Goya, "Los desastres de la guerra" |
Ariel Mayo (UNSAM / ISP
Joaquín V. González)
“Los
pactos que no descansan en la espada no son más que palabras,
sin
fuerza para proteger al hombre, en modo alguno.”
Thomas
Hobbes, Leviatán
El estallido de la
guerra entre Rusia y Ucrania-OTAN en 2022 es parte del aumento de las tensiones
internacionales iniciado con el deterioro de la hegemonía política y económica
de EE. UU, consecuencia, entre otras cosas, del ascenso de China al rango de superpotencia.
¿Cómo abordar la nueva
situación internacional, cuya expresión más terrible es la guerra?
En este breve artículo
no nos proponemos analizar ni las causas del conflicto ni los rasgos que va
asumiendo el cambiante escenario internacional. En cambio, abordaremos otra
cuestión, que reaparece una y otra vez cuando se produce una crisis del sistema
internacional. Se trata del problema de las justificaciones de las acciones de
los Estados o, dicho de otro modo, el tema de los motivos que determinan esas
acciones.
Los voceros de varios
de los Estados en pugna (me refiero a EE. UU. y varios miembros de la OTAN)
ponen el acento en el enfoque ideológico: en Ucrania se enfrentan la libertad y
la democracia versus el autoritarismo y la dictadura. Según este enfoque, los
que combaten y mueren en las trincheras no son personas de carne y hueso, sino
los principios.
¿Qué pueden decir las
ciencias sociales al respecto?
El problema de las
relaciones entre los Estados es tan antiguo como la existencia misma de los
Estados. Por ello no es de extrañar que la filosofía política se ocupara de él.
Ya desde muy temprano se enunciaron una serie de principios sólidos que
permiten ir más allá de las justificaciones ideológicas o meramente económicas.
Lo curioso (no tan curioso) del caso es que esos logros se abandonan una y otra
vez cuando la propaganda tiene que convencer a las personas de ir a la guerra.
Así, la religión, la libertad, la civilización, la democracia y otras grandes
palabras son invocadas para justificar las guerras, sepultando los avances de
la ciencia de la sociedad.
La historia se repita
una y otra vez. Los argumentos se perfeccionan de una época a otra, así como
también los procedimientos técnicos para asesinar cada vez con mayor eficacia.
De ahí la importancia de retomar una línea de análisis que pone al desnudo los
motivos reales de las guerras. Si no podemos evitar las guerras, al menos
estamos en condiciones de develar sus motivos y quitar la máscara del patriotismo
(entre otras máscaras) a las clases dominantes que luchan por intereses
materiales. Esto parece más productivo que condenar la inmoralidad e
inhumanidad de la guerra
Tucídides (c. 460-c.
396 a. C.) fue un historiador griego, que vivió unos dos mil cuatrocientos años
antes que Putin, Zelensky, Biden y compañía. Fue partícipe e historiador de la
guerra del Peloponeso (431-404 a. C.)[1], un conflicto que enfrentó
a las polis de toda Grecia, encolumnadas detrás de Atenas o de Esparta.
La guerra fue devastadora y estuvo, como no podía ser de otra manera, plagada
de atrocidades. En especial, una de ellas captó la atención de Tucídides: el
sitio de la isla de Melos por Atenas en 416 a. C., que terminó con la ejecución
de todos los hombres y la esclavización de las mujeres y los niños[2]. La escueta referencia no
deja de producir escalofríos, que se intensifican si se tiene en cuenta la
disparidad de medios bélicos entre Atenas y Melos. La primera, una de las dos
grandes potencias del mundo griego, con la marina más poderosa de la Hélade; la
segunda, una pequeña comunidad que podía oponer a los atenienses apenas unos
cientos de combatientes. La suerte de Melos estaba echada desde el momento
mismo en que fue atacada por una flota ateniense, con el argumento de que los
melios se habían aliado a Esparta.
Tucídides dedica poco
espacio a los pormenores de la lucha, pues no cabía ninguna duda del resultado.
De hecho, resulta asombroso su interés en un episodio relativamente menor, que
no ejerció mayor influencia en el desarrollo militar de la contienda. Pero
Tucídides se concentra en los argumentos de una y otra parte, y escribe un
texto clásico dentro de una obra clásica: el Diálogo de los melios. No cabe
duda de que el ateniense Tucídides se sintió conmovido por la suerte de los
melios. Y ello le hizo escribir un lúcido análisis de las causas que determinan
las acciones de los Estados en el escenario internacional, el que puede ser
visto como la primera exposición de la corriente realista en relaciones
internacionales.
Masacre de My Lai, Vietnam del Sur (1968) |
Tucídides expone un
debate (probablemente imaginario) entre atenienses y melios, previo al
estallido de las hostilidades, cuando la flota de Atenas ya había desembarcado
tropas en la isla. Esto último da cuenta de que no se trataba de una
negociación llevada adelante en condiciones de serenidad; todo lo contrario: los
melios se hallaban entre la espada y la pared.
Los melios iniciaron el
debate procurando situarlo en el ámbito del derecho, algo razonable si se tiene
en cuenta la mencionada disparidad de fuerzas militares con los atenienses. Los
atenienses, en cambio, pusieron inmediatamente los límites de lo que se iba a
debatir:
“si
habéis venido a este coloquio para formular suposiciones sobre el futuro o para
cualquier otra cosa que no sea deliberar acerca de la salvación de vuestra
ciudad, partiendo de la situación presente y de la realidad que está ante
vuestros ojos, ya podemos levantar la sesión” (V, 87)
La enseñanza es clara:
quien tiene la fuerza, pone las condiciones y los términos de las negociaciones
diplomáticas. Sólo en una situación de paridad (relativa) de fuerzas las partes
aceptan negociar en condiciones de igualdad (relativa).
En este punto Tucídides
revela el secreto de las relaciones internacionales a través de las palabras de
los atenienses:
“Vosotros
habéis aprendido, igual que lo sabemos nosotros, que en las cuestiones
humanas las razones de derecho intervienen cuando se parte de una igualdad de
fuerzas, mientras que en caso contrario, los más fuertes determinan lo posible
y los débiles lo aceptan” (V, 89; el resaltado es mío – AM-)
De modo que la fuerza
rige las relaciones entre los Estados. Y el objetivo de cada Estado consiste en
preservar sus intereses, sin importar ni el derecho ni ética. Nuevamente tienen
la palabra los atenienses:
“Lo que
queremos demostrar es que estamos aquí para provecho de nuestro imperio
y que os haremos unas propuestas con vistas a la salvación de vuestra ciudad,
porque queremos dominaros sin problemas y conseguir que vuestra
salvación sea de utilidad para ambas partes” (Libro V, 91; el resaltado es mío
– AM-)
Como los melios tenían
esperanzas de que los espartanos acudieran en su auxilio, los atenienses
reafirman que la fuerza es el principio rector de las relaciones
internacionales:
“Los
lacedemonios, en sus relaciones entre ellos y en lo que concierne a las
instituciones de su país, practican la virtud en grado sumo; respecto a su
comportamiento con los demás, en cambio, cabría decir muchas cosas, pero,
para resumir brevemente, podríamos manifestar que de los pueblos que conocemos
son los que, de la forma más clara, consideran honroso lo que les da placer
y justo lo que les conviene” (V, 105; el resaltado es mío – AM-)
En pocas palabras, ni
los atenienses ni los espartanos se regían por el derecho ni la justicia.
Utilizaban la fuerza contra los Estados más débiles para imponer los objetivos
de su política.
Esta presentación del
argumento ateniense contiene los principios básicos que rigen la política
exterior de los países. Tucídides no pudo evitar la tragedia de Melos, pero
tuvo la lucidez de poner al desnudo las razones que sustentaban la política
exterior de Atenas. Con ello contribuyó de modo inestimable a la construcción
de la teoría de la sociedad. Tucídides mostró que, detrás de las grandes
palabras (libertad, honor, democracia) el rey estaba desnudo. O, mejor dicho,
estaba vestido con las ropas de los intereses materiales.
Invasión estadounidense a Granada (1983) |
El 25 de octubre de 1983 los EE. UU. invadieron la isla caribeña de Granada (344 Km² y poco más de 100000 habitantes). La excusa de la invasión era terminar con la amenaza que representaba el régimen granadino para la seguridad de la superpotencia. Lo inverosímil de la justificación corría parejo con la inconmensurable superioridad militar norteamericana.
Entre la ocupación de
Melos y la invasión a Granada transcurrieron poco más de 2400 años. Las
diferencias entre la organización social ateniense y la estadounidense son
notorias. Pero la política internacional continua rigiéndose por principios
semejantes.
La semejanza entre
Melos y Granada puede llevar a adoptar una visión pesimista de los asuntos
humanos. Es comprensible. Pero hay otra actitud posible: investigar las causas
que determinan que la fuerza sea un elemento central en el sistema
internacional. EE. UU, y Rusia, como Atenas y Esparta en la antigüedad,
utilizan la fuerza para conseguir sus intereses. Pero ello no quita que sea
necesario indagar qué condiciones son necesarias en cada época para el uso de
la fuerza.
La clarificación del
papel jugado por la violencia modifica la relación de fuerzas, pues la
conciencia de que es la fuerza (y no la ideología) el medio que determina la
posición de cada Estado en el escenario internacional se convierte en un factor
significativo. En pocas palabras, la ciencia permite conocer las condiciones de
posibilidad para el uso de la fuerza. Eso no alcanza para evitar tragedias como
la de Melos, pero es un comienzo.
Villa del Parque, domingo
2 de julio de 2023
NOTAS:
[1] Es autor de Historia de la guerra
del Peloponeso. Todas las citas del presente artículo corresponden a la
traducción española de Juan José Torres Esbarranch: Madrid, Gredos, 2007 (tomo
III, que contiene los Libros V-VI de la obra).
[2] “…llegó de Atenas un nuevo cuerpo
expedicionario al mando de Filócrates, hijo de Demeas, los melios ya se vieron
asediados con todo rigor; entonces, al aparecer por añadidura la traición entre
ellos, se rindieron a los atenienses, entregándose a su discreción. Los
atenienses mataron a todos los melios adultos que apresaron y redujeron a la
esclavitud a niños y mujeres.” (V, 116, 3-4)
Como dijo Lenin: 'Salvo el poder, todo es ilusión'
ResponderEliminarKaniel, gracias por comentar. Saludos,
ResponderEliminarErnesto Radice
ResponderEliminarExcelente!
X éso, sin FFAA no hay soberanía posible.
Gracias por comentar, Ernesto. Saludos,
ResponderEliminarMuy interesante. Pienso, también, en la Guerra Guazú que terminó con la población masculina
ResponderEliminaradulta de Paraguay.
No supe firmar. Soy GIOVANA Tognolini de este grupo.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasar a comentar, Giovana. Saludos,
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