Mientras escribo esta nota,
el paro nacional convocado por el Sindicato de Camioneros se encuentra en pleno
desarrollo. Es por esto que renuncio a elaborar algo parecido a un balance de
los acontecimientos. Creo más provechoso formular algunas reflexiones que contribuyan
a situar los hechos en un marco general. Sobre todo si se tiene en cuenta que
el gobierno nacional ha llegado a medidas tales como utilizar la Gendarmería o
amenazar, inclusive, con la intervención de las Fuerzas Armadas para asegurar
el abastecimiento de la población.
Nada de lo mencionado en la
última parte del párrafo anterior resulta inusitado en la historia de la lucha
de clases en Argentina (soy del barrio porteño de Mataderos y tengo recuerdos
familiares de la intervención del ejército en la huelga de los trabajadores del
Frigorífico Lisandro de la Torre, allá por 1959). Pero si desentona fuertemente
con el discurso del gobierno “nacional y popular”, que ha proclamado todas las
veces que pudo que ningún gobierno hizo tanto por los trabajadores como las
presidencias de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Como tantas otras veces,
vale aquí el refrán que dice “en la cancha se prueban los pingos”. Cristina
Fernández se encuentra ante la prueba de tener que enfrentar directamente a los
trabajadores. Los medios empleados y la forma de resolver el conflicto servirán
para dar cuenta de la naturaleza de clase del gobierno.
Corresponde aclarar, aunque
la orientación de este blog hace redundante a la aclaración, que considero a
los Moyano como dignos representantes de la burocracia sindical en la
Argentina, y que la misma constituye uno de los principales baluartes de la
dominación capitalista en Argentina. Sin embargo, lo anterior no quita que la
política sea mucho más compleja e interesante que las definiciones de manual.
Luego de su ruptura con Cristina, y en defensa de sus propios intereses
personales (¿podría ser de otra manera?), Hugo Moyano ha entablado una lucha
frontal con el gobierno “kirchnerista”. Es interesante notar como personajes
que aman la negociación mucho más que a sus madres, y que están profundamente
identificados con el mantenimiento del “orden social” se ven llevados a
situaciones reñidas con sus convicciones más íntimas. Que se entienda. Moyano
no confronta porque haya descubierto ayer el antagonismo entre el capital y el
trabajo. Cristiana no va a la guerra porque haya entendido el carácter
profundamente reaccionario de la burocracia sindical. Al contrario, cada uno
atiende su juego. Y ambas partes le importan muy poco los trabajadores. Lo que
ha cambiado es la coyuntura económica.
En este sentido, nada mejor
que examinar algunos lugares comunes que se esgrimen al momento de abordar el
tema de la huelga:
1) Hugo Moyano es el responsable de todo.
Tanto el gobierno “nacional
y popular” como la oposición encarnada en los periodistas ebde CLARÍN y LA
NACIÓN tiende a presentar a Moyano (me corrijo, a los Moyano) como el único
responsable de la medida de fuerza. Dicho de modo más claro: Moyano provocó un
conflicto para mejorar su posición con vistas a la elección de Secretario
General de la CGT a celebrarse en julio del corriente, y para lograr ser
visualizado como el líder de la oposición al “kirchnerismo” en las filas del
PJ. Moyano tiene ambiciones políticas que van mucho más allá del movimiento
obrero y mueve las piezas (su sindicato y los aliados) para concretarlas.
Estamos, pues, ante un capricho de la voluntad de un hombre que quiere ser más
de lo que es.
La explicación del conflicto
resumida en el párrafo anterior tiene la ventaja de que permite esconder bajo
la alfombra cuestiones consideradas tabú. Moyano, a quien de ningún modo vamos
a negarle la condición de burócrata sindical, sabe que para pararse a
confrontar de manera frontal con el gobierno es preciso contar con el apoyo de
los trabajadores. Ahora bien, los titulares de los diarios y los zócalos de los
programas televisivos prefieren hablar exclusivamente de Moyano y dejar en la
oscuridad todo lo demás. Por motivos diferentes, el monopolio oficial y el
monopolio encarnado en la “corpo” (CLARÍN y cía.) coinciden en endiosar a
Moyano. Ahora bien, si se quiere salir de lo obvio (Moyano tiene ambiciones
políticas, ¡chocolate por la noticia!), es preciso entender las razones por las
que los trabajadores camioneros acatan la huelga convocada por Moyano. Decir
que simplemente siguen a su líder y/o que son víctimas de las presiones de éste
es un recurso demasiado sencillo.
2) Nunca un gobierno hizo tanto por los trabajadores como el de los Kirchner.
Esta afirmación, difundida
por los defensores del gobierno, implica, de paso, acusar de ingratitud a los
trabajadores. Si el gobierno se deslomó para mejorar la situación de la clase
obrera, los trabajadores que paran son culpables de ingratitud y/o ceguera
política al no comprender todo lo bueno que el “kirchnerismo” hizo por ellos. Las
medidas de fuerza como el paro nacional de la CTA el 8 de junio, o este paro de
camioneros, se explican por las ambiciones desmedidas de los dirigentes. Todo
esto es muy lindo, pero oculta que en la actualidad el 35% de los trabajadores
se hallan “no registrados” (eufemismo para designar un sinfín de situaciones de
precariedad), que los salarios se hallan erosionados por una inflación que se
encuentra cercana al 25% anual, que el impuesto a las ganancias (¡!) carcome
los sueldos de una parte importante de los trabajadores, que el sistema de
transporte se encuentra colapsado y pone en riesgo la vida de los usuarios, que
el sistema de salud está pensado para quienes tienen dinero para pagarlo, que
la vivienda propia es casi inaccesible para quien vive de un salario. Es
posible que los trabajadores sean ingratos, pero el gobierno “nacional y
popular” no se ha distinguido precisamente por su generosidad. Hay que recordar
que la reactivación económica argentina se dio en el marco de una fuerte
devaluación que redujo los salarios a su mínima expresión y que a lo largo de
toda esta etapa de crecimiento se mantuvo la legislación laboral menemista
(incluido el sistema de ART – Aseguradoras de Riesgo de Trabajo -).
Moyano sabe todo lo anterior
y lo utiliza en esta coyuntura. Ninguno de sus reclamos es novedoso (salvo para
algunos funcionarios, para quienes el movimiento obrero es una especie de
dimensión desconocida). Moyano fue el principal aliado del “kirchnerismo” en el
movimiento obrero entre 2003 y 2010, aunque ahora sea presentado como un
exponente de la nefasta década del ’90. Su ruptura con Cristina Fernández tuvo
por motivo el rechazo del dirigente sindical al lugar, absolutamente
secundario, que la presidenta le otorgó al sindicalismo peronista en las filas
de su segundo gobierno. Hasta ese momento, Moyano ignoró muchos de los reclamos
que ahora levanta como bandera de batalla.
3) El reclamo de Moyano es legal, pero la forma adoptada perjudica al
conjunto de los argentinos.
Esta afirmación es
interesante por lo que dice acerca de la posición política de quien lo formula.
Todo reclamo social implica perjuicios para otros, en buena medida porque
vivimos en una sociedad donde la explotación y la desigualdad son las normas
cotidianas. Guste o no, un reclamo debe molestar para ser atendido. El
movimiento obrero argentino tiene una larga tradición de medidas de acción
directa, y es muy dudoso que las conquistas sociales hubieran podido obtenerse
sin recurrir a esta metodología de lucha. El peronismo surgió como movimiento
político de una gigantesca huelga y movilización popular (el 17 de octubre de
1945), y a lo largo de su historia se caracterizó por promover (a través de su
“columna vertebral”, el movimiento sindical) medidas de acción directa con el
fin de obtener satisfacción a diversos reclamos gremiales. Algún memorioso
recordará las ocupaciones de fábricas promovidas por la CGT durante la
presidencia de Illia. El piquete ha sido una herramienta de lucha desde los
orígenes mismos del movimiento obrero argentino, y su uso se extendió en la
última década a otras clases sociales (¿es preciso recordar las patotas del
empresariado rural que en 2008 saturaron de piquetes las rutas impidiendo el
abastecimiento de las ciudades?).
¿Por qué entonces el
gobierno “nacional y popular” pone el grito en el cielo frente a los piquetes
de Moyano? Existe, por supuesto, un riesgo evidente de desabastecimiento de
combustible, pero también es verdad que el gobierno no ha sido muy proclive a
negociar y es, por tanto, tan responsable como los dirigentes de camioneros.
Moyano no es el Che Guevara ni Agustín Tosco. No se propone subvertir el orden
social. ¿Por qué no ha podido llegarse a un acuerdo? Una respuesta posible pasa
por comprender que el margen de negociación se ha angostado a partir de la crisis
que experimenta el modelo de acumulación de capital vigente en el país. Ya no
es tan fácil imponer aumentos salariales cercanos a la inflación anual.
El problema no se reduce a Moyano.
Ya mencionamos el paro de la CTA el 8 de junio pasado. En esa oportunidad, el Jefe
de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, dijo que la medida de fuerza sólo servía
para molestar a los automovilistas. En esta nueva versión del peronismo, el
movimiento obrero no es “columna vertebral” ni nada parecido. Muchos de los
dirigentes que ahora pregonan la necesidad de la “emancipación nacional y
social” consideran que el movimiento político es un factor secundario en la
política nacional. El “kirchnerismo”, en tanto variante peronista del
progresismo argentino, está obligado a defender la subordinación del movimiento
obrero a las necesidades del capital. Cristina Fernández se cansó de decir que
los trabajadores tenían que estar agradecidos por tener trabajo. Para el
“gobierno nacional y popular” los trabajadores tienen que trabajar y punto.
Nada de veleidades tales como comisiones internas o delegados que se inmiscuyen
en los asuntos de la empresa. Es por eso que en este momento, y con vistas a la
elección del Secretario General de la CGT en julio, el “kirchnerismo” se siente
más cerca de los viejos “demócratas” del movimiento obrero como Lezcano (Luz y
Fuerza) y Barrionuevo (Gastronómicos). Moyano quiere una cuota de poder mayor,
y ha sido defenestrado. Y por enésima vez aclaramos que el dirigente de los
camioneros no es Agustín Tosco.
Frente al paro de los
camioneros, el gobierno “nacional y popular” optó por acusar a los Moyano de
desestabilización, de violar las reglas de juego y de perjudicar al conjunto de
la población con medidas irracionales que ponen en juego el abastecimiento de
combustible. Se trata de frases poco menos que curiosas al ser hechas a un dirigente
que permitió la consolidación del “kirchnerismo” y que salió en defensa del
mismo en coyunturas como la generada por la Resolución 125 en 2008. Es cierto
que la política es dinámica, pero no parece muy creíble un relato que demoniza
a uno de los actores de la situación, máxime si ese demonio era el aliado de dios en el capítulo anterior.
Las afirmaciones del
gobierno muestran, en todo caso, la vigencia de un relación de fuerzas sociales
instaurado a sangre y fuego en 1976. La dictadura aplastó a la clase obrera,
aniquilando a los militantes que proponían discutir la dominación del capital y
no solo el monto de los salarios. Uno de los corolarios de esa derrota fue la
generalización de la opinión de que la clase trabajadora y los sectores
populares eran impotentes en términos políticos. Sólo la alianza con el capital
puede garantizar la “gobernabilidad”. En dicha alianza, los sindicalistas son
convidados de piedra a los que se compra para que no chillen demasiado. Cristina y la “nueva militancia” son
herederos directos de esta concepción, y ello explica, en parte, los continuos
exabruptos cometidos por la presidenta toda vez que tiene que referirse a los
trabajadores.
Queda por explicar, por
cierto, en qué momento la Gendarmería y las Fuerzas Armadas se han transformado
en los agentes de la “emancipación nacional y social”. Aunque la explicación parece cada vez más innecesaria.
Buenos Aires, jueves 21 de junio de 2012
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