domingo, 31 de octubre de 2010

PEQUEÑA SERENATA HIPÓCRITA: CLARÍN SOBRE EL GOBIERNO DE CRISTINA FERNÁNDEZ

Eduardo Van der Kooy fue, alguna vez, un buen periodista. En una época ya ida se distinguió por su tratamiento de los temas, que iba más allá de las superficialidades que se estilan en la profesión en esta época. Eduardo Van der Kooy es hoy un publicista al servicio de un grupo económico. No nos corresponde hacer un juicio de valor sobre su persona, pues el alma de los mortales suele ser insondable. Pero si estamos en condiciones de decir que es una persona que demuestra un gran amor por el dinero y mucho desinterés por la búsqueda de la verdad.

Eduardo Van der Kooy se desempeña en la actualidad como editorialista político del diario CLARÍN. En calidad de tal es el encargado de escribir la columna política que aparecen en dicho diario los domingos. ¿Qué es un editorialista político? Alguien que debe realizar la ardua tarea de pensar cómo las personas tienen que interpretar los hechos que suceden a su alrededor, no vaya a darse el caso que estas mismas personas decidan forjarse una opinión propia sobre este mundo insensato. Es por ello que Eduardo Van der Kooy escribe esos editoriales. No se trata, por cierto, de un oficio demasiado exigente en los tiempos que corren, pues la mayor parte de las ideas que tiene que divulgar ya vienen cocinadas y predigeridas en la gerencia del multimedios CLARÍN. Nada queda librado al azar.

Eduardo Van der Kooy, en cumplimiento de sus funciones, escribió la columna política del día de la fecha del mencionado periódico, titulada "Los días que pueden venir sin Kirchner". Para ahorrarnos el trabajo de reproducir pasajes extensos de dicho texto, incluimos aquí el link desde donde se puede bajar el artículo completo: http://www.clarin.com/opinion/dias-pueden-venir-Kirchner_0_363563695.html

Eduardo Van der Kooy se enfrentó a un problema cuando comenzó a escribir la columna. Dado el enorme apoyo popular que recibió el kirchnerismo durante los funerales de Néstor Kirchner (1950-2010), no era posible arremeter directamente contra el gobierno de Cristina Fernández (n. 1953). Como todos sabemos, no hay nada que promueva más la mentira y la hipocresía que la masividad misma de los medios de comunicación. Eduardo Van der Kooy no puede expresar libremente lo que piensa del kirchnerismo y se ve obligado a apelar a una duplicidad digna de un cortesano renacentista.

Eduardo Van der Kooy resueve su problema apelando a la ambigüedad y a las medias palabras. En el fondo, sabe que tiene tiempo y que debe ir socavando lentamente el apoyo que recibió Cristina Fernández en estos días, evitando caer en la confrontación directa. Desde la muerte de Néstor Kirchner, CLARÍN parece haber decidido que la mejor estrategia consiste en bajar el nivel de confrontación e intentar presentar la imagen de un gobierno debilitado, para así arribar a una negociación. En el mediando plazo, 2011 mediante, CLARÍN aspira a volver a la situación anterior al comienzo de la ofensiva del kirchnerismo en favor de la Ley de Medios.

Tres son las movidas que nuestro ex periodista devenido en publicista realiza en el artículo que estamos analizando. En primer lugar, advierte en varias oportunidades sobre la carencia de un jefe del Partido Justicialista (PJ) luego del fallecimiento de Kirchner. Eduardo Van der Kooy hace alusión a la historia del PJ, a su necesidad de un liderazgo fuerte en todas las etapas de su historia, y concluye que "el peronismo no está habituado a funcionar, con cierto orden, sin la existencia de un jefe nítido. Kirchner era reconocido como tal." Por supuesto, Eduardo Van der Kooy se enfrenta a la cuestión de que la presidenta todavía sigue en funciones. Es por esto que establece una distinción entre el poder que tiene Cristina Fernández y la autoridad que tenía Néstor Kirchner. En pocas palabras, Cristina Fernández es una presidenta débil, sin la autoridad de su marido, que tiene que enfrentar a un PJ descabezado. Por supuesto, Eduardo Van der Kooy olvida el detalle de la magnitud de la movilización popular de los últimos días, la cual constituyó un gesto de apoyo al gobierno que no era esperado por ninguno de los integrantes de este. Pero un publicista no está para examinar detenidamente la realidad, sino para darle un formato más o menos periodístico a la línea que viene bajada desde los dueños de los medios.

En segundo lugar está la advertencia contra las tentaciones de "profundizar el modelo". Eduardo Van der Kooy sostiene que, puesto que Cristina Fernández es una presidenta débil, que tiene poder pero no autoridad y que carece de un partido que le responda sólidamente, tiene que evitar llevar adelante una política que continúe las iniciativas tomadas a partir de la derrota en las elecciones legislativas de 2009. En otras palabras, CLARÍN le dice a Cristina Fernández: a partir de ahora sólo les queda negociar, ya no pueden ir más adelante, carecen de la suficiente fuerza política para ello. Negocien, y tal vez nosotros estemos dispuestos a ceder algo. Así, al referirse a la afirmación de Aníbal Domingo Fernández (n. 1957), Jefe de Gabinete del Gobierno nacional, de que "la Presidenta está decidida a profundizar el modelo", Eduardo Van der Kooy responde que "si esas palabras tuvieran el mismo sentido que en su ocasión le dio Kirchner, no cabría esperar tiempos de tranquilidad y armonía en el país." Lisa y llanamente una advertencia. Cualquier semejanza con el "periodismo independiente" (o simplemente con el periodismo a secas) es mera casualidad. Ahora bien, el kirchnerismo no es un gobierno revolucionario. Tampoco ha llevado adelante un reformismo consecuente. Si ha impulsado algunas medidas (como la estatización de las AFJP y la Ley de Medios) que han generado el nerviosismo en vastos sectores de nuestra hipersensible clase dominante.

En Argentina, es la burguesía la clase social que tiene más desarrollada, por lejos, su conciencia de clase. Buena conocedora de la historia de nuestro país, sabe que tiene que cerrar el paso a cualquier intento de fortalecer el Estado y de que este se encuentre en buenas relaciones con los sindicatos. No se trata,. por cierto, de que los empresarios argentinos teman una revolución. Nada más alejado de esto. Pero su avidez por las ganancias es proverbial y no están dispuestos a ceder ni un peso en concepto de impuestos al Estado sin entablar una dura lucha. De esto se trata, en definitiva, el capitalismo. Es por eso que salen a marcarle la cancha a Cristina Fernández. La experiencia de la historia reciente de nuestro país muestra que no es una advertencia hueca. Basta recordar que en 2008 los empresarios del campo cortaron rutas y desabastecieron de alimentos a las ciudades para frenar un aumento de las retenciones a las importaciones.

Lo dicho en el párrafo anterior se conecta directamente con el tercer punto del artículo. Eduardo Van der Kooy se preocupa por indicar que el poder de Hugo Moyano (n. 1944), titular de la Confederación General del Trabajo (CGT) está debilitado. Así, escribe que "legisladores y gobernadores del PJ suponen que el protagonismo creciente de Moyano ensanchará la brecha con sectores sociales necesarios para el 2011". Con toda su enorme ambigüedad, el pasaje citado expresa una idea clara. Desde el punto de vista de los empresarios, Moyano tiene que ser reemplazado por alguien más proclive a la negociación, alguien que no salga con ideas raras como la participación en las ganancias de las empresas. Otra vez queda clara aquí la enorme avidez de ganancias de nuestros empresarios. Moyano no es ningún revolucionario y ha construido su poder con las mismas herramientas que casi todos los dirigentes sindicales. Pero molesta en tanto que, aceptando su papel de socio menor en el banquete de los empresarios, insiste en exigir siempre una tajada un poco mayor que la que le corresponde según los dueños del capital. Aquí no se trata de defender a Moyano, sino advertir sobre el verdadero interés de los empresarios, de los cuales CLARÍN hace de vocero a través del publicista Eduardo Van der Kooy. Los sindicalistas tienen que aceptar su rol subordinado, conformarse con los negocios que les tiran los empresarios y garantizar que la negrada (perdón, los trabajadores) no exija "demasiado". Ni hablar de eliminar la tercerización, la precarización, el sistema de ART y otras tantas herencias de la flexibilización laboral de los '90. Al empresariado no le molestan la patota sindical, la falta de democracia, la imposibilidad de presentar listas alternativas a las conducciones de los sindicatos. Ellos tienen claro que en la fábrica y en la oficina impera la dictadura de los dueños. Para ellos se trata, simplemente, de que los dirigentes sindicales no sean demasiado "codiciosos".

Para terminar. La preocupación por la pretendida "profundización del modelo" esconde, en definitiva, la preocupación por el creciente poder que tienen los sindicatos en un contexto marcado por una disminución de la tasa de desocupación, y por la aparición de una nueva militancia que no reconoce los "sacrosantos valores" del neoliberalismo. Además, tanto la ofensiva contra el monopolio de los dueños de los medios de comunicación como la sanción del matrimonio igualitario demostraron que las posiciones de las clases dominantes no son tan inexpugnables como había instalado el consenso neoliberal en los '90. Todo ello general preocupación entre todas "aquellas empresas a las que les interesa el país", y es por eso que quieren terminar cuanto antes con el kirchnerismo. No porque sea revolucionario, sino porque modificó los ejes de la discusión política en Argentina, corriéndolos de los límites corrientes en los '90. Para las clases dominantes se trata de construir un nuevo consenso, que impida "desbordes" y "tentaciones distribucionistas". Esa es la tarea de publicistas como Eduardo Van der Kooy.

Buenos Aires, domingo 31 de octubre de 2010

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