martes, 26 de abril de 2022

DIVISIÓN DEL TRABAJO Y LAZO SOCIAL EN DURKHEIM

 

Ciudad de Shanghái, República Popular China


“Intentamos determinar lo que es y lo que ha sido,

no lo que debe ser.”

Émile Durkheim

 

Émile Durkheim (1858-1917) dedicó su tesis doctoral al estudio de una cuestión que era motivo de preocupación para sociólogos y economistas: la naturaleza del lazo social, esto es, los vínculos que mantiene unidos a los seres humanos en el marco de una sociedad. 

En la segunda mitad del siglo XIX los cambios provocados por el desarrollo del capitalismo tenían carácter cataclísmico para quienes los  experimentaban en carne propia. Todo parecía contribuir a la desintegración de la sociedad; en especial, el creciente egoísmo de los individuos, algo normal para nosotros, ciudadanos del siglo XXI, pero que resultaba chocante para quienes habían vivido en el marco de comunidades más o menos unidas y que ahora se enfrentaban a la transformación acelerada, con normas y costumbres bien diferentes de las que tenían antes de la transición.

Sin embargo, a pesar de todo, la sociedad no desaparecía. 

¿Cómo era posible la persistencia de los vínculos sociales si los individuos se volvían más y más egoístas, si el individualismo estaba a flor de piel en las calles y en las casas? 

Muchos intelectuales, filósofos y científicos sociales buscaron la respuesta a la pregunta. Algunos de ellos comenzaron a desesperar e invocaron nuevamente a una religión que perdía fuerza a la par que crecía el poder del dinero. Este fue el caso de Auguste Comte (1798-1857), quien a pesar de toda su prédica en favor de la ciencia terminó sus días proclamando la necesidad de una religión positivista, como recurso para evitar los conflictos al interior de la sociedad. 

Otros siguieron un camino diferente y prestaron atención al modo en que las relaciones de producción iban configurando nuevos lazos sociales. Adam Smith (1723-1790), por ejemplo, destacó el rol de la división del trabajo en la conformación de una nueva economía, que no solo producía cantidades crecientes de riqueza sino que también estaba cambiando los vínculos entre las personas. En este sentido, su famosa metáfora de la “mano invisible” del mercado decía mucho más de lo que sus partidarios y sus críticos estaban dispuestos a admitir. Smith comprendió que las acciones de las personas, más allá de sus intenciones egoístas, provocaban efectos no buscados por ellas, efectos que mostraban la existencia de vínculos de nuevo tipo. El economista escocés se limitó a registrar que esos efectos no buscados consistían, sobre todo, en un aumento de la riqueza general de toda la sociedad y que eran consecuencia del incremento de la división del trabajo. Pero esta última quedó confinada al terreno de la economía política. 

Karl Marx (1818-1883) dedicó especial atención al problema de las relaciones sociales en el capitalismo; el cuarto apartado del capítulo primero de El capital (1867), el famoso “fetichismo de la mercancía” , es una muestra de ese interés. Pero Marx era socialista y su obra era ignorada más o menos amablemente, cuando no rabiosamente, por quienes se dedicaban al nuevo campo de las ciencias sociales.

Así eran las cosas cuando un joven científico social francés, Émile Durkheim, vino a poner en el centro del debate la cuestión del lazo social. Lo hizo a través de una obra notable, su tesis doctoral titulada precisamente La división del trabajo social (1893). Allí abordó el problema del papel de la división del trabajo en la conformación de un nuevo tipo de lazos sociales. La ciencia de la sociedad (o sociología en su acepción más limitada) ganó una batalla crucial, pues arrebató a la economía la exclusividad en el tratamiento de la cuestión y, de ese modo, avanzó en el abordaje de la sociedad como totalidad

Aquí nos limitaremos al análisis de la manera en que Durkheim desarrolla el tema de la división del trabajo en el Libro 1 de la obra mencionada. [1]

En el capítulo I del Libro 1 [2], Durkheim se concentra en dos cuestiones: a) determinar en qué consiste la función social de la división del trabajo; b) formular indicadores para estudiar dicha función.


El concepto de función

Antes de poner manos a la obra, se dedica a definir el concepto de función. El asunto tiene su importancia. Durante mucho tiempo se había pensado que las cosas, tanto las humanas como las naturales, tenian un rol preestablecido. Todo lo que sucedía en el universo era parte de un plan, generalmente divino (aunque había versiones laicas), según el cual cada ser y cada cosa formaba parte de un ordenamiento establecido desde el origen de los tiempos por los dioses. Los corolarios de esta concepción eran: a) todo tenía una función en el marco de ese plan; b) las funciones estaban ordenadas en una jerarquía; c) nada ni nadie podía escapar a la función que le correspondía.

La concepción anterior tenía un antagonista que, no obstante, constituía su reflejo invertido: algunos sostenían que el mundo social era producto de la voluntad de las personas, quienes creaban la sociedad y el Estado por medio de un pacto o contrato. 

De todos modos, ya fuese Dios o la voluntad de cada individuo la fuente del ordenamiento social, lo concreto era que cada institución, cada persona, desempeñaba una función preestablecida de antemano.

Durkheim propone un esquema diferente. Para él una función designa “un vínculo de correspondencia que existe entre [ciertos movimientos vitales] y algunas necesidades del organismo” (p. 131) Por eso, “preguntarse cuál es la función de la división del trabajo es entonces preguntarse a qué necesidad corresponde” (p. 131) 

Ahora bien, esta función no responde a una plan establecido de antemano. Durkheim desarrolla una perspectiva diferente, que rechaza el finalismo o la teleología como explicaciones de la división del trabajo:

“No podemos usar las palabras fin u objeto y hablar del propósito de la división del trabajo, porque eso sería suponer que la división del trabajo existe en vista a los resultados que vamos a determinar. Los términos resultados o efectos tampoco pueden satisfacernos, porque no despiertan ninguna idea de correspondencia. Por el contrario, las palabras rol o función tienen la gran ventaja de implicar esta idea, pero sin prejuzgar nada sobre la cuestión de cómo se ha establecido esta correspondencia, si resulta de una adaptación intencional y preconcebida o de un ajuste tardío.” (pp. 131-132)


La división del trabajo como fuente de obligaciones morales

Desde la publicación de La riqueza de las naciones (1776), de Adam Smith, era sabido que la división del trabajo respondía a la necesidad económica de aumentar la productividad de la producción. Pero los economistas no decían nada acerca de las obligaciones morales que, eventualmente, podrían derivarse de la acción de la división del trabajo. 

Durkheim amplía el alcance de la división del trabajo, yendo más allá de la concepción unilateral de la economía política. Para llevar a cabo esa tarea se ve obligado, también, a dejar de lado una concepción limitada de la moral, según la cual ésta estaba constituida por los actos nobles realizados por las personas.. En otras palabras, para los partidarios de esa concepción, un acto moral era un acto digno de elogio.

La moral iba más allá de las acciones individuales. Era un sistema de obligaciones que ejercía coerción sobre las personas.

“El dominio de la ética [3] (...) comprende todas las reglas de acción que se imponen imperativamente a la conducta y a las cuales está ligada una sanción” (p. 135).

En este sentido, 

“La moral nos somete a seguir un camino determinado hacia un fin definido, quien dice obligación dice al mismo tiempo coerción.” (p. 133)

La moral rige las relaciones sociales (es decir, las relaciones que se entablan entre los individuos). Esto es indispensable para coordinar el funcionamiento de esa totalidad compleja que es la sociedad:

“La moral es el mínimum indispensable, lo estrictamente necesario, el pan cotidiano sin el cual las sociedades no pueden existir.” (p. 133)

Ahora bien, de un lado tenemos a la división del trabajo y del otro a la moral. Pero todavía no se ve la ligazón entre ambos fenómenos. Esta cuestión es resuelta en el segundo apartado del capítulo que estamos analizando.

El motivo principal que obstaculiza la percepción de la división del trabajo como creadora de obligaciones morales es la especialización generada por aquella. La especialización profundiza la diferenciación entre las personas, y se consideraba que ella acarreaba incomprensión y alejamiento. En otras palabras, la división del trabajo era fuente de disgregación social.

Durkheim contrarresta el argumento anterior apelando a dos ejemplos sencillos: la amistad y la sociedad conyugal. Se pregunta qué mantiene unidos a los amigos y a los esposos, y llega a la conclusión de que la unión surge no sólo de lo semejante, sino también de lo que es diferente. Dicho de otro modo, la diferencia también genera atracción. Pero ojo, no se trata de cualquier diferencia:

“No hay más que un cierto género de diferencias (...) que se atraen mutuamente: son aquellas que, en lugar de oponerse y excluirse, se completan mutuamente.” (p. 136)

El análisis de la amistad y de la sociedad conyugal lleva a Durkheim a la siguiente conclusión:

“El efecto más notable de la división del trabajo no es que ella aumenta el rendimiento de las funciones divididas, sino que las vuelve solidarias.” (p. 141)

De este modo, la división del trabajo es fuente de lazos sociales. No obstante, era necesario determinar si este análisis podía extenderse a grupos más grandes que el grupo de amigos o la sociedad conyugal. En otros términos, ¿las conclusiones del análisis eran válidas para la sociedad en su conjunto?

La respuesta de Durkheim es afirmativa y, en rigor, la obra está dedicada a proporcionar argumentos en favor de ella. Por el momento, adelanta lo siguiente:

“Se ligan entre sí individuos que, de otro modo, serían independientes; en lugar de desarrollarse separadamente, coordinan sus esfuerzos; son solidarios y con una solidaridad que no actúan sólo en los cortos instantes en los que se intercambian sus servicios, sino que se extiende mucho más allá.” (p. 141)

La división del trabajo es un sistema de relaciones sociales cuya función primordial es mantener la unidad de la sociedad. Ella es la fuente del lazo social.

“Estas grandes sociedades políticas tampoco pueden mantenerse en equilibrio sino gracias a la especialización de tareas; que la división de tareas es la fuente, si no la única, al menos principal, de la solidaridad social.” (pp. 142-143)

El tratamiento durkheimiano de la división del trabajo se concentra, pues, en su función como creadora de lazos sociales. La tesis de Durkheim consiste en plantear que la división del trabajo es la fuente de solidaridad social en el capitalismo.

“[La división del trabajo social] jugaría un rol mucho más importante que el que generalmente se le atribuye [4] (...) Sería por ella - o, al menos, sobre todo por ella - que se vería asegurada su cohesión [de la sociedad]; ella determinaría los rasgos esenciales de su constitución.” (p. 143)

En consecuencia, si la función de la división del trabajo es asegurar la cohesión de la sociedad,

“Esta [división del trabajo social] debe tener un carácter moral, pues las necesidades de orden, de armonía y de solidaridad social pasan generalmente por ser morales.” (p. 143)

Como quiera que sea, enunciar una tesis no implica probar su verdad. Es por ello que Durkheim dedica el último apartado del capítulo 1 a presentar los indicadores que utilizará para demostrar la función social de la división del trabajo.


¿Cómo probar la función social de la división del trabajo? Derecho y conclusión (provisoria).

A diferencia de la producción anual de trigo, o del consumo diario de electricidad, la función social de la división del trabajo no puede medirse de manera sencilla. Sin una medida, aunque sea aproximada, de la intensidad de la acción cohesionante de la división del trabajo, el análisis durkheimiano carece de sustancia científica. Es por ello que, como ocurre en el conjunto de su obra, Durkheim se esfuerza por hallar indicadores de los hechos sociales que estudia.

En el caso de la división del trabajo, el indicador elegido es el derecho [5]:

“Puesto que el derecho reproduce las formas principales de la solidaridad social, no tenemos más que clasificar las diferentes especies del mismo para buscar inmediatamente cuáles son los distintos tipos de solidaridad social que les corresponden. Es probable que exista una que simbolice esta solidaridad específica cuya causa es la división del trabajo.” (p. 147)

Aquí no podemos desarrollar en extenso este tema. Basta con señalar que Durkheim considera que “todo precepto de derecho puede ser definido como una regla de conducta sancionada” (p. 148). De modo que las normas jurídicas pueden clasificarse según el tipo de sanción al que están ligadas. En este sentido, existen dos clase de reglas jurídicas: a) las que contienen sanciones represivas, que “consisten esencialmente en un daño o, al menos, un menoscabo, infligido al agente, al que se proponen herir en su fortuna, en su honor, en su vida o en su libertad, o privarlo de alguna cosa de la que disfruta.” (p. 148); b) las que disponen sanciones restitutivas, que consisten “en volver a poner las cosas en su lugar, en restablecer bajo su forma normal los vínculos perturbados, ya sea volviendo por la fuerza el acto incriminado al tipo del que se ha desviado o anulándolo, es decir, privándolo de todo valor social.” (p. 148)

Durkheim identifica, a partir de lo anterior, dos especies jurídicas: la primera, que contiene sanciones represivas, está conformada por el derecho penal; la segunda, que contiene sanciones restitutivas, abarca el derecho civil, el derecho comercial, el derecho procesal, el derecho administrativo y el derecho constitucional.

La mesa está servida. De ahora en adelante Durkheim se dedicará a averiguar a qué clase de solidaridad social corresponde cada una de las especies del derecho.

Pero eso será materia de otras fichas.

 

Villa del Parque, martes 26 de abril de 2022


NOTAS:

[1] Utilicé la traducción española de Rocío Annunziata: Durkheim, E. [1° edición: 1893]. (2008). La división del trabajo social. Buenos Aires, Argentina: Gorla. 452 pp.

[2] El Libro 1 tiene por título: “La función de la división del trabajo”. El capítulo I, por su parte, se titula: “Método para determinar esta función” (pp. 131-148).

[3] Durkheim usa moral y ética como sinónimos. No obstante, corresponde señalar que la moral puede ser definida como el conjunto de reglas de acción existentes en una sociedad y en una época determinada. En cambio, la ética está constituida por los supuestos que sirven de fundamento a ese conjunto de reglas de acción.

[4] Durkheim reconoce que Comte, en su Curso de filosofía positiva, fue “el primer sociólogo - hasta donde conocemos-  que ha señalado en la división del trabajo algo más que un fenómeno puramente económico.” (p. 143).

[5] Durkheim vuelve a abordar el papel del crimen y del derecho en la investigación sociológica en Las reglas del método sociológico (1895), capítulo III, apartado III.

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