sábado, 9 de octubre de 2021

CLÁSICOS RIOPLATENSES: VILLANUEVA, "EL ORIGEN DE LA INDUSTRIALIZACIÓN ARGENTINA" (1972)


Puente de Barracas, Benito Quinquela Martín


Uno de los rasgos distintivos de la formación social argentina es el carácter temprano de su industrialización, si se la compara con el resto de América Latina; ella permite comprender el peso de la clase obrera en la vida política del país. Esto es ampliamente reconocido por los científicos sociales; sin embargo, no existe acuerdo respecto a la datación del desarrollo industrial. En años recientes, varios historiadores revisaron la teoría tradicional, que situaba el comienzo del desarrollo industrial en la década de 1930. Hay antecedentes de esta revisión: uno de ellos es el artículo de Javier Villanueva, “El origen de la industrialización argentina”, publicado en la revista Desarrollo Económico. [1]

Villanueva se propuso discutir algunos aspectos fundamentales de la versión “olímpica” de la génesis de la industria; la denomina así porque observa los hechos desde las alturas, perdiendo de vista los detalles en los que se encuentran las claves para entender el proceso. La resume así: 

“Como resultado de las dificultades para exportar (e importar bienes y capitales) emergentes de la Gran Depresión, mejoraron los precios relativos de los productos manufacturados localmente en nuestros países. Con el apoyo de una política económica destinada a mantener el nivel de la demanda interna, la rentabilidad de la industria local resultó acrecentada con relación al tradicional sector agroexportador. La consecuencia de este cambio en las posiciones relativas entre ambos sectores dio origen a una transferencia interna de recursos a favor de los bienes importables. [La cual] permitió el crecimiento de la industria local a niveles no conocidos hasta entonces. La depresión, a través del mecanismo descripto, había (...) logrado producir una ruptura en la tendencia anterior en materia de crecimiento industrial.” (p. 451)

La versión olímpica se basa en : a) efecto reajuste, entendido como mayor utilización de la capacidad industrial preexistente; b) efecto transferencia, consistente en la ampliación de la capacidad de producción manufacturera por reorientación de los recursos locales.

La existencia de capacidad industrial ociosa a principio de los años ‘30 nos pone sobreaviso: ya había industria en Argentina antes de esa fecha. Villanueva indica que el fenómeno de la expansión industrial en esa década debe ubicarse “dentro de un proceso de evolución que arranca desde muchos años antes de la década de la Depresión mundial” (p. 454) Para fundamentarlo compara distintos indicadores: 

  • La tasa de crecimiento industrial fue igual o mayor en 1911-1929 que en el período 1929-1939. En la década de 1930 no hubo una clara discontinuidad con el pasado. 

  • La participación porcentual de la industria en la producción total del país tampoco muestra cambios abruptos entre los dos períodos.

  • La composición del producto manufacturero muestra que en los años ‘30 se produjo cierto despegue en productos metálicos y, sobre todo, en textiles.

  • La comparación de establecimientos industriales según fecha de fundación (fuente: Censos Industriales de 1935 y 1946) muestra que en 1935 el 78 % de la producción industrial se realizaba en establecimientos fundados antes de 1930, número que cae al 60 % en 1946.

  • Respecto a la inversión: la inversión bruta fija en el sector manufacturero tuvo tres picos máximos: 1913, 1929-1930 y 1937. La tasa de inversión más elevada en el sector industrial se dio en 1923-1929, en tanto que la inversión en equipo y maquinaria industrial alcanzó su pico en 1924-1930 (cifra no superada hasta la SGM). En 1930 se verificó el pico en inversiones en construcciones, que no volvió a darse hasta 1946.

El autor concluye que es preciso modificar nuestra imagen del proceso de industrialización argentino. Se trató de una expansión paulatina, que fue generando cambios importantes dentro de la estructura industrial. Para la comprensión del proceso hay que poner la lupa en los cambios en la composición de la producción industrial. Aquí jugó un rol central el aumento de la inversión, y esto obliga a poner la mirada en la década de 1920, en la se produjo la confluencia de dos factores: por un lado, la oleada de inversiones de empresas internacionales (sobre todo norteamericanas), que introdujeron nuevos bienes y nuevas formas de producción y organización; por otro, la política del presidente Alvear, quien en su discurso inaugural en 1923 se distanció de la interpretación tradicional de la industrialización (que postulaba que había que utilizar materias primas locales) y apoyó el desarrollo de industrias que usaran materias primas extranjeras. El gobierno alvearista promovió una mejora en la protección aduanera a la industria. Como resultado de todo esto comenzaron a producirse localmente caucho, artefactos eléctricos, subproductos del petróleo, etc.

La radicación de empresas extranjeras, tecnológicamente avanzadas y que detentaban posiciones oligopólicas en sus países de origen, requirió dos condiciones: a) seguridad del mercado local en vías de expansión a través de protección tarifaria adecuada; b) preservación de los derechos de exclusividad sobre tecnologías y marcas por la vía de las patentes. 

En la década de 1920 Argentina importaba de Gran Bretaña bienes terminados; las nuevas empresas importaban equipos, partes, materias primas y patentes. La Gran Depresión cortó este circuito: las divisas se volvieron escasas; las empresas inglesas y norteamericanas compitieron por ellas. El Pacto Roca-Runciman (1933) benefició a GB, al establecer una política comercial de neto corte bilateral; se instauró el control de cambios y las divisas disponibles se destinaron al intercambio financiero y de bienes entre Argentina y GB.

Las empresas norteamericanas (y de otras naciones) respondieron por medio de la instalación local de sus firmas. Entre 1936-1938 se produjo el crecimiento de la IED. El control de cambios generó barreras a las importaciones (importar era más caro que producir localmente); sin embargo, el gobierno siguió promoviendo la instalación de nuevas empresas, pues ello estimulaba el empleo industrial. La prioridad en el uso de divisas era proveer los insumos necesarios para la industria. Las empresas norteamericanas aprovecharon la situación y se instalaron en el país (sobre todo en el rubro textil). 

En síntesis, la estrategia adoptada por Argentina en 1933 constaba de dos patas complementarias: a) mantenimiento de las relaciones con GB y el equilibrio de poderes interno (ganaderos); b) estímulo del empleo industrial y la IED.


Villa del Parque, sábado 9 de octubre de 2021



Abreviaturas

GB = Gran Bretaña / IED = Inversión extranjera directa / SGM = Segunda Guerra Mundial

Notas

[1] Villanueva, J. (1972). El origen de la industrialización argentina. Desarrollo Económico, 12, (47), pp. 451-476.


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