Antonio Gramsci (1891-1937) es considerado como uno de los teóricos políticos más importantes del siglo XX. Su fama proviene de los Cuadernos de la cárcel (1929-1935), redactados en las duras condiciones de la prisión bajo el fascismo italiano (1). Los Cuadernos, publicados luego de la Segunda Guerra Mundial, han sido elevados a la categoría de obra maestra, a pesar de haber sido redactados en una situación que, según el propio autor, hacía imposible la realización de cualquier estudio sistemático.
No es nuestra intención menoscabar ni los logros de Gramsci ni la importancia de los Cuadernos en su producción. Rogamos tener en cuenta esta aclaración al leer los párrafos que siguen. Hacemos esta advertencia porque pensamos, como dice un viejo tango, “que la gente es mala y comenta”, y que siempre suele pensarse algo malo.
La fama de los Cuadernos ha sido tan grande que ha terminado por eclipsar al resto de la producción de Gramsci. Sin entrar por el momento a examinar las causas de este desbalance en la consideración de la obra de Gramsci, es conveniente señalar que resulta conveniente para todos aquellos que quieren sacar del centro del escenario la cuestión de la lucha de clases y la problemática de la conquista del poder por los trabajadores. Vamos despacio. Gramsci era un marxista revolucionario y dedicó todas sus energías a la lucha contra la burguesía y el Estado capitalista. Sin embargo, como los Cuadernos fueron escritos en la prisión y bajo la estricta vigilancia de la policía fascista, el autor tuvo que hacer concesiones a la censura, que incluyeron la supresión de numerosos conceptos propios del materialismo histórico y un estilo elíptico de escritura. Dicho en criollo moderno, Gramsci estaba constreñido a no poder llamar a las cosas por su nombre.
Como dijimos antes, los Cuadernos son una obra importante. Pero resulta un tanto extraño que muchos intérpretes de Gramsci se concentren en ellos, como si Gramsci hubiera sido toda su vida un preso político obligado a respetar hasta cierto punto la censura fascista. Hubo un tiempo en el que Gramsci podía expresarse libremente, pero esa época suele ser relegada a un segundo plano, bajo el calificativo de “producción juvenil”. Lo llamativo del caso es que el Gramsci “juvenil” construyó una de las reflexiones más profundas sobre la naturaleza del poder en la sociedad capitalista. Nos referimos a los artículos escritos durante su participación en el llamado Bienio Rojo (1919-1920), sobre todo en los consejos obreros en la ciudad de Turín, que llevaron adelante la práctica del poder obrero en la fábrica.
Para comprender los alcances de la reflexión del Gramsci “juvenil” nada mejor que hacer un par de citas. En 1924, en el artículo “La crisis italiana” (2), escribió: “Para conquistar el Estado es necesario estar en posición de sustituir a la clase dominante en las funciones que tienen una importancia esencial para el gobierno de la sociedad. En Italia, como en todos los países capitalistas, conquistar el Estado significa sobre todo conquistar la fábrica, significa la capacidad de superar a los capitalistas en el gobierno de las fuerzas productivas del país. Esto puede llevarse a cabo por la clase obrera, pero no por la pequeña burguesía que no tiene ninguna función esencial en el campo productivo y que en la fábrica, como categoría industrial, ejerce una función principalmente de policía productiva. La pequeña burguesía puede conquista el Estado sólo aliándose con la clase obrera, sólo aceptando el programa de la clase obrera; sistema soviético en lugar de Parlamento en la organización estatal, comunismo y no capitalismo en la organización de la economía nacional e internacional.” (p. 48).
Como podemos ver, en el pasaje citado Gramsci hace dos afirmaciones que son habitualmente ignoradas por varios de sus intérpretes modernos: 1) la conquista del poder por la clase trabajadora está ligada a la cuestión del poder en el lugar de trabajo; 2) la clase trabajadora tiene que encabezar el “bloque histórico” que derroque la dominación de la burguesía. Ambas afirmaciones resultan intolerables para quienes reivindican a Gramsci desde los movimientos políticos que proclaman la colaboración entre las clases o el papel fundamental de la llamada “burguesía nacional”. También resultan inconcebibles para los académicos y otras yerbas cuyo propósito central en la vida no es conquistar el Estado, sino el decanato de una universidad o un número crecido de puestos en alguna repartición pública. Para todos ellos resulta más aceptable el Gramsci censurado y elíptico de los Cuadernos, sobre todo cuando se lo escinde de su producción anterior (recordar aquí la advertencia formulada al comienzo de esta nota).
En 1920, en pleno período de movilización política de los trabajadores, Gramsci escribió: “Quebrando la autocracia en las fábricas, quebrando el aparato opresivo del Estado capitalista, instaurando el Estado obrero y sometiendo el capitalismo a las leyes del trabajo útil, los obreros romperán las cadenas que tenían sujetos a los campesinos a su miseria, a su desesperación, instaurando la dictadura obrera.” (p. 26). (3). El texto forma parte de una serie de artículos que dedicó a examinar la necesidad de la unión entre obreros y campesinos para lograr el éxito de la Revolución Socialista en Italia. De ahí la referencia a los campesinos. En nuestra opinión, la mención a la “autocracia en las fábricas” es fundamental, pues permite comprender hasta qué punto era vital para Gramsci la modificación de las relaciones de poder al interior del proceso de trabajo. En otras palabras, la Revolución Socialista sólo es posible en la medida en que los trabajadores logren disputar a los capitalistas el control del proceso productivo, rompiendo así con la dictadura de éstos últimos en la fábrica. Formular un planteo como este implica dejar de lado la división entre política y economía tan cara a los ideólogos de la burguesía, que sostienen que el Estado es el lugar de la política y que el lugar donde trabajan los trabajadores no es un sitio en el que se haga política. En otras palabras, la política no entra en la fábrica, pues éste es un lugar privado, en el que las relaciones entre las personas se constituyen por medio de un contrato entre sujetos libres e iguales.
Gramsci, al referirse a la “autocracia”, está planteando que la fábrica es también un lugar político, cuya peculiaridad en la sociedad capitalista consiste en que las relaciones políticas que se establecen en su seno (dictadura de los empresarios sobre los trabajadores) son diferentes a las imperantes en la sociedad política (igualdad jurídica entre los ciudadanos, democracia como forma de gobierno). Ahora bien, la conquista del poder por los trabajadores no puede escindirse de la conquista del poder en la fábrica por la clase obrera. La lucha política es también, por tanto, lucha por el poder obrero en la producción. Desde este punto de vista puede establecerse una divisoria de aguas entre las posiciones revolucionarias y las reformistas, siendo el criterio para establecer tal distinción el reconocimiento del carácter político de la dominación capitalista en la fábrica y la consiguiente necesidad de construir un poder de los trabajadores también en el ámbito de la producción.
En los últimos tiempos se ha mencionado repetidas veces a Gramsci para defender la tesis de que en nuestro país está en marcha una “revolución cultural” y que el kirchnerismo es una fuerza de izquierda en la política argentina. Se piense como se piense en esta cuestión, no es correcto remitirse a Gramsci para avalar la política llevada adelante por el gobierno de Cristina Fernández. Los textos mencionados en esta nota obligan a rechazar esta interpretación.
Buenos Aires, sábado 10 de diciembre de 2011
NOTAS:
(1) Gramsci fue encarcelado el 8 de noviembre de 1926 y permaneció en prisión hasta el 24 de agosto de 1935, en que el gobierno italiano le concedió el permiso para ir a curarse a una clínica en Roma en Roma. A pesar de su grave estado de salud, fue liberado recién el 21 de abril de 1937, pocos días antes de fallecer (27 de abril). Al momento de ser encarcelado, Gramsci era diputado y uno de los principales dirigentes del Partido Comunista Italiano.
(2) Este artículo reproduce textualmente el informe de Gramsci al Comité Central del Partido Comunista Italiano, presentado en julio de 1924. Gramsci presenta sus puntos de vista sobre la situación desatada a partir del asesinato del diputado socialista Giacomo Matteotti por los fascistas (10 de junio de 1934), que había derivado en la crisis política más profunda experimentada por Mussolini desde su llegada al poder en 1922. El artículo de Gramsci fue publicado en la revista quincenal L’ORDINE NUOVO, el 1 de septiembre de 1924. En la nota utilizo la traducción de Amalia Bastida incluida en: Gramsci, Antonio. (2002). La cuestión meridional. Buenos Aires: Quadrata. (pp. 43-53).
(3) Se trata del artículo “Obreros y campesinos (II)”, publicado en L’ORDINE NUOVO, 3 de enero de 1920. En la nota utilizo la traducción de Amalia Bastida incluida en: Gramsci, Antonio. (2002). La cuestión meridional. Buenos Aires: Quadrata. (pp. 25-27).
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