Portada de la 2° edición (2005) |
“La convergencia de los planes de Perón y algunas tendencias básicas
del movimiento obrero de la época había dado a luz, así, a un híbrido
inédito hasta entonces: un movimiento político de base obrera y popular
dirigido por un militar autoritario y personalista.”
Hugo del Campo (n. 1941)
El peronismo es la llave maestra para comprender la peculiar conformación de la sociedad argentina. Por ello no resulta extraño que las disputas políticas en Argentina giren en torno al movimiento peronista. Lo mismo ocurre con los debates académicos, en la medida en que tienen por objeto explicar el rumbo seguido por nuestro país a partir de 1945.
El debate sobre los orígenes del peronismo, desarrollado en las ciencias sociales desde la década de 1960, proveyó un material riquísimo para entender el movimiento político liderado por Juan Domingo Perón (1895-1974). Entre las contribuciones al debate destaca el libro de Hugo del Campo, Sindicalismo y peronismo: Los comienzos de un vínculo perdurable, cuya primera edición data de 1983. [1]
Las líneas generales del debate pueden resumirse así: algunos, entre quienes que sobresale el sociólogo ítalo argentino Gino Germani (1911-1979), afirman que el peronismo surgió de la manipulación por el entonces coronel Perón de una masa de trabajadores recientemente incorporados a la clase obrera, como consecuencia de las migraciones internas (que iban del campo a la ciudad). Esos trabajadores, faltos de experiencia sindical y política, fueron presa fácil para Perón. [2] Otros, entre los que cabe mencionar a los sociólogos argentinos Juan Carlos Portantiero (1934-2007) y Miguel Murmis (n. 1933), sostienen que la clase trabajadora organizada (la “vieja” clase obrera, por contraposición a los migrantes recientes) jugó un papel crucial en el surgimiento del movimiento peronista.
La tesis de Germani se entronca con una idea común a peronistas y antiperonistas, pues destaca el papel del Líder y la pasividad de la Masa (en definitiva, una concepción verticalista de la política, tan cara al peronismo). La tesis de Murmis y Portantiero, con todas las críticas que se le han hecho, fue más fructífera en términos científicos y políticos, pues puso la atención en el papel activo de los trabajadores en el surgimiento del peronismo.
El libro de del Campo se inscribe en la línea de trabajo inaugurada por Murmis y Portantiero. El autor relativiza la importancia de la distinción entre “viejos” y “nuevos” trabajadores, pues la insuficiencia de los datos empíricos impide llegar a una conclusión definitiva sobre el peso de unos y otros en los acontecimientos del período 1943-1946. [3] En cambio, se concentra en el desarrollo político y organizativo del MO anterior a 1943:
“El problema de la transición del sindicalismo preperonista al sindicalismo peronista (...) se presenta, a mi juicio, como el asunto más crucial de la historia del movimiento obrero argentino y, en cierto modo, de toda nuestra historia más reciente.” (p. 20).
Esta forma de encarar la cuestión del origen del peronismo lleva al autor a plantear que la tarea principal es “mostrar el papel activo desempeñado por los dirigentes sindicales en la época de la formación del peronismo” (p. 15).
La obra está dividida en dos partes. En la primera, que consta de cuatro capítulos, el profesor del Campo describe el MO hasta 1943, prestando especial atención a la corriente sindicalista, que se volvió hegemónica en 1915 (en el IX Congreso de la FORA) y conservó esa posición hasta 1935 (cuando los sindicalistas fueron desplazados del control de la CGT por un golpe de mano que contó con la participación de socialistas y comunistas). [4] En sus comienzos el sindicalismo proponía la acción directa y la confrontación con el Estado para derrocar al capitalismo; sin embargo, en la década de 1930 sus rasgos principales eran bien distintos: burocratización, reformismo pragmático y vinculación con el poder político (p. 26). El predominio sindicalista en el MO durante dos décadas es el “eslabón perdido” para comprender el papel de la clase obrera en el surgimiento del peronismo. El sindicalismo proporcionó una ideología y unos métodos que allanaron el camino a la confluencia entre el MO y Perón. El pragmatismo desplegado por los sindicalistas en sus relaciones con el Estado y las empresas coincidió con el pragmatismo de Perón, ávido de crear una base social para sus aspiraciones presidenciales.
En la segunda parte del libro (El movimiento obrero y el coronel Perón) el autor describe el proceso de acercamiento entre Perón y el MO, que desembocó en el 17 de octubre de 1945 y el triunfo de Perón en las elecciones presidenciales de febrero de 1946. Consta de seis capítulos y combina de manera brillante el análisis y la narración de los acontecimientos. El profesor del Campo logra presentar el surgimiento del peronismo como un proceso dinámico y contradictorio, en el que los protagonistas se ven arrastrados más allá de sus previsiones y expectativas. Así, el fracaso del proyecto inicial de Perón, quien buscó el apoyo de los partidos políticos, los empresarios y los trabajadores para construir su carrera política (fracaso derivado del rechazo de los partidos y de los empresarios), obligó al coronel a concentrarse en la clase obrera, su único capital político durante 1945. Por eso la alusión al fascismo de Perón, tantas veces formulada por antiperonistas de derecha e izquierda, resulta irrelevante al momento de explicar el curso de los acontecimientos de 1943-1946. Una de las claves del éxito de Perón es su pragmatismo, que hacía que siempre antepusiera sus objetivos políticos a las convicciones ideológicas. Por eso supo maniobrar con destreza en las circunstancias excepcionales de 1943-1946, algo que contrasta con la torpeza de maniobra de sus adversarios políticos.
Pero la acción de Perón no alcanzaba por sí sola, por más notable que fuera su capacidad política, para dar origen a un movimiento de la magnitud del peronismo. El gran mérito de la obra del profesor del Campo consiste en demostrar el papel fundamental del MO en la aparición del peronismo.
En la década de 1930 el MO desarrolló una ideología pragmática, burocrática, proclive a buscar acuerdos con el Estado; no obstante ello, no había ninguna garantía de éxito en alinearse detrás del proyecto político del coronel Perón. El MO había llegado dividido a 1943 [5]; sus dirigentes podían anotar pocos éxitos en su haber, por eso sus aceptaron las concesiones realizadas por Perón a través del DNT y la STP; sin embargo, fueron cautelosos en su apoyo al coronel, pues ir tras él representaba un salto al vacío, que implicaba en muchos casos abandonar viejas lealtades políticas (sobre todo para aquellos que militaban en el PS). Perón venció esa desconfianza convirtiendo en hechos las reivindicaciones exigidas por el MO organizado. A su vez, las concesiones al MO alejaban de Perón a los capitalistas, quienes cerraron filas con la oposición política (la Unión Democrática).
“...Perón había logrado ganar la confianza de vastos sectores de la clase trabajadora gracias, sobre todo, a la acción de la STP. Esa acción le había enajenado, en cambio, el apoyo de los sectores capitalistas, que Perón nunca había dejado de solicitar y que era indispensable para su proyecto basado en la conciliación de clases y en la unidad nacional. Paradójicamente, un proceso iniciado con esos objetivos iba a desembocar en la más profunda división y el más radical enfrentamiento que había conocido el país durante el siglo XX. Ante ese enfrentamiento que no podía evitar, Perón debía optar por una de las fuerzas y proceder a una progresiva redefinición de sus enemigos.” (p. 220).
La clave del apoyo obrero a Perón reside en las conquistas obtenidas por los trabajadores a través de la STP. Es innegable que Perón utilizó la represión y/o la conformación de sindicatos paralelos frente a los irreductibles (los militantes comunistas y socialistas), pero eso fue secundario. Los trabajadores se hicieron peronistas porque obtuvieron ganancias concretas en lo salarial y en las condiciones laborales. La adhesión al peronismo fue el producto de una elección racional de los obreros, no la consecuencia de la manipulación y/o la violencia.
El autor enfatiza el hecho de que el primer sindicato en apoyar la política de Perón fue la Unión Ferroviaria:
“El hábil y eficaz desempeño de Mercante [6] y sus asesores, así como la cantidad de reivindicaciones logradas y la actitud tradicionalmente pragmática del gremio hicieron, pues, que la organización sindical más importante del país - por su número, organización y disciplina, así como por su influencia sobre las demás - fuera la primera en depositar su confianza en el coronel Perón. Se trataba, por otra parte, de un gremio privilegiado, con mejores salarios y condiciones de trabajo que casi todos los demás y con una estabilidad desconocida por el resto de los trabajadores, lo que hacía el acceso a sus filas muy difícil, casi hereditario.
Esto contradice (...) la versión habitual que presenta al peronismo asentándose sobre los sectores menos organizados y más explotados de la clase obrera, formados por trabajadores de reciente origen inmigratorio. Demuestra, por el contrario, cómo el reformismo pragmático practicado por Perón respondía a las necesidades de todos los sectores de esa clase, aun los mejor ubicados, y desmiente la afirmación de que fue la falta de experiencia sindical y política la que llevó a las masas trabajadoras a apoyar a Perón, ya que no había ningún gremio en que esa experiencia fuera más sólida que entre los ferroviarios.” (p. 256).
El acercamiento del MO a Perón fue un proceso complejo, que no puede reducirse a estereotipos y fórmulas fáciles, difundidos por peronistas y antiperonistas. La experiencia efímera del Partido Laborista (conformado por los sindicatos para apoyar la candidatura presidencial de Perón) demuestra que la dirigencia sindical trató de mantener su autonomía frente al poder político. El autor dedica el capítulo 6 de la segunda parte (Un partido sindical, pp. 323-360) al análisis de esa experiencia, abortada rápidamente por Perón, quien luego del triunfo electoral decidió suprimir el partido y avanzar decisivamente sobre la autonomía del MO.
“...su [de Perón] concepción autoritaria del poder difícilmente podría soportar los controles y limitaciones que implicaba la subsistencia de una estructura partidaria democráticamente articulada como era la del PL [Partido Laborista]. Su virtuosismo político, que se había basado siempre en un pragmatismo ilimitado, exigía, para poder ejercitarse eficazmente, la más amplia libertad de movimiento. Finalmente, disponiendo ya legalmente de todos los resortes del poder [luego de su victoria electoral de febrero de 1946], el apoyo de los dirigentes sindicales perdía mucha de la importancia que había tenido en el momento de luchar por alcanzarlo. Pronto habrá advertido Perón, por ejemplo, que las ampliadas posibilidades de mantener un contacto directo con las masas y la notable eficacia de sus recursos en ese terreno hacían prácticamente innecesaria la existencia de intermediarios.” (p. 353).
En síntesis, el libro de del Campo resulta fundamental para la comprensión del momento más crucial de la historia argentina contemporánea.
Villa del Parque, lunes 8 de febrero de 2021
ABREVIATURAS:
DNT = Departamento Nacional del Trabajo / MO = Movimiento obrero / PS = Partido Socialista / STP = Secretaría de Trabajo y Previsión
NOTAS:
[1] Para la elaboración de esta reseña utilicé la siguiente edición: Campo, H. del. (2005). Sindicalismo y peronismo: Los comienzos de un vínculo perdurable. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI. 392 p. La primera edición del libro data de 1983 y fue publicada en Buenos Aires por CLACSO.
[2] “Todas esas interpretaciones (...) coinciden, a mi juicio, en un punto común: en ellas los dirigentes sindicales aparecen como un elemento pasivo, impulsado o manipulado por Perón.” (p. 14).
[3] “Creo que es evidente que Perón recibió apoyos provenientes de ambos y que es imposible medir con exactitud su peso respectivo.” (p. 15).
[4] La FORA (Federación Obrera Regional Argentina) era la central obrera fundada por los anarquistas en 1904. En el IX Congreso de dicha central, los sindicatos sindicalistas se incorporaron a ella y le dieron una nueva definición, a punto tal que los anarquistas se retiraron y pasaron a formar la FORA del V Congreso. El 12 diciembre de 1935 un grupo de dirigentes encabezados por José Domenech (líder de la Unión Ferroviaria, el principal sindicato de la época), ocupó las oficinas de la CGT (Confederación General del Trabajo), impidiendo la entrada a las autoridades anteriores. Este golpe de mano, que contó con el apoyo de socialistas y comunistas, marcó tanto el final del predominio sindicalista en el MO como la puesta en práctica de métodos desconocidos hasta ese momento, como el recurso a la justicia (el Estado) para resolver las disputas internas de los trabajadores. Los términos sindicalismo y sindicalista figuran en bastardilla cuando se hace alusión a la corriente del movimiento obrero mencionada en el texto.
[5] El 10 de marzo de 1943 se reunió el CCC [Comité Central Confederal] de la CGT. Se presentaron dos listas para Secretario General y miembros de la Comisión Administrativa. Dada la paridad de fuerzas, ambas listas se adjudicaron el triunfo en la votación, pero el resultado concreto fue que la organización se escindió en CGT N° 1, encabezada por José Domenech, y la CGT N° 2, liderada por Francisco Pérez Leirós (1895-1971), quien contaba con el apoyo de socialistas y comunistas.
[6] El coronel Domingo Mercante (1898-1976) jugó un rol importante en el ascenso de Perón, pues fue designado interventor de la Unión Ferroviaria y facilitó el acercamiento de los militantes obreros a Perón. Posteriormente fue gobernador de la provincia de Buenos Aires (1946-1952).
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