Aclaración
previa. Todas las citas provienen, salvo indicación en contrario, de:
Cole, G. H. D. (1980). Historia del pensamiento socialista. I: Los
precursores, 1789-1850. México D. F.: Fondo de Cultura Económica. La
traducción es de Rubén Landa. En números romanos indico el número de volumen, y
en arábigos la página.
b) El “socialismo” de Fichte (1762-1814)
En cuanto al
desarrollo capitalista, Alemania se hallaba lejos de Inglaterra y de Francia en
la primera mitad del siglo XIX. Su industria se encontraba en un estadio
incipiente, su clase trabajadora estaba compuesta básicamente por artesanos, se
territorio permanecía dividido en un mosaico de Estados pequeños y medianos
(con la excepción de Prusia y Austria). Si la historia obedeciera al mandato
del determinismo económico, la Alemania de principios del siglo XIX era el
lugar menos indicado para que surgiera una teoría socialista. No obstante, fue
precisamente en Alemania donde tuvo su origen el marxismo, la corriente de pensamiento socialista más influyente en
los siglos XIX y XX. Esta aparente incongruencia debe explicarse a partir del
examen de la filosofía idealista alemana y de la conexión entre ésta y las
Revoluciones Industrial y Francesa.
Aquí solo puedo
enunciar estas cuestiones, pero quien desee profundizar en ellas puede
consultar con provecho las siguientes obras: Razón y revolución: Hegel y el surgimiento de la teoría social
(1941), de Herbert Marcuse (1898-1979); El
joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista (1948), de György
Lukács (1885-1971); Ciencia, clase y
sociedad: Sobre la formación de la sociología y del materialismo histórico
(1976), de Göran Therborn (n. 1941). (1) Lo cierto es que Alemania, atrasada en
el terreno económico y político, pudo interpretar por medio de su filosofía los
profundos cambios que experimentaba la sociedad europea.
Cole dedica el
capítulo 20 de su obra (2) a “examinar el desarrollo de las ideas socialistas
en Alemania, hasta el momento en que Marx creó el socialismo
característicamente alemán” (I: 223).
Cole remarca el corte
que representa el marxismo en la historia del socialismo:
“pronto
habría de dominar la ideología de la mayor parte del continente, apartando de
sí las formas anteriores de socialismo como el viento aparta la paja. No es que
el marxismo llegase nunca a desterrar las doctrinas más antiguas: lo que hizo
fue lanzar la mayor parte fuera del movimiento socialista, lo cual obligó a que
éstas buscaran lugar en otra parte: en el cooperativismo, en las varias formas
de anarquismo, incluso en el llamado «socialismo radical» (que sería mejor
llamar «radicalismo social») o en el llamado «socialismo cristiano» en el seno
de la Iglesia Católica. Los socialismos antiguos siguieron viviendo, incluso
después que Marx había tomada prestada la designación de «utopismo» para
aplicársela [a ellos]. Pero el marxismo los lanzó fuera del centro, tanto de la
discusión, com de la organización.” (I: 223).
Cole insiste en el
carácter alemán del marxismo (3). Más adelante, y en otros apuntes, volveremos
sobre esta cuestión. Pero corresponde decir que, así formulada, la afirmación
de Cole es parcialmente falsa. El origen del marxismo debe buscarse tanto en el
desarrollo del movimiento obrero europeo como en la eclosión de teorías
socialistas desde 1789. Decir que el marxismo es una doctrina alemana equivale
a oscurecer el rol del movimiento obrero y de la lucha de clases. Es confinar
al marxismo a la historia de las ideas. Esto no quita que el idealismo alemán
(sobre todo Hegel) haya proporcionado la levadura para el surgimiento de esta
variante del socialismo.
Cole afirma que el
principal exponente del socialismo alemán pre-marxista fue el filósofo Johann
Gottlieb Fichte (1762-1814). Según su opinión, hay dos obras que permiten
considerarlo como antecesor del socialismo en Alemania. Se trata de: Der geschlossene Handelsstaat (El estado
comercial cerrado, 1800), y sus conferencias de 1813 sobre Staatslehre (Teoría del Estado).
En ellas Fichte
elaboró los fundamentos de su teoría ética, centrada en
“la
actividad creadora del individuo que se expresa mediante la conducta social «inter-personal»,
en la exigencia de que a todo hombre se le den los medios para expresar su
personalidad en el trabajo realizado asociándose a sus prójimos en una
ocupación adecuada a sus inclinaciones naturales.” (I: 224). (4)
Fichte sostiene que
el individuo puede desarrollar su personalidad si se realizan modificaciones
sociales. Garantizar a las personas una ocupación adecuada a sus inclinaciones
naturales,
“implica
el derecho de acceso a los medios de producción que garantizarán el derecho del
trabajador a su producto. El método de la sociedad para asegurar esto consiste
en establecer un sistema de corporaciones productoras autónomas que coordinen
sus esfuerzos y cambien sus productos mediante mutuo acuerdo. Estas
corporaciones deben ser dueñas de los medios de producción, y deben dirigir la
vida económica de la sociedad aparte del Estado político, como órganos
autónomos de la sociedad en su conjunto.” (I: 224).
Posteriormente,
Fichte pasó a atribuir al Estado la responsabilidad de crear las corporaciones
citadas, pero nunca sostuvo que debía ser el Estado quien se encargase de la
producción.
Los límites del “socialismo”
fichteano son nítidos:
“Fichte
no pensaba que sus corporaciones se basaran en los sindicatos obreros o en
cualquier movimiento militante obrero, ni, en realidad, en ninguna forma de
asociación que fuese predominantemente obrera. No pensaba en una lucha por el
poder entre dos clases rivales, o en un levantamiento contra la explotación,
sino sencillamente establecer el derecho social del individuo a todo lo
necesario para asegurar la posibilidad de expresar su personalidad en un
servicio útil para la sociedad. (…) no era un demócrata, y no propuso que sus
corporaciones estuviesen democráticamente controladas.” (I: 225).
No puede
reprochársele a Fichte que ignorase al movimiento obrero al elaborar su teoría “socialista”.
Independientemente de que la ideología fichteana era refractaria a la lucha de
clases, la clase obrera no existía en Alemania a fines del siglo XVIII. Esto
era consecuencia de la inexistencia o el escaso desarrollo de la manufactura y
de la industria. Había, eso sí, artesanos y campesinos. Pero nada parecido a una
clase trabajadora más o menos moderna.
Como quiera que sea,
el “socialismo” fichteano se integraba como elemento redesarrollo subjetivista
de la teoría ética de Immanuel Kant (1724-1804). Fichte pensaba que el orden
social tenía que permitir el pleno desarrollo individual, y esto justificaba el
reordenamiento social.
Cole resume del siguiente
modo la posición de Fichte:
“Fichte
era un idealista, aunque no un totalitario. Creía en la nación como una unidad
real, que no absorbía a los individuos que la formaban, pero que les inspiraba
un propósito ético que le permitía alcanzar un nivel más alto de cumplimiento y
realización personales. Con este espíritu insistía en la necesidad de una
sociedad ordenada y planeada, organizada como un sistema subsistente por sí
mismo y subordinando a sus relaciones con otras sociedades a las exigencias de
su unidad autárquica. En sus obras aparece claramente la idea, no sólo de un
proteccionismo nacionalista dirigido a asegurar esa subsistencia propia, sino
también la de una especie de colectivismo como medio para su realización
ordenada. Esto hace considerarle como el antecesor, no del «nacionalsocialismo»
en un sentido nazista, sino de la política nacional que se propone realizar el «socialismo
en un país».” (I: 226).
Buenos Aires, sábado
21 de julio de 2012
NOTAS:
(1) En todos los
casos hay edición castellana:
Marcuse, Herbert. (1986). Razón y revolución: Hegel y el surgimiento
de la teoría social. Madrid: Alianza. (Traducción de Julieta Fombona de
Sucre, con la colaboración de Francisco Rubio Llorente).
Lukács, György. (1970).El joven Hegel y los problemas de la
sociedad capitalista. Barcelona: Grijalbo. (Traducción de Manuel
Sacristán).
Therborn, Göran.
(1980). Ciencia, clase y sociedad: Sobre
la formación de la sociología y del materialismo histórico. México D. F.:
Siglo XXI. (Traducción de Santos Juliá Díaz).
(2) Cole, capítulo
XX: “El socialismo alemán. Sus comienzos” (I: 220-233).
(3) Lo llama “doctrina
característicamente alemana” (I: 223).
(4) Como puede
observarse, el idealismo alemán no es reacio a valorar la importancia del
trabajo en la sociedad. Y no se trata únicamente de Fichte También Hegel atribuye un papel central al
trabajo.
http://enelmedionoticias.blogspot.com.ar/2012/07/estados-unidos-venezuela-y-paraguay.html
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ResponderEliminarGracias, voy a entrar a su blog.
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