miércoles, 26 de agosto de 2020

CIENCIA POLÍTICA CURSO 2020 – CLASE N° 4


“La causa de que existan varios regímenes [políticos]

es que toda ciudad tiene un número grande de partes.”

                                                                                                                Aristóteles, Política.

Bienvenidas y bienvenidos a la segunda clase del curso.

Hoy nos toca hablar de Aristóteles (384-322 a. C.), el filósofo más influyente en el mundo occidental hasta los albores de la Modernidad. Disponemos de poco tiempo, así que considero innecesario hacer una presentación general de la filosofía aristotélica, en parte porque ustedes tienen un curso de Filosofía, en el que seguramente se menciona su obra. Voy a concentrarme, pues, en su filosofía política.

Aristóteles adoptó un método de investigación diferente al de su maestro Platón (c. 427-347 a. C.). Mientras que el segundo antepuso un Estado ideal a las realidades políticas de la época, el primero construyó su filosofía política a partir de una minuciosa compilación y estudio de las diferentes organizaciones sociales y políticas de las polis griegas y de los Estados extranjeros más importantes de la época. Cometiendo un anacronismo, puede decirse que Aristóteles fue el primer empirista en el terreno de la ciencia política. Por ello, y si bien enuncia repetidas veces sus propias posiciones políticas, hay en él una preocupación obsesiva por comprender las realidades específicas de cada polis, la cual lo llevó a entender que era imposible proponer un único régimen político para las polis griegas.

Resulta muy difícil seleccionar temas en la vasta obra política de Aristóteles. En verdad, haría falta un curso entero para trabajar su obra, algo imposible dada la insuficiencia de conocimientos del profesor y la estructura de la carrera. Por tanto, vamos a concentrarnos en dos libros de la Política, el I y el IV. [1] Tampoco los trabajaremos en su totalidad, sino que haremos una selección de algunas cuestiones que consideramos fundamentales.

Comencemos a trabajar.


La Política es una de las obras más importantes de la filosofía política. Como todo clásico, la mejor presentación es la lectura directa de la obra, sin recurrir a terceros. Por ello, privilegiamos en la clase las citas textuales de la obra.

Desde el punto de vista temático, el Libro Primero puede dividirse en tres partes: 1) exposición de los principios teóricos y metodológicos en los que se basa la obra; 2) el argumento en defensa de la esclavitud; 3) la economía política de la polis.


La cuestión del método: los supuestos de la filosofía política aristotélica

El objeto de estudio de la filosofía política es la polis [2]

“[Puesto que] toda ciudad es una cierta comunidad y que toda comunidad está constituida con miras a algún bien, es evidente que todas tienden a un cierto bien, pero sobre todo tiende al supremo la soberana entre todas y que incluye a todas las demás. Ésta es la llamada ciudad y comunidad cívica.” (1252a; 45-46)

La polis es la comunidad superior, pues tiende al bien supremo e incluye a todas las otras comunidades: la casa, la aldea (formada por varias casas). La polis es la “comunidad perfecta de varias aldeas (…) que tiene el nivel más alto de autosuficiencia, que nació a causa de las necesidades de la vida, pero subsiste para el vivir bien.” (1252b; 49).

Aristóteles concibe a la polis como una comunidad unida en torno al propósito de lograr una vida buena. Dejando de lado las finalidades éticas y morales, lo cierto es que la comunidad pretende lograr esa vida buena en un sentido material. De ahí la centralidad de la noción de autosuficiencia (la polis perfecta es aquella que se basta a sí misma en lo que hace a proveer lo necesario para satisfacer sus necesidades) y por ende el interés, (expresado en el tercer tema del Libro Primero) por las cuestiones materiales que requiere esa autosuficiencia. En otras palabras, la economía adquiere una importancia fundamental para la concreción de la vida buena. Es verdad que la polis excluye a los esclavos, las mujeres y los extranjeros (que, no obstante, son necesarios para su normal funcionamiento). Pero, desde la perspectiva aristotélica, esto no implica ruptura de la unidad, pues son grupos inferiores en relación a los hombres libres y necesitan ser tutelados por éstos, debido a que carecen de autonomía (esta cuestión es desarrollada en el segundo tema del Libro Primero). [3]

Aristóteles se propone refutar la afirmación de que entre el gobierno de una polis (ejercido, por ejemplo, por el rey) y el administrador de una casa o el amo de sus esclavos hay sólo una diferencia cuantitativa; en otras palabras, discute la concepción de que la diferencia entre esas formas se deriva de la cantidad de personas que caen bajo su gobierno. Para encarar la tarea recurre a dos métodos: análisis, “dividir lo compuesto hasta sus elementos más simples” (1252a, 3; 46); historia, “si se observa desde su origen la evolución de las cosas” (1252a, 3; 46).

El punto de partida del filósofo griego es el reconocimiento de la existencia de un orden natural [4], una jerarquía que ordena a todas las cosas:

“En efecto, el que es capaz de pensar con la mente es un jefe por naturaleza y un señor natural, y el que puede con su cuerpo realizar estas cosas es súbdito y esclavo por naturaleza; por eso al señor y al esclavo interesa lo mismo.” (1252a, 2; 47). [5]

Aristóteles afirma que los seres humanos son desiguales por naturaleza: unos están preparados para mandar, por ello tienen el saber y pueden obrar con autonomía; otros están preparados para trabajar y carecen de autonomía. Por ende, amo y esclavo están en una relación de mutua conveniencia. En otras palabras, ambos se necesitan.

Existen distintos tipos de comunidades: la casa, la aldea (formada por varias casas), la ciudad. Esta última es “la comunidad perfecta de varias aldeas (…) que tiene (…) el nivel más alto de autosuficiencia, que nació a causa de las necesidades de la vida, pero subsiste para vivir bien” (1252b, 8; 49). Campea la teleología:

“Toda ciudad es por naturaleza, si también lo son las comunidades primeras. La ciudad es el fin de aquéllas, y la naturaleza es el fin. En efecto, lo que la cosa es, una vez cumplido su desarrollo, decimos que es su naturaleza, así de un hombre, de un caballo o de una cosa. Además, aquello por lo que existe algo y su fin es lo mejor, y la autosuficiencia es, a la vez, un fin y lo mejor.” (1252b, 8-9, 2; 49-50).

En el pasaje anterior, Aristóteles presenta los fundamentos de su filosofía política. La naturaleza tiene dos características: es inmutable (estática) y jerárquica. Cada cosa en el mundo natural y en el mundo social tiene un fin determinado, que existe de antemano (teleología). Todas las cosas están ordenadas en una jerarquía, que también es estática. La teleología suprime la evolución, entendida en el sentido darwiniano del término.

A continuación, presenta su tesis de más amplio alcance en la teoría social, que plantea que el ser humano es un animal social por naturaleza:

“La ciudad es una de las cosas naturales, (…) el ser humano es por naturaleza un animal social [6], y que el insocial por naturaleza y no por azar es un ser inferior o un ser superior al ser humano.” (1252b, 9).

No hay manera de minimizar el significado de la tesis aristotélica. Ella expresa de manera clara una de las principales divisiones de aguas en el terreno de la teoría social. De un lado están aquellos que pensamos que la sociedad es la forma natural de existencia de los seres humanos; del otro, quienes sostienen que la sociedad es artificial y que sólo existen de manera natural los individuos. A esta última corriente de pensamiento se la denomina individualismo metodológico y surgió con los filósofos contractualistas de los siglos XVII y XVIII.

¿Por qué el ser humano es un animal social por naturaleza?

“La razón por la cual el ser humano es un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como decimos, no hace nada en vano, y el ser humano es el único animal que no tiene palabra. Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque no naturaleza llega hasta tener sensación de dolor y de placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del ser humano frente a los demás animales: poseer, él sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y lo injusto, y de los demás valores, y la participación comunicativa de estas cosas constituye la casa y la ciudad.” (1252b, 10-12)

Aristóteles justifica la condición social del ser humano sosteniendo que la palabra lo distingue de los demás animales, y la palabra es esencialmente un medio de comunicación. Existe porque los seres humanos se relacionan entre sí y, a la vez, la palabra profundiza las relaciones entre las personas, hace que el mismo pensamiento de cada individuo adquiera un carácter relacional. Pero además hay otro argumento a favor de la condición social del ser humano: “la ciudad es anterior a la casa y a cada uno de nosotros, porque el todo es necesariamente anterior a la parte.” (1252b, 13; 51) En otras palabras, Aristóteles postula una especie de “colectivismo” metodológico, es decir, considera que el todo es anterior a las partes y por eso el todo es la clave para la explicación de la parte.

Aristóteles complemente el principio metodológico de la prioridad del todo sobre las partes con el que afirma que las cosas se definen por su función:

“Todas las cosas se definen por su función y por sus facultades, de suerte que cuando éstas ya no son tales no se puede decir que las cosas son por sí mismas, sino del mismo nombre.” (1252b, 13-14; 52)

Afirmar que no se puede hacer teoría social sin haber leído y comprendido a Aristóteles es, sin duda, una exageración, pero no por ello deja de ser válida. Una página del Estagirita vale más que muchos libros. Aquí, en pocas líneas, expone el carácter social de los seres humanos, el papel del lenguaje en la humanización esos seres humanos, la preeminencia de la totalidad sobre la parte. Cuando se piensa en ello, en la enormidad del aporte aristotélico, uno se siente abrumado y con razón.

En base a lo anterior, puede escribir que “la justicia (…) es un valor cívico, pues la justicia es el orden de la comunidad civil” (1252b, 16; 52-53). En otras palabras, el orden social, su plasmación en la legislación y en una moral determinada, son una construcción social. El esencialista Aristóteles, para quien, como ya se indicó, los seres humanos son desiguales por naturaleza, explora aquí las fronteras de ese esencialismo; la justicia es un determinado orden de la polis. Si bien el filósofo griego insiste una y otra vez que ese orden obedece a un orden jerárquico y teleológico existente en el cosmos, es posible recorrer otro camino a partir del reconocimiento aristotélico del carácter social de la justicia: concebir a esa justicia como el resultado de la lucha de clases.


El argumento en defensa de la esclavitud

Aristóteles comienza su argumento explicando en qué consiste la administración de la casa, pues la polis se compone de casas.

Enseguida nos encontramos con un primer llamado de atención: “La casa perfecta la integran esclavos y libres.” (1253b, 1; 53). Las partes de la casa son: amo y esclavo, marido y esposa, padre e hijos. Se trata de tres relaciones: heral [7], conyugal y procreadora. Los tres casos son definidos como relaciones jerárquicas, de dominación. En todos ellos el que manda es el varón. Además, y eso es algo que corresponde enfatizar, rige la desigualdad como rasgo propio de la esencia de los seres humanos. [8]

A continuación, Aristóteles desarrolla la cuestión de la necesidad de la propiedad: “sin las cosas necesarias es imposible tanto vivir como vivir bien.” (1253b, 4; 54). Por ello,

“Las posesiones son un instrumento para la vida y la propiedad es una multitud de instrumentos; también el esclavo es una posesión animada, y todo subordinado es como un instrumento previo a otros instrumentos.” (1253b, 2: 54).

El amo manda sobre el subordinado (el esclavo), quien, a su vez, manda sobre los instrumentos inanimados. Aristóteles reconoce que las cosas podrían ser de otra manera:

“Si cada uno de los instrumentos pudiera cumplir por sí mismo su cometido obedeciendo órdenes o anticipándose a ellos, si (…) las lanzaderas tejieran solos y los plectros tocaran la cítara, los constructores no necesitarían ayudantes ni los amos esclavos.” (1253b, 3 – 1254a, 1; 55 - el resaltado es mío – AM-).

La automatización es concebida como liberación del trabajo manual. Ahora bien, dada la existencia de clases sociales, el trabajo manual queda a cargo de los “subordinados”, de los dominados. Aristóteles sugiere que la cuestión se origina en un problema técnico (el bajo desarrollo de las fuerzas productivas). Alguien tiene que hacer “el trabajo sucio”. Jamás se le ocurre  abolir la propiedad privada y repartir el trabajo entre todos. Hay que recordar que el argumento aristotélico pro-esclavitud se basa en la defensa de la desigualdad natural de los seres humanos.

Aristóteles establece una distinción entre producción, cuyo objetivo es producir un producto, que permanece luego de acabada la acción de producir; y acción [praxis], cuyo fin es la misma actividad y que no produce un resultado aparte.

“Los llamados instrumentos lo son de producción, mas las posesiones son los instrumentos de acción. En efecto, la lanzadera [instrumento] produce algo aparte, pero el vestido y el lecho [posesiones], sólo su uso. (…) La vida es acción, no producción, y por ello el esclavo es un subordinado para la acción.” (1254a, 4-5; 55).

De modo que la condición del esclavo se ve rebajada radicalmente: no puede vivir su vida como acción, sino que debe limitarse a producir para que los hombres libres gocen de la acción.

“El amo es solamente dueño del esclavo, pero no le pertenece. El esclavo, en cambio, no sólo es esclavo del amo, sino que le pertenece enteramente.” (1254a, 5; 56).

El amo es el todo – su naturaleza puede ser todo -; el esclavo es la parte, sólo puede llevar a cabo su producción para otros. Por ende, la esclavitud lo es por naturaleza:

“Cuál es la naturaleza del esclavo y cuál su facultad resulta claro de lo expuesto; el que, siendo ser humano, no se pertenece por naturaleza a sí mismo, sino a otro, ese es por naturaleza esclavo. Y es hombre de otro el que, siendo hombre, es una posesión. Y la posesión es un instrumento activo y distinto.” (1254a, 6; 56)

¿La esclavitud va contra la naturaleza?, ¿es mejor y justo para alguien ser esclavo o no? La respuesta es contundente:

“Mandar y obedecer no sólo son cosas necesarios, sino también convenientes, y ya desde el nacimiento algunos están destinados a obedecer y otros a mandar. Y hay muchas formas de mandar y obedecer, y siempre es mejor el mando sobre subordinados mejores.” (1254a, V2; 56).

Todo proceso de trabajo implica divisiones funcionales: alguien que dirija una acción determinada; otros que ejecuten las órdenes de esa persona. Pero Aristóteles transforma la dominación en un atributo de la naturaleza humana.

“Dondequiera que uno manda y otro obedece, hay una obra común. (…) En todo lo que consta de varios elementos y llega a ser una unidad común, ya de elementos continuos o separados, aparecen siempre el dominante y el dominado.” (1254 a, 5, 3-4; 56-57)

Para justificar la existencia de la desigualdad natural entre las personas, el Estagirita recurre a la distinción entre alma y cuerpo. Ésta se da, según el filósofo, en todos los seres vivos. Según esta distinción, “uno manda por naturaleza y el otro es mandado.” (1254a, 5, 4; 57). El filósofo establece las siguientes distinciones: el alma gobierna al cuerpo, dominio señorial; la inteligencia gobierna al apetito, dominio político y regio; el hombre gobierna a los animales domésticos; el macho gobierna a la hembra por naturaleza, “uno es superior y otro inferior, uno manda y otro obedece.” (1254b, 8, 7; 57-58).

Sobre el final del Libro Primero, vuelve a insistir en la idea de que las relaciones de subordinación se originan en la diferente participación de las personas en las “virtudes morales”: “todos deben participar de ellas, pero no de la misma manera, sino sólo en la medida en que es preciso a cada uno para su función.” (1260a, 8; 82). Desde su nacimiento, cada individuo está encadenado a una función en la sociedad; las diferencias entre las personas son naturales y obedecen a un orden que abarca todo el universo.

¿Qué es, pues, un esclavo?

“Todos los seres que se diferencian de los demás tanto como el alma del cuerpo y como el ser humano del animal (se encuentran en esta relación todos cuantos su trabajo es el uso del cuerpo, y esto es lo mejor de ellos), estos son esclavos por naturaleza, para los cuales es mejor estar sometidos a esta clase de mando (…) Pues es esclavo por naturaleza el que puede ser de otro (y por eso precisamente es de otro) y el que participa de la razón tanto como para percibirla, pero no para poseerla, pues los demás animales no se dan cuenta de la razón, sino que obedecen a sus instintos.” (1254b, 8-9; 58 – el resaltado es mío- AM).

Entre el amo y el esclavo la diferencia es esencial: sólo el primero puede ser autónomo (no depender de otro), puesto que posee la Razón. Como ocurre en la crítica de Platón a la democracia, el peso del argumento está puesto en el conocimiento (los que saben o los que tienen la razón), no en la relación. Esa diferencia de conocimiento se origina en la naturaleza humana, está inscripto en ella.

“Así, pues, está claro que unos son libres y otros esclavos por naturaleza, y que para éstos el ser esclavos es conveniente y justo.” (1255a; 59).

Como el esclavo por naturaleza sólo alcanza a percibir la razón, pero no la posee, necesita de un amo que vele por sus intereses. A cambio, el esclavo realiza el trabajo físico. La esclavitud, lejos de ser una imposición por la violencia, es una relación de beneficio para ambas partes.

Aristóteles también examina la cuestión de las diferencias entre los esclavos y los artesanos:

“Pues mientras el esclavo participa de la vida de su amo, el artesano está más alejado, y sólo le concierne la virtud en la misma medida que su servidumbre, pues el obrero manual tiene una especie de servidumbre limitada, mientras el uno es esclavo por naturaleza, no así el zapatero ni ningún otro artesano.” (1260a, 13 – 1260b, 14; 83-84)

Sobre el final del argumento sobre la esclavitud se encuentra un pasaje que muestra la diferencia entre la mentalidad del amo en Atenas y la del empresario capitalista. Aristóteles se está refiriendo a la ciencia del amo, que es la de saber mandar a los esclavos, decirles a éstos lo que tienen que hacer. Y concluye: “por eso todos los que tienen la posibilidad de evitar personalmente sufrir malos ratos confían este cargo a un administrador, y ellos se dedican a la política y a la filosofía.” (1255b, 7, 5; 63). La diferencia con el comportamiento y los ideales del empresario capitalista es abismal. El amo tiene que limitarse a recibir la renta, el excedente generado por los campesinos, ya sean éstos libres, siervos, esclavos, etc.).


La economía política de la polis

Para evitar hacer demasiado extensa esta clase dedicaremos poco espacio a la última parte del Libro Primero, cuyo tema es la economía de la polis. Esto no implica, de ningún modo, minimizar el aporte del Estagirita al estudio científico de la economía. [9]

Aristóteles distingue entre la economía, que es el arte de la utilización; y la crematística, el arte de la adquisición. (1256a, 8, 2; 65).

Al examinar los temas económicos, el Estagirita piensa teleológicamente. Un ejemplo: afirma que la naturaleza produjo todos los seres para que fueran utilizados por los humanos. (1256b, 12; 67).

Una vez planteado el punto de partida metodológico, Aristóteles da cuenta de su concepción de la riqueza. Concibe a ésta como “la suma de instrumentos al servicio de una casa y de una ciudad.” (1256b, 15; 68). Es decir, la piensa como suma de valores de uso, cuyo propósito es satisfacer necesidades. Y esta riqueza siempre es limitada, “pues la provisión de esta clase de bienes para vivir no es ilimitada.” (1256b, 14; 67)

Aristóteles trata específicamente de la crematística a partir de 1257a, 9,1; 68. La define como un “arte adquisitivo (…) para el cual parece no existir límite alguno de riqueza y propiedad.” (1257a, 9, 1; 68)

Para fundamentar la distinción entre economía y crematística, desarrolla las diferencias entre valor de uso y valor de cambio. (1257a, 9, 2). No podemos desarrollar su tratamiento de la cuestión, basta con indicar que se trata de una cuestión primordial para la ciencia económica. [10]

La crematística es el arte de producir bienes mediante el comercio; se centra en el dinero, etc. En otras palabras, se ocupa de la circulación y no de la producción de bienes. Trata del dinero, no del capital.

Para finalizar, el Libro Primero de la Política reúne los elementos metodológicos fundamentales para la comprensión de la filosofía política de Aristóteles. Estudia a la polis (la sociedad griega) como una totalidad; en ello reside uno de los mayores méritos de la obra.


La reformulación de la teoría de las formas de gobierno: democracia y oligarquía

Ya hemos dicho que Platón fue un feroz crítico de la democracia, a la que consideraba por lejos como la peor forma de gobierno. La razón de dicha caracterización es simple: la capacidad para gobernar está distribuida desigualmente entre los individuos, de modo que algunos (pocos) poseen esa capacidad, en tanto que otros (muchos) carecen de ella. Un Estado bien gobernado es aquél en el que gobiernan quienes saben hacerlo. En la democracia, en cambio, todos podían gobernar.  Pero Platón no se limitó a condenar a la democracia. Como filósofo, estaba interesado en encontrar los rasgos comunes a una multitud de hechos. De ahí su interés en las formas de gobierno; se abocó a la tarea de distinguir las diferencias en la organización política de las polis, más allá del caso particular de Atenas o de Esparta. Utilizó para ello dos criterios: a) el número de gobernantes; b) si los gobernantes gobernaban a favor del bien común.

En base a los criterios indicados, Platón distinguió dos formas de gobierno “puras” y tres formas “impuras”. Las “puras” eran aquellas en las que el gobernante gobernaba defendiendo el bien común; las “impuras”, consideradas degeneraciones de las primeras, se caracterizaban porque el gobernante seguía fines egoístas (su propio beneficio). Las formas “puras” eran: monarquía (gobierno de uno); aristocracia (gobierno de pocos). Las formas “impuras” eran: tiraníaoligarquíademocracia. Así, por ejemplo, en la tiranía gobernaba una sola persona (el tirano) y lo hacía en su propio beneficio. Nótese que Platón no pensaba que fuera posible un gobierno de muchos a favor del bien común. En su opinión, la república bien gobernada era aquélla en la que el gobierno estaba a cargo de los pocos capacitados para gobernar (quienes poseían la sabiduría para hacerlo). Por eso en su obra República termina proponiendo que sean los filósofos quienes estén a cargo de la tarea de gobernar.

La clasificación platónica adolece de un defecto: uno de sus criterios fundamentales consiste en un criterio moral (la búsqueda del “bien común”). ¿Cómo decidir qué es el “bien común” en una sociedad dividida en grupos cuyos intereses están enfrentados?, ¿quién toma esa decisión? No existe ningún elemento objetivo que nos permita resolver la cuestión. Veamos un ejemplo, tomado de la historia ateniense. Durante mucho tiempo los campesinos se encontraron sometidos a la esclavitud por deudas. Esto significa que si un campesino contraía una deuda (y el acreedor era casi siempre un noble) y no podía pagarla, se convertía en esclavo. En este sentido, el interés de los campesinos y de los nobles era diametralmente opuesto, pues los campesinos padecían la esclavitud mientras que los nobles disfrutaban de las ventajas de ella. La cuestión fue dirimida por Solón (c. 638 – c. 558 a. C.), un dirigente político ateniense que abolió la esclavitud por deudas.

La resolución de abolir la esclavitud por deudas fue tomada atendiendo a la presión de los campesinos. Se trató de una decisión política y no moral. Con esto quiero señalar que la política es un terreno en el que los grupos sociales luchan en defensa de sus intereses materiales. En el ejemplo anterior, los campesinos peleaban por abolir la esclavitud por deudas, pues esa institución los convertía en esclavos. Los campesinos tenían una concepción del “bien común” diferente a la de los nobles. Ambos grupos (nobles y campesinos) defendían intereses opuestos en relación a la esclavitud.

Si la política es lucha de intereses entre grupos sociales, es claro que una clasificación de las formas de gobierno basada en un criterio moral (el “bien común”) resulta insuficiente. El mismo Platón había señalado en Republica que la polis era, en realidad, varias polis: la polis de los ricos y la polis de los pobres. Sin embargo, esta concepción de la política no se veía reflejada en la teoría de las formas de gobierno.

Fue Aristóteles quien dio el paso siguiente en la clasificación de las formas de gobierno. La clave de esta nueva forma de pensar dicha clasificación se encuentra en el Libro IV de la Política. Si cabe afirmar que Aristóteles ya había realizado una contribución imperecedera a la teoría social con su idea del carácter social de los seres humanos, su reformulación de la concepción platónica de las formas de gobierno no se queda atrás en importancia. Desgraciadamente no podemos abordar aquí toda la complejidad del Libro IV, que va más allá de la teoría de las formas de gobierno. Nos concentraremos en dicha teoría, en especial en la distinción entre democracia y oligarquía.

Antes de comenzar con el análisis de la teoría aristotélica, hay que decir algunas palabras sobre su método de investigación (algo que ha mencionamos al comienzo de la clase). Aristóteles no se propuso sacar de su cabeza la forma ideal de gobierno y contraponerla a la realidad de las polis de su tiempo. A diferencia de Platón, quien culminó su obra República esbozando los rasgos de una polis ideal gobernada por los filósofos, Aristóteles se dedicó a estudiar cómo se gobernaban las polis concretas, no las ideales. Él y sus discípulos investigaron el régimen político de numerosas ciudades griegas. De ese trabajo monumental ha llegado hasta nosotros la Constitución de Atenas, un trabajo atribuido a Aristóteles en el que se presenta la historia política de Atenas y se describen las características fundamentales de su gobierno. Esta vasta tarea de investigación empírica sirvió de fundamento a la teoría desarrollada en Política.

Ahora podemos pasar a examinar la teoría de las formas de gobierno. Aristóteles, que al fin y al cabo había sido discípulo de Platón, comienza la exposición en el lugar donde la había dejado su maestro.

“Es evidente (…) que todos los regímenes que tienen por objetivo el bien común son rectos, según la justicia absoluta; en cambio, cuantos atienden sólo al interés personal de los gobernantes, son defectuosos y todos ellos desviaciones de los regímenes rectos, pues son despóticos y la ciudad es una comunidad de hombres libres.” (1279a, 11; pp. 170-171).

Una vez establecido este criterio (el del “bien común”), pasa adelante y lo pone en relación con el criterio cuantitativo (el número de personas que ejercen el gobierno).

“Puesto que régimen y gobierno significan lo mismo, y gobierno es el elemento soberano de las ciudades, necesariamente será soberano, o uno solo, o pocos, o la mayoría; cuando el uno o la minoría o la mayoría gobiernan atendiendo al interés común, esos regímenes serán necesariamente rectos; pero los que ejercen el mando atendiendo al interés particular del uno o de la minoría o de la masa son desviaciones.” (1279a, 2; p. 171)

La combinación de los dos criterios (el “bien común” y el número de personas que gobiernan) permite establecer la siguiente clasificación: los regímenes en los que se gobierna en función del interés común son la monarquía (una sola persona ejerce el gobierno); la aristocracia (gobiernan unos pocos); república (gobiernan muchos). Los regímenes en los que se atiende el interés particular son: la tiranía (desviación de la monarquía), la oligarquía (desviación de la aristocracia) y la democracia (desviación de la república).

Si Aristóteles se hubiera quedado aquí, habría sido un continuador de Platón. Sin embargo, da un salto cualitativo e incorpora un nuevo criterio en la clasificación: el criterio de la clase social. Veamos este descubrimiento tal como figura en el texto:

“Lo que diferencia la democracia y la oligarquía es la pobreza y la riqueza. Y necesariamente cuando ejercen el poder en virtud de la riqueza ya sean pocos o muchos es una oligarquía, y cuando lo ejercen los pobres es una democracia.” (1279b, 1280a; pp. 172-173).

En unos pocos renglones y con la precisión que lo caracteriza, Aristóteles reformula los criterios de clasificación. Deja de lado el criterio moral (el “interés común”) y adopta el criterio de clase social (ricos o pobres). Con ello lleva adelante una revolución en el pensamiento político. A partir de ella ya no se trata de juzgar a los gobiernos en función de criterios morales, sino que hay que estudiar a qué grupos sociales benefician. O, dicho de otro modo, cuáles son las clases sociales que ejercen efectivamente el gobierno.

En este sentido, la política es lucha por intereses materiales:

“Pero sucede, como dijimos, que unos son pocos y otros muchos, pues pocos viven en la abundancia, mientras que de la libertad participan todos. Por estas causas unos y otros se disputan el poder.” (1280a; p. 174).

La revolución conceptual desarrollada por Aristóteles permite pararse desde otro lugar al momento de examinar las luchas políticas y el Estado. Aristóteles descubre la ciencia de la política al plantear la pertinencia del criterio de clase al momento de clasificar las formas de gobierno. Dice de un modo claro aquello que Platón formulaba de manera confusa. En política no se trata de moral (de lucha por el “bien común”) sino de lucha de intereses materiales de las distintas clases sociales. La política es el terreno en el que se desenvuelven esas luchas.

La Política es un libro extraordinario, un verdadero clásico de la filosofía política. Nosotros apenas hemos chapoteado un poco en el océano de su contenido. Pero ese chapoteo nos permitió describir dos grandes descubrimientos: el carácter social de los seres humanos y el criterio de clase para estudiar las formas de gobierno.

Ya hemos avanzado bastante. Ahora tenemos que dejar el pensamiento político de la Antigüedad. No disponemos de tiempo suficiente para examinar la filosofía política medieval, así que pasaremos directamente a la Modernidad. Por eso, antes de terminar la clase de hoy quiero decir unas palabras a modo de síntesis de lo estudiado hasta aquí.

La filosofía política de la Antigüedad (esta afirmación vale también para el pensamiento medieval) se basó en la idea de la desigualdad natural de los SH. Esto se ve, por ejemplo, en la justificación aristotélica de la esclavitud, desarrollada en el Libro I de Política. No podía ser de otra manera, dadas las relaciones de producción imperantes en las sociedades precapitalistas. Una sociedad basada en la apropiación del excedente campesino por una minoría que no trabaja, no puede darse el lujo de afirmar que las personas son iguales. La democracia ateniense, que incorporó la figura del ciudadano-trabajador, fue combatida por Platón pues éste consideraba que era una aberración que todos los hombres pudieran participar del gobierno.

La Modernidad, que en el plano del pensamiento político se despliega a partir del siglo XVI, modificó drásticamente los fundamentos de la filosofía política. Su idea base fue la noción de igualdad de los seres humanos. Pasar de la filosofía política antigua y medieval a la filosofía política moderna implica, pues, una serie de transformaciones monumentales. En las clases siguientes intentaremos dar cuenta de los rasgos fundamentales de esa gran transformación. Pero antes es preciso estudiar la obra de un autor que se funda la Modernidad en el terreno del pensamiento político, aunque por múltiples razones se trata de un autor que debe ser ubicado en la transición entre el pensamiento clásico y el pensamiento moderno. Ese autor es Maquiavelo (1469-1527).

 

Villa del Parque, miércoles 26 de agosto de 2020


NOTAS:

[1] En la clase utilicé la traducción española de Manuela García Valdés: Aristóteles. (1988). Política. Madrid, España: Gredos. El Libro Primero está comprendido en las pp. 44-85. En las citas empleo la notación marginal, complementada con la paginación de la edición Gredos.

[2] Respecto a la definición del concepto de polis: “Cuando se habla de la polis (o ciudad-estado) no se debe perder de vista el hecho de que ella constituía el centro principal de la vida social de los griegos en la Antigüedad, corporación compuesta por un núcleo urbano (ásty) circundado por los campos de labor que constituían el territorio (khóra) de la polis conformando así una entidad indivisible. En dicho territorio, tenían sus parcelas los miembros reconocidos por la comunidad, siendo la apropiación privada de las tierras de cultivo en el marco de unidades de tipo doméstico (oîkos) uno de los rasgos primordiales de su organización económica. Por otra parte, la ciudad era el marco de existencia permanente de las instituciones de gobierno, pero dentro de un esquema en el que no se daba un dominio de la ciudad sobre el campo sino un modo de articulación de las relaciones sociales en el que ciudad y campo no podían ser divorciados. Esto comportaba la constitución de una colectividad política, un Estado que puede definirse como un gobierno sin burocracia debido a la participación directa de los ciudadanos en los asuntos públicos. Entre las cuestiones centrales que debía regular se encontraba el acceso a los miembros de la comunidad a las parcelas de tierra a través de mecanismos relativamente igualitarios ligados a dicho marco político participativo. Por lo tanto, para poder acceder a la tierra resultaba necesario ser reconocido como integrante de la organización social, lo cual implicaba la existencia de prerrogativas reservadas exclusivamente para los miembros de la comunidad.” (Gallego, J., El campesinado en la Grecia Antigua, Buenos Aires, Eudeba, 2009, p. 31-32).

[3] En este punto cabe acotar (y esto lo veremos más adelante en el curso) que las cosas son bien distintas en el capitalismo, donde la unidad se encuentra desgarrada en clases sociales con intereses antagónicos. En la sociedad capitalista la unidad consiste en la imposición del dominio de una clase y, si se permite la aplicación de la expresión, la polis son varias polis: la polis de los capitalistas y la polis de los pobres.

[4] “La naturaleza no hace nada con mezquindad (…) sino cada cosa para un solo fin.” (1252b 3; 47). En otras palabras, tiene una concepción teleológica de la naturaleza y la sociedad. La teleología es la creencia en que los sucesos en la naturaleza (y en la sociedad) ocurren y se desarrollan en función de un fin predeterminado, y no por obra de una interacción de causas y efectos.

[5] Aristóteles se preocupa por dejar en claro la desigualdad natural entre el hombre y la mujer. “Por naturaleza está establecida una diferencia entre la hembra y el esclavo  (…) Pero entre los bárbaros, la hembra y el esclavo tienen la misma posición, y la causa de ello es que no tienen el elemento gobernante por naturaleza, sino que su comunidad resulta de esclavo y esclava.” (1252b, 4; 47). Más adelante: “El hombre es por naturaleza más apto para mandar que la mujer – a no ser que se de una situación antinatural -, y el de más edad y maduro más que el más joven e inmaduro.” (1259b, 12, 1; 79).

[6] La expresión griega es politikón zôion. Más adelante se encuentra una justificación del carácter social del ser humano: “es evidente que la ciudad es por naturaleza y es anterior al individuo; porque si cada uno por separado no se basta a sí mismo, se encontrará de manera semejante a las demás partes en relación con el todo. Y el que no puede vivir en comunidad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios.” (1252b, 14; 52; el resaltado es mío – AM-). Más todavía, el ser humano “apartado de la ley y de la justicia, es el peor de todos [los animales]. La injusticia más insoportable es la que posee armas, y el ser humano está naturalmente provisto de armas al servicio de la sensatez y de la virtud, pero puede utilizarlos para las cosas más opuestas. Por eso, sin virtud, es el ser más impío y feroz y el peor en su lascivia y voracidad.” (1252b, 15-16; 52).

[7] Derivado de heril: 1. Adj. Perteneciente o relativo al amo. [Real Academia Española online].

[8] Aristóteles indica al pasar que algunos consideraban que la esclavitud no era natural, “que la dominación es contra naturaleza, pues el esclavo y el libre lo son por convención, pero en nada difieren por naturaleza. Por esta razón tampoco es justa, ya que es violenta.” (1253b, 4; 54). El punto es importante. No todos estaban de acuerdo con la esclavitud en el mundo griego. En Atenas, por ejemplo, Solón (c. 638-c. 558 a. C.) debió abolir la esclavitud por deudas, debido a los conflictos que generaba y que ponían en riesgo la estabilidad de la polis.

[9] Karl Marx (1818-1883) afirmó que Aristóteles fue el “gran investigador que analizó por vez primera la forma de valor, como otras tantas formas del pensar, de la sociedad y de la naturaleza.” (Marx, K.,  El capital: Crítica de la economía política, México: Siglo XXI, 1996, p. 72.).

[10] El valor de uso es la cualidad que tiene un producto de satisfacer alguna necesidad humana. El valor de cambio surge del intercambio con otros productos; indica la proporción en que cada producto se cambia por otros. Ver Gastiazoro, E. (1978). Léxico de economía. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, p. 118-119.

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