de su status y su rol dentro del sistema social,
sino también una posición moral e ideológica.” (p. 40). La situación
biográficamente determinada es el producto de la peculiar historia del
individuo; como tal, “es su posesión exclusiva, dada a él y sólo a él.” (p.
40).
Además de estar constituida por todo el acervo de
conocimientos obtenidos en el pasado, la situación biográficamente determinada
incluye también lo que Schütz denomina propósito
a mano, que “incluye ciertas posibilidades de actividades prácticas o
teóricas futuras” (p. 40). Es este propósito el que define, para la situación
biográficamente determinada, aquellos elementos que son significativos con
respecto a él. Es a partir de este sistema de significatividades, que
discrimina entre aquello que presenta interés para el individuo y aquello que
no, que se establece qué elementos de la situación tienen que ser considerados
como características típicas y cuáles no. (p. 40).
Schütz afirma que el mundo en que vivimos es un mundo cultural intersubjetivo. Es
intersubjetivo “porque vivimos en él como hombres entre otros hombres, con
quienes nos vinculan influencias y lugares comunes, comprendiendo a los demás y
siendo comprendidos por ellos.” (p. 41). Es mundo de cultura “porque, desde el
principio, el mundo de la vida cotidiana es un universo de significación para
nosotros, vale decir, una textura de sentido que debemos interpretar para
orientarnos y conducirnos en él.” (p.41). Schütz se preocupa por dejar claro
que los objetos culturales
(herramientas, símbolos, sistemas de lenguaje, obras de arte, instituciones
sociales, etc.) son producto de las actividades de los seres humanos, de modo
tal que el significado de todo objeto cultural debe ser referido siempre a una
actividad humana en la que se origina. (p. 41).
El hecho de que los seres humanos vivan en un mundo
cultural intersubjetivo constituye la base para afirmar el postulado de la interpretación subjetiva de las ciencias
sociales. En otras palabras, la utilización de la comprensión en las ciencias sociales no es una cuestión de elección
metodológica, sino que obedece a que el mundo social que constituye el objeto
de esas ciencias es un mundo que está plagado de sentido, y en el que los
actores sociales realizan constantemente interpretaciones de sentido para poder
manejarse adecuadamente en su vida cotidiana.
La caracterización del mundo cotidiano como cultural e
intersubjetivo tiene una serie de consecuencias importantes para el análisis
que efectúa Schütz. En primer término, y este es el tema de este punto del
cuestionario, el conocimiento cotidiano de cada individuo no es un asunto
privado, sino que sus fuentes son intersubjetivas y es, por tanto, el producto
de los procesos de socialización.
Schütz sostiene que el proceso de socialización
incluye tres aspectos:
a) La
reciprocidad de perspectivas o la socialización estructural del conocimiento.
En la vida cotidiana, cada individuo presupone la
existencia de semejantes inteligentes, y adecua su conducta a este supuesto.
Sin embargo, existen dos problemas al respecto. El mismo objeto significa cosas diferentes para
distintos individuos, como consecuencia de: α) Cada individuo ocupa una
posición particular frente al objeto. El “aquí” de uno es igual al “allí” del
otro; β) la situación biográficamente determinada de cada uno de los actores
es, por definición, distinta.
Sin embargo, Schütz argumenta que ambos problemas son
subsanados mediante dos idealizaciones básicas: i) la idealización de la
intercambiabilidad de los puntos de vista. Consiste en suponer que si cambio mi
lugar por el suyo, transformando mi “aquí” en “allá” y viceversa, ambos veremos
los objetos con la misma tipicidad; ii) la idealización de la congruencia del
sistema de significatividades, según la cual “presupongo (…) que las
diferencias de perspectivas originadas en nuestras situaciones biográficas
exclusivas no son significativas para el propósito a mano de cualquiera de
nosotros, y que él y yo, «Nosotros», suponemos que ambos hemos elegido e
interpretado los objetos real y potencialmente comunes y sus características de
una manera idéntica, o al menos de una manera «empíricamente idéntica», vale
decir, suficiente para todos los fines prácticos.” (p. 42).
Las idealizaciones expuestas en el párrafo anterior
constituyen la base de la tesis general
de las perspectivas recíprocas. Mediante esta tesis se explica el
surgimiento de un conocimiento de todos: “el sector del mundo presupuesto por
mí también es presupuesto por usted, mi semejante individual; más aún, que lo
presuponemos «Nosotros». Pero este «Nosotros» no nos incluye solamente a usted
y a mí, sino también a «cualquiera que sea uno de nosotros», es decir, a todo
aquel cuyo sistema de significatividades esté sustancialmente (suficientemente)
en conformidad con el suyo y el mío. Así, la tesis general de las perspectivas
recíprocas conduce a la aprehensión de objetos y sus aspectos realmente
conocidos por mí y potencialmente conocidos por usted como conocimiento de
todos. Tal conocimiento es concebido como objetivo y anónimo, es decir,
separado e independiente de mi definición de la situación y la de mi semejante,
de nuestras circunstancias biográficas exclusivas y de los propósitos reales y
potenciales inmediatos que ellas involucran.” (p. 43).
Ahora bien, la aparición de un conocimiento de todos
es fundamental para el desarrollo del proceso de socialización. “Lo que se
supone conocido por todo el que comparta nuestro sistema de significatividades
es el modo de vida que los miembros del endogrupo consideran natural, bueno y correcto;
como tal, está en el origen de las diversas recetas para manejar cosas y
hombres con el fin de enfrentar situaciones tipificadas” (p. 43). Este
conocimiento de todos reemplaza al conocimiento privado mío y de mis semejantes
y es fundamental para entender los procesos de construcción de sentido de la
sociedad.
b) El origen
social del conocimiento o la socialización genética del conocimiento.
Mediante este tipo de socialización, Schütz da cuenta
del hecho de que nuestro conocimiento en muy escasa medida tiene su origen en
la propia experiencia personal. Al contrario, la mayor parte del mismo tiene un
origen social y nos es inculcado por los padres, maestros, amigos, etc. Se le
enseña a cada individuo “a elaborar construcciones típicas de acuerdo con el
sistema de significatividades aceptado por el punto de vista anónimo unificado
del endogrupo. Esto incluye modos de vida, métodos para abordar el ambiente,
recetas eficaces para el uso de medios típicos tendientes a lograr fines
típicos en situaciones típicas.” (p. 44). El elemento fundamental para llevar a
cabo esta socialización es “el vocabulario y la sintaxis del lenguaje
cotidiano” (p. 44).
c) La
distribución social del conocimiento.
El conocimiento se encuentra distribuido socialmente y
no de manera homogénea. Es por ello que difiere el conocimiento a mano que
tiene cada individuo. Schütz apunta que “no solamente difiere lo que un individuo conoce de lo que
conoce su semejante, sino también el modo como
conocen ambos los «mismos» hechos.” (p. 44). El conocimiento de estas
diferencias en el conocimiento de distintos individuos constituye un aspecto
importante del conocimiento de sentido común.
En definitiva, y para concluir la respuesta a este
punto, mediante los tres aspectos del proceso de socialización apuntados aquí
es posible entender el surgimiento de un conocimiento de todos (conocimiento
del endogrupo), que posee características objetivas y anónimas. Es precisamente
este grado de objetividad y de anonimia el que permite que cada individuo comprenda
más acabadamente (siempre teniendo presente que la comprensión es
probabilística) los motivos de los demás.
Schütz se para desde el individuo para examinar los
procesos de interacción social. Así, afirma que “yo, ser humano, nacido en el
mundo social y que vivo mi existencia cotidiana en él, lo experimento como
construido alrededor del lugar que ocupo en él, como abierto a mi
interpretación y acción, pero siempre con referencia a mi situación
biográficamente determinada. Sólo con referencia a mí logra cierto tipo de mis
relaciones con los otros el significado específico que designo con la palabra
«Nosotros»” (p. 45). Esto es importante, pues todos los términos que serán
definidos en este punto lo son siempre en relación al individuo.
En la dimensión del tiempo, existen con referencia a
mí, en el momento biográfico actual:
Predecesores: Se
encuentran en el pasado. Son aquellos “sobre los cuales no puedo actuar, pero
cuyas acciones pasadas y su resultado están abiertos a mi interpretación, y
pueden influir sobre mis acciones” (p. 46).
Sucesores: Se
encontrarán en el futuro. Con ellos “ninguna experiencia es posible, pero hacia
los cuales puedo orientar mis acciones en una anticipación más o menos vacía”
(p. 46).
Contemporáneos: Están en el
presente. “Con ellos puedo establecer un intercambio de acción y reacción” (p.
45). Hay que decir que en el artículo Schütz se concentra en el análisis de la
relación que el individuo establece con los contemporáneos.
Asociados: Son aquellos
contemporáneos con quienes comparto, además de una relación temporal, una
relación espacial. Entre ellos y yo se establece una relación “cara a cara”[3]. Hay
que precisar que compartir una comunidad de espacio “implica que cierto sector
del mundo externo está por igual al alcance de cada copartícipe, y contiene
objetos de intereses y significatividad que son comunes.” (p. 46). Compartir
una comunidad de tiempo (no sólo tiempo cronológico, sino también el tiempo
interior) “implica que cada copartícipe interviene en la vida en curso del
otro, puede captar en un presente vívido los pensamientos del otro, tal como
éste los construye, paso a paso. Así, cada uno de ellos comparte las
anticipaciones del otro – planes, esperanzas o ansiedades -. En resumen, cada
uno de los asociados se halla implicado en la biografía del otro; envejecen
juntos; viven, por decir así, en una pura relación
Nosotros.” (p. 46)[4].
Como se dijo más arriba, una pura relación Nosotros
supone una perfecta comprensión de la individualidad única y de la situación
biográfica del Otro. Dicho de manera diferente, la comprensión aquí es
puramente subjetiva y personal, no existe la anonimia. Ahora bien, en todas las
demás formas de relación social esto no es posible y el individuo se ve
obligado a desarrollar construcciones de forma típica de conducta que reemplacen
a la pura relación Nosotros. Esto significa elaborar “una forma típica de
conducta, una pauta típica de motivos subyacentes, de actitudes típicas de un
tipo de personalidad, de las cuales no son sino casos o ejemplos el Otro y la
conducta suya que se examina, ambos fuera del alcance de mi observación.” (p.
47).
Ahora bien, el aumento de la anonimia “supone una
disminución de la plenitud del contenido. Cuanto más anónima es la construcción
tipificadota, tanto más alejada está de la singularidad del semejante
individual implicado y tanto menores son los aspectos de su personalidad y
pautas de conducta que entran en la tipificación del propósito a mano para el
cual ha sido construido el tipo.” (p. 47). De este modo, los tipos personales
(subjetivos) son reemplazados por tipos de cursos de acción (objetivos en el
sentido de que se encuentran tipificados). El caso límite es el de la anonimia
completa, en la que “los individuos son intercambiables, y el tipo de curso de
acción se refiere a la conducta de «cualquiera» que actúe de la manera definida
como típica por la construcción.” (p. 47).
Lo expuesto aquí tiene una importancia fundamental en
la defensa que hace Schütz de la metodología weberiana de investigación social.
Así, y puesto que sólo en el caso de los asociados que comparten una comunidad
de tiempo existe una plena aprehensión de la singularidad individual, en la
vida cotidiana nos vemos obligados a desarrollar esquemas de cursos de acción
tipificados. Es por ello que la comprensión no es concebida sólo como una
herramienta metodológica para obtener mejor conocimiento de lo social, sino que
se trata de la forma misma en que captamos el mundo cultural intersubjetivo que
nos rodea.
Schütz utiliza el término acción para designar a “la conducta humana concebida de antemano
por el actor, o sea, una conducta basada en un proyecto preconcebido.” (p. 49).
Una acción puede ser latente (cuando se intente resolver algo mentalmente) o
manifiesta, es decir, cuando la acción está inserta en el mundo exterior.
También puede llevarse a cabo por comisión u omisión (aquí se considera la
abstención intencional de actual como una acción en sí). (p. 49).
El Acto designa
“el resultado de este proceso [la acción] en curso, vale decir, la acción
cumplida.” (p. 49).
Schütz analiza la interacción social a partir de las
construcciones formuladas para describir la comprensión del Otro y el esquema
de la acción en general. Ante todo, hay
que tener presente que la acción implica una perspectiva centrada en el futuro,
esto es, resulta fundamental en ella la perspectiva temporal. Schütz formula
dos consideraciones principales para examinar dicha perspectiva:
a) Idealización
del “puedo volver a hacerlo”[5]: “la
suposición de que, en circunstancias típicamente similares, puedo actuar de una
manera típicamente similar a aquella en que actué antes para producir un estado
de cosas típicamente similar.” (p. 49). En este punto, es importante aclarar
que la idealización consiste en dejar de lado el hecho de que en el momento de volver a repetir la conducta, el
actor posee una situación biográfica diferente (posee más experiencia que al
realizar la conducta la vez anterior). La tipicidad consiste, precisamente, en
dejar de lado estas diferencias. (p. 50). De manera que el actor construye, aún
en el ámbito del sentido común “un mundo de hechos supuestamente relacionados
que contienen de manera exclusiva elementos a los que se considera
significativos para nuestro propósito.” (p. 50).[6]
b) La adopción de una perspectiva temporal para
estudiar la acción aclara la relación entre proyecto y motivo de la acción.
Así, Schütz distingue dos significados diferentes del término motivo: i) Motivo para, “el estado de cosas, el objeto que se quiere lograr
mediante la acción emprendida (…) Desde el punto de vista del actor esta clase
de motivos se refiere al futuro.” (p. 50)[7]; ii) Motivo porque, remite, siempre desde el
punto de vista del actor, “a sus experiencias pasadas, que lo han llevado a
actuar como lo hizo” (p. 50-51). Schütz sostiene que la distinción entre los
dos tipos de motivos tiene importancia fundamental para el estudio de la
interacción humana.
En las distintas formas de interacción social, Schütz
verifica la intervención de los dos tipos de motivos según sea la posición del
actor en la acción. Así, “el motivo «para» de mi acción es obtener información
adecuada que, en esta situación particular, presupone que la comprensión de mi
motivo «para» se convertirá en el motivo «porque» que lo lleva al Otro a
efectuar una acción «para» suministrarme esta información.” (p. 51). En
términos más generales, esto demuestra que aún la interacción más sencilla de
la vida cotidiana requiere de una compleja serie de construcciones. Schütz dice
que estas construcciones forman en conjunto la idealización de la reciprocidad de motivos, que supone “que los
motivos «para» del actor se convertirán en motivos «porque» de su asociado y
viceversa.” (p. 51). Esta idealización se basa en la tesis general de la
reciprocidad de perspectivas, “que implica que los motivos imputados al Otro
son típicamente los mismos que los míos o que los de los otros en
circunstancias típicamente similares; todo esto conforme a mi conocimiento a
mano, genuino o de origen social.” (p. 52).
Schütz afirma que sólo el actor sabe dónde comienza y
dónde termina la acción. Los asociados a la misma sólo tienen conciencia del
sentido de una parte de la acción; esto se potencia en el caso de un
observador, que no participa ni siquiera en alguna de las subacciones que son
necesarias para el cumplimiento de la acción principal. De este modo, el
sentido de la acción difiere según se trate de: a) el actor; b) su asociado; c)
para el observador que no toma parte en la relación. (p. 52). Esto tiene dos
consecuencias importantes: “primero, que en el pensamiento de sentido común
sólo tenemos la posibilidad de
comprender la acción del Otro de manera suficiente para nuestro propósito a
mano; segunda, que, para aumentar esta posibilidad, debemos investigar el sentido
que tiene la acción para el actor.” (p. 52).
Lo expuesto en el párrafo anterior permite entender
que el postulado de la interpretación
subjetiva del sentido, “no es una particularidad de la sociología de Max
Weber, ni de la metodología de las ciencias sociales en general, sino un
principio de la construcción de tipos de cursos de acción en la experiencia del
sentido común.” (p. 52-53).
Al hablar del observador, Schütz se refiere a aquel
que no participa de las pautas de la interacción. Esto implica que sus motivos
no están conectados con los del actor ni con los de los asociados. De modo que
el observador tiene un distanciamiento respecto de la acción. Sus
construcciones de pensamiento para explicar la acción van a diferir, por tanto,
de las de los participantes en la misma. Queda claro que la comprensión a la
que puede acceder el observador es meramente probabilística, y que esta
probabilidad aumenta a medida que se incrementan la estandarización y la
anonimia de la acción observada. (p. 54).
Schütz afirma que una acción racional “implica que el actor tiene un clara y nítida
percepción de los fines, medios y resultados secundarios que «entraña la
consideración racional de medios alternativos para alcanzar el fin, de las
relaciones del fin con otros posibles resultados del empleo de cualquier medio
determinado y, por último, de la importancia relativa de los diferentes fines
posibles. La determinación de la acción, en términos afectivos o en términos
tradicionales, es por ende, incompatible con este tipo»”[8] (p.
55). Como demuestra en el texto, la acción racional no es un objeto de
pensamiento construido por los científicos sociales, sino que también pertenece
al ámbito del sentido común. Así, “la acción racional, en el plano del sentido
común, es siempre acción dentro de un marco incuestionado e indeterminado de
construcciones de tipicidades del encuadre, los motivos, medios y fines, los
cursos de acción y personalidades involucradas y presupuestos. Sin embargo, no
sólo los presupone el actor, también se presupone que lo hace su semejante.”
(p. 59).
El concepto de acción racional, en el ámbito del
sentido común, es un instrumento que permite estandarizar la conducta y de esa
manera asegurar el éxito de la conducta intersubjetiva. Sin embargo, Schütz
aclara que este aumento de la anonimia, que corre parejo con la
estandarización, implica que se vuelvan menos analizables los elementos
subyacentes para el pensamiento del sentido común en términos de comprensión
racional. En otras palabras, con la acción racional tipificamos las conductas,
pero dejamos de lado los elementos que originan el patrón socialmente aprobado
en base al que se construye la acción racional.
La acción racional sirve para que el individuo oriente
su conducta en la interacción social y aumente las probabilidades de obtener
éxito al emprender una acción. Funciona, por tanto, como una guía para la
acción.
Schütz afirma que la actitud que caracteriza al
científico social “es la de un mero observador neutral del mundo social. No
toma parte en la situación observada, que no tiene para él interés práctico,
sino solamente cognoscitivo. Aquella no es el teatro de sus actividades, sino
solo el objeto de su contemplación; no actúa dentro de ella, vitalmente
interesado en el resultado de sus acciones, con esperanzas o temor frente a sus
consecuencias, sino que la contempla con la misma distante ecuanimidad con que
el especialista en ciencias naturales observa los sucesos de su laboratorio.”
(p. 62). En este punto, Schütz intenta demostrar implícitamente que no existen
diferencias insalvables entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, y
que estas últimas requieren del mismo rigor metodológico que las primeras.
Para fundamentar su concepción, el autor se ve
obligado a responder a la objeción de cómo hace el investigador social para
permanecer ajeno (exterior) a los problemas que estudia. Aquí, Schütz propone
distinguir entre la situación biográfica que ocupa el científico social en el
mundo social y su actitud neutral de observador científico. Schütz afirma que,
al optar por llevar adelante una carrera científica, el especialista en
ciencias sociales cambia la jerarquía de valores en su interior y decide
proponer en primer lugar su “estar en una situación científica”, esto es, reemplazar
su situación biográfica como ser humano dentro del mundo por su aceptación del corpus de una ciencia (un campo de
conocimiento preorganizado). Esto supone que el científico acepta trabajar de
acuerdo con el concepto de método científico, es decir, aceptando un conjunto
de reglas preestablecidas que le hacen dejar de lado el conocimiento a mano
propio del sentido común. De esta manera, Schütz puede fundamentar su
concepción de los objetos de pensamiento del conocimiento científico. Además,
es la base para entender su planteo de solución al dilema de las ciencias
sociales[9].
Villa del Parque, jueves 11 de
julio de 2013
[1] Esta cita pertenece a
Whitehead y está transcripta por Schütz. El número de página corresponde al
artículo de Schütz.
[2] Es decir, las moléculas,
los átomos y los electrones no le atribuyen ningún significado al ámbito en el
que son hechos. En este sentido, puede decirse que la problemática de la
significatividad queda excluida de las ciencias naturales.
[3] La expresión es ambigua.
Schütz dice que la usa sólo en un sentido formal y aclara expresamente que con este término se
refiere tanto a una charla íntima entre amigos como a un encuentro casual en un
vagón de ferrocarril.
[4] Sólo en este tipo de
relación, aunque sea fugaz y superficial, es posible captar al Otro como “una
individualidad única (…) en su situación biográfica única.” (p. 46). En todos
los demás casos de relación social no existe tal cercanía y es preciso elaborar
formas típicas de conducta para comprender las conductas del o de los Otros.
(p. 47).
[5] Toma esta denominación del filósofo alemán Edmund Husserl (1859-1938),
principal exponente de la fenomenología.
[6] Esto resulta significativo en el marco del intento efectuado por
Schütz de mostrar que el método de la sociología weberiana emana de las mismas
condiciones de la experiencia cotidiana, y que no se trata de una construcción
exclusivamente científica.
[7] Schütz da el ejemplo de un asesinato, en el que puede decirse que el
motivo para fue robar dinero a la víctima. (p. 50).
Partiendo desde la interpretacion de las significaciones (sentido desde la perspectiva de racionalidad Weberiana)el tratar a los hechos interpretados como una estructura, como Schutz interpretaria la neutralidad valorativa en el acto de interpretar un fenomeno social el cual integra el mundo social separando los procesos de relaciones causa-efecto cuya logica es mas ajenas a las ciencias socio-culturales?
ResponderEliminarMe pueden ayudar x favor,no se como definir q es el sentido común para Schultz?
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