martes, 15 de noviembre de 2011

RESEÑA: PORTILLO VALDÉS. (2006) CRISIS ATLÁNTICA: AUTONOMÍA E INDEPENDENCIA EN LA CRISIS DE LA MONARQUÍA HISPANA


Portillo Valdés es un historiador español, profesor titular en la Universidad del País Vasco desde 1991. Fue investigador visitante Istituto Italo Germanico de Trento (1988, 1989 y 1990), en el Centro di Studi Per la Storia del Pensiero Giuridico Moderno, Universidad de Florencia (Italia), (1992) y en el Institute of Latin American Studies, Universidad de Texas en Austin (EEUU) (2000-2001). Se ha especializado en el estudio de la crisis de la monarquía española.

El libro que reseñamos [1] se ocupa de un período crucial en la historia de España y de los países latinoamericanos que pertenecían a su imperio. Crisis Atlántica está dedicada a “considerar el surgimiento de los conceptos de autonomía e independencia en el contexto de una crisis global del mundo atlántico hispano. Tal crisis vino marcada por tres hechos inéditos en la historia de la monarquía. En primer lugar, era la primera ocasión en que un ejército extranjero invadía la península hasta llegar a la Corte y desplazaba a la familia real conduciéndola al territorio del ocupante. En segundo lugar, fue también la primera ocasión en que se constituyeron poderes territoriales, juntas, que lideraron por sí mismos la resistencia militar, se comportaron como soberanos y organizaron un gobierno central con sus representantes. En tercer lugar, esa misma crisis planteada, así como lucha contra una dominación extranjera, se convirtió en una crisis constitucional que implicó también la lucha – no con armas, pero sí con leyes – contra el despotismo interior. Estos tres factores estuvieron además presentes en el conjunto de la monarquía.” (p. 24-25). La obra abarca el período comprendido entre los sucesos de Bayona (1808) y la independencia definitiva de los países latinoamericanos que habían pertenecido al imperio español (1825).

Portillo Valdés se interroga a lo largo de toda la obra acerca de los motivos por los que se produjo la disgregación del imperio español. En su opinión, la independencia de los países latinoamericanos no era un resultado inexorable y ni siquiera era algo deseado por las elites criollas al momento de producirse la crisis de 1808. Para resolver el problema de la dirección asumida por el proceso, Portillo desarrolla una investigación enmarcada en la historia de las ideas, basada en el análisis de numerosos textos de autores españoles y latinoamericanos que participaron directamente en el período previo y en el período de la crisis española y de la independencia latinoamericana. A través del examen de estas obras, Portillo Valdés procura establecer las matrices intelectuales que se fueron conformando tanto del lado español como del lado criollo y que, a la postre, desembocaron en la guerra y en la independencia de las colonias americanas del imperio español.

El autor concede especial atención al examen del pensamiento ilustrado y del primer liberalismo español, pues considera que en el seno de esta corriente se fueron generando las ideas refractarias a la autonomía de las colonias que terminaron por hacer inevitable el proceso de independencia. En este sentido, afirma que desde la década de 1740, y en el marco de las reformas borbónicas, “fue haciéndose hueco una imagen más decididamente imperial de la monarquía. Con una manifiesta vocación probritánica, fueron varios los intelectuales y políticos de los reinados de Carlos III y Carlos IV que propusieron concebir la monarquía como un entramado compuesto de metrópoli e imperio comercial.” (p. 20). Fue en este momento que se generó una corriente de opinión en España fuertemente opositora a cualquier intento de conceder márgenes de autonomía a las colonias americanas. El autor se ocupa de indicar que esto va de la mano con el desarrollo de las reformas administrativas borbónicas, que se tradujeron en un desplazamiento de las elites criollas de los puestos de mando en las colonias, quebrando así un acuerdo tácito entre la monarquía y dichas elites. De este modo, al producirse la defección de la monarquía española en 1808, los políticos e intelectuales españoles tendieron de manera unánime a rechazar cualquier concesión a las colonias americanas. Al mismo tiempo, las elites criollas manifestaron su intención de recuperar el espacio perdido a partir de la implementación de las reformas borbónicas.

A partir de los elementos presentados en el párrafo anterior, Portillo Valdés se dedica a analizar el papel jugado por el liberalismo español que elaboró la Constitución de 1812: “Lo que me propongo considerar críticamente son los límites de aquella formulación del primer constitucionalismo como contribución a una comprensión crítica del liberalismo euroamericano. Si los resultados que arroja el experimento del Estado en el Atlántico hispano son tan disonantes respecto de la ortodoxia liberal, es muy posible que los problemas estuvieran en los límites de la teoría liberal más que en la inadaptación de los nietos de la monarquía católica para la modernidad.” (p. 22).

Para Portillo Valdés, el curso que siguió la crisis de la monarquía española en 1808 fue el resultado, sobre todo, del carácter que fue adquiriendo la monarquía a partir de mediados del siglo XVIII, el cual se acentuó como consecuencia de la irrupción de Napoleón en la península. En este sentido, la interpretación realizada por el autor consiste en afirmar que “no fue la «decadencia» española, es decir, su paulatina pérdida de influencia en Europa desde Westfalia (1648), lo que marcó el proceso de contracción de la monarquía, sino su reformulación como nación española (…) El momento decisivo no es el final del siglo XVI –una vez que el esfuerzo expansivo ha demostrado toda su fuerza e intensidad – sino los comienzos del siglo XIX, cuando la monarquía entre en una serie de crisis que conducen al primer constitucionalismo hispano. La cuestión no es, por tanto, de decadencia española, sino de constitucionalismo hispano.” (p 23).

La desintegración del imperio español obedeció, por tanto, a la peculiar estructura del constitucionalismo español, que condicionó la respuesta que dio éste a la crisis de la monarquía en 1808. Así, ya desde mediados del siglo XVIII se fue conformando una concepción que consideraba que la nación española estaba constituida exclusivamente por los españoles peninsulares, en tanto que las demás partes de la monarquía eran concebidas como colonias que debían proveer a las necesidades de la metrópoli. Esta visión, que reconoce la fuerte influencia del pensamiento británico, fue arraigando entre los intelectuales de la Ilustración española, y fue retomada por las principales figuras del primer constitucionalismo español.

Portillo Valdés estudia el proceso mencionado en el párrafo anterior en el primer capítulo de la obra, “La federación negada” (pp. 29-103). Allí el autor realiza varias operaciones que permiten comprender la naturaleza del proceso que se operó a partir de 1808. En primer lugar, la Ilustración española fue construyendo una concepción de nación española en la que existía una gran diferencia en el tratamiento dado a los españoles peninsulares y a los criollos. Mediante referencias a distintos autores del período, Portillo Valdés demuestra que la Ilustración española aceptó de manera unánime la opinión acerca de la inferioridad de los americanos. El concepto de nación española, que se construyó en este período, tendía a negar sistemáticamente un status de igualdad a los españoles nacidos en América. De este modo, la monarquía “ocupaba toda la extensión de los dominios del rey (…) pero la nación española era un fenómeno estrictamente europeo.” (p- 46-47). Frente al fortalecimiento de esta concepción, varios intelectuales de las colonias americanas respondieron escribiendo trabajos en los que intentaban demostrar que América también podía ser considerada como una “comunidad política perfecta”, con un pasado en que había habido constituciones y formas de gobierno propias. Esta tarea coincidió con una percepción creciente por parte de las elites criollas de que estaban siendo desplazadas de las posiciones tradicionales de poder que detentaban, en beneficio de los españoles peninsulares. Sin embargo, el autor sostiene que dichas elites no buscaban, al momento de producirse la crisis de 1808, la independencia de España, sino tan sólo una mayor autonomía y un regreso a las posiciones que ocupaban en la sociedad criolla antes de las reformas borbónicas.

La “revolución de las provincias de España”, desatada como consecuencia de la conducta ilegal de los monarcas españoles, se desarrolló en torno a las líneas conceptuales que había trazado la Ilustración. Desde el momento mismo en que las Juntas provinciales intentaron constituir organismos centralizados, la posición de las colonias americanas fue totalmente subordinada, llegado al extremo de lo sucedido en la Junta Central, que hizo todos los esfuerzos posibles para violentar la representación de los territorios americanos de la monarquía. Según el autor, esta política deliberada de negación de los derechos de los españoles nacidos en América fue el germen que potenció las aspiraciones hacia la autonomía de los mismos. Portillo Valdés niega que la voluntad inicial de las elites criollas pasara por la independencia. Fue, por el contrario, la política de los liberales españoles la que permitió que dicha idea tomara cuerpo. En todo momento defendieron la desigualdad en la representación de España y América. En resumen, “las provincias americanas habían sido ya expulsadas de la federación hispana o, mejor dicho, nunca fueron admitidas realmente a la misma. En un momento en que tanto en la parte europea como en la americana se entendió que la monarquía debía refundarse y que, para asegurarse su permanencia, debía hacerse desde un nuevo planteamiento constitucional de la misma, a las provincias de América no les fue ofrecido un nuevo pacto que las vinculara de manera estable y aceptable a la patria política.” (p. 103).

En el segundo capítulo, “Pueblos, Congresos, Estados y naciones” (pp. 105-158) se estudia el proceso que se verificó en la América hispana a partir de 1810, marcado por la proliferación de juntas y congresos que fueron definiendo paulatinamente espacios autónomos respecto a la metrópoli. El autor dedica especial atención a señalar que, aún en esta etapa del proceso, las elites criollas no estaban decididas por dar el paso de la independencia respecto de España, y que su objetivo seguía siendo el de la autonomía. Portillo Valdés enfatiza las dificultades que tuvieron los esbozos de los futuros Estados latinoamericanos para constituir una autoridad central. Como en el caso de España, la época estuvo marcada por la defensa de las autonomías locales, pues el espacio local era el único que permitía bases sólidas para una construcción política diferente a la española. Como en el capítulo anterior, el autor analiza el tratamiento asimétrico recibido por las juntas españolas y por las americanas. La demanda de autonomía, que era perfectamente aceptada en el contexto español, pasaba a ser denostada cuando era formulada por los criollos.

En el tercer capítulo del libro, “El discurso de la independencia” (pp. 159-209) el autor analiza el proceso por el cual se fue conformando la noción de nación americana frente al de nación española. Portillo Valdés sugiere que al momento de producirse la crisis de la monarquía, no existía en América una opinión significativa a favor de la independencia. Por el contrario, las elites criollas se consideraban a sí mismas como parte de la nación española. Sólo a partir de la experiencia del rol que les asignaba el liberalismo español fue surgiendo la idea de una nación americana, contrapuesta a la española. Como en los capítulos anteriores, el autor sigue el proceso mediante el análisis de varios textos escritos durante el período.

Finalmente, en el cuarto capítulo, “Los indios calzados: la mayoría en minoría” (pp. 211-255), el autor se dedica a examinar las limitaciones del liberalismo de las elites criollas, haciendo hincapié en el hecho de que las organizaciones políticas que se conformaron a partir de la independencia de España se edificaron en torno a la negación sistemática de los derechos de los pueblos originarios, que constituían la mayoría de la población en la mayoría de los países del área de la colonización española. Los criollos, en este sentido, eran herederos del pensamiento de la Ilustración, que sostenía que los indígenas eran inferiores y que debían ser tratados como tales, con el objeto de elevar su condición. Este examen le permite al autor establecer que las limitaciones del liberalismo no sólo eran patrimonio de los peninsulares, sino que formaban parte de la matriz de pensamiento de las elites criollas. La reivindicación de la igualdad coexistía con la defensa de la desigualdad más extrema en la representación y en los derechos.

La obra de Portillo Valdés constituye un examen pormenorizado del proceso por el cual la construcción de una nación española, realizada en la matriz intelectual del liberalismo español, se mostró incompatible con el mantenimiento de la unidad entre los territorios españoles y americanos de la monarquía. El autor resulta especialmente agudo en el tratamiento de las limitaciones del primer constitucionalismo español en la cuestión de la representación de los americanos. Uno de los logros de la obra es la adopción de un enfoque iberoamericano (no exclusivamente español) de la crisis iniciada en 1808. Sin embargo, el enfoque adoptado tiende a dejar de lado temas fundamentales tales como la debilidad económica de España, y el interés de Gran Bretaña por controlar el espacio económico latinoamericano.

Buenos Aires, martes 15 de noviembre de 2011

NOTAS:

[1] Portillo Valdés, José María. (2006). Crisis Atlántica: Autonomía e independencia en la crisis de la monarquía hispana. Madrid: Fundación Carolina. Centro de Estudios Hispánicos e Iberoamericanos & Marcial Pons, Ediciones de Historia. 318 p.

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