Ficha biográfica:
Juan Carlos Torre (n. 1940), sociólogo e historiador argentino, es autor de varios trabajos fundamentales sobre la historia del peronismo. Entre ellos se destaca La vieja guardia sindical y Perón: Sobre los orígenes del peronismo (1988), producto de una investigación iniciada en 1972 en el Instituto Torcuato Di Tella y terminada en 1982, tiempo signado por la derrota del proyecto político de Perón en 1973-1976, por la dictadura militar y por el exilio del autor en EE. UU., Francia, Brasil y Gran Bretaña. En enero de 1983 la investigación fue presentada como tesis de doctorado en la Ecole des Hautes Etudes de Paris, bajo la supervisión del sociólogo francés Alain Touraine (n. 1925). [1]
La investigación de Torre se ubica en el marco del ya añejo debate sobre el papel de la clase obrera en el surgimiento del peronismo. La discusión gira en torno al rol que jugaron los "nuevos trabajadores" en la conformación del movimiento peronista.
A mediados de la década de 1930, y como consecuencia de las medidas adoptadas por el gobierno de Agustín P. Justo (1876-1943) para hacer frente al derrumbe del modelo agroexportador (1880-1930), se inició un proceso de industrialización (centrado en las industrias livianas) que implicó un crecimiento numérico de la clase obrera. La inmigración proveniente de las regiones rurales suministró los efectivos necesarios para hacer frente a esta demanda creciente de trabajadores. En 1943 los trabajadores provenientes del interior constituían ya una porción muy significativa de la clase obrera argentina.
El ascenso del peronismo, cuyo hito fundacional es el 17 de octubre de 1945, fue objeto de diversas explicaciones. Es significativo que los primeros intentos en dar cuenta de las causas del peronismo, tanto los producidos por los partidarios del nuevo movimiento político, como los debidos a los enemigos del movimiento, acentuaron el papel desempeñado por la "nueva clase obrera". Así, "al asignar a los trabajadores recién llegados al medio urbano e industrial el lugar de privilegio en su constitución, el peronismo se erige como un movimiento nuevo y, a la vez, como un movimiento que hunde sus raíces en las tradiciones nacionales y populares presuntamente preservados en las provincias del interior." (p. 28). Según esta interpretación, el peronismo es la expresión de una tradición popular conservada en estado puro en el interior del país, zona que se hallaba menos corrompida por el cosmopolitismo de la ciudad de Buenos Aires. En la vereda de enfrente, los críticos y los enemigos del peronismo también acentuaron la intervención de los trabajadores de origen rural. Dado que consideraban al movimiento liderado por Juan Domingo Perón (1895-1974) como una variante de los fascismos europeos, de ningún modo estaban dispuestos a considerar que el movimiento obrero organizado hubiera apoyado el ascenso de los peronistas al poder. La "vieja clase obrera" (los obreros conscientes) no podía ser la base de sustentación de semejante aberración autoritaria. De ahí que los migrantes internos fueron el comodín empleado para acomodar la realidad a sus preconceptos ideológicos: "las impurezas que presentaba la realidad fueron atribuidas a la presencia inesperada de masas con problemas de adaptación al medio urbano, sin experiencia obrera y todavía identificados con los estilos paternalistas de sus lugares de origen." (p. 28-29).
Torre afirma que ambas concepciones "eran demasiado impresionistas para que salieran airosas de una investigación más fiel a los hechos históricos" (p. 29). El punto de partida para una nueva posición sobre la cuestión del papel de la clase trabajadora en la constitución del movimiento peronista fue la publicación de la obra clásica de los sociólogos argentinos Miguel Murmis (n. 1933) y Juan Carlos Portantiero (1934-2007), Estudios sobre los orígenes del peronismo (Buenos Aires, Siglo XXI, 1971). A partir de allí, el apoyo de los trabajadores al por entonces coronel Perón dejó de ser considerado como una "patología" y pasó a ser pensado como el resultado de una elección racional por parte de las organizaciones sindicales y de los trabajadores. Si el 17 de octubre marcó la incorporación de la clase trabajadora a la política argentina desde un lugar activo, cabe afirmar que la obra de Murmis y Portantiero significó el reconocimiento, en el plano teórico, de la "mayoría de edad" de los trabajadores, considerados hasta ese momento como una especie de niños que eran llevados de la nariz por algún líder carismático y/o demagógico.
La obra de Torre representa una notable profundización de la línea argumentativa inaugurada por Murmis y Portantiero. Por un lado, demuestra la imposibilidad de sostener un enfoque centrado en la idea de una "nueva clase obrera" a partir de los migrantes internos, dado que:
a) la noción misma de "nueva clase obrera" tiene que ser relativizada, puesto que "el trabajador industrial medio no habrá de corresponderse hacia 1943 con el estereotipo del trabajador rural recientemente desarraigado de un ambiente tradicional. Ello lleva a una recomposición de la dicotomía convencional que ha distinguido, por un lado, a los obreros recién llegados a la ciudad y la fábrica y por otro lado, a una vieja clase obrera formada por la inmigración de origen extranjero. Entre unos y otros hay un espacio - un espacio importante - para un tercer grupo, integrado por los descendientes de los inmigrantes extranjeros (la primera generación de obreros argentinos) y por los migrantes internos de más larga tradición en la ciudad. Este fue, por otra parte, el perfil dominante en la fuerza de trabajo ocupada en el sector más dinámico de la manufactura en los años treinta, la industria textil." (p. 63-64);
b) fueron las organizaciones sindicales constituidas antes de 1943 y la "vieja guardia sindical" (los dirigentes de dichas organizaciones), quienes jugaron un papel fundamental en el ascenso del movimiento peronista. Torre desarrolla este papel en los capítulos III y IV de la obra.
Por otro lado, y esto aparecía completamente ignorado en las primeras explicaciones del fenómeno peronista, Torre dedica buena parte de su libro a demostrar cómo la acción de la "vieja guardia sindical", expresada inicialmente como aceptación oportunista de los ofrecimientos formulados por el coronel Perón (p. 126), luego como decisión de acompañar y desarrollar la movilización de los trabajadores el 17 de octubre y, finalmente, a través de la conformación del Partido Laborista (capítulos V, VI y VII de la obra), representaba un original proyecto de autonomía política de la clase obrera argentina.
Torre indica que "a través de la vieja guardia sindical, de su tentativa y posterior frustración por participar con independencia en el régimen que surge en 1946, me interrogo sobre las vicisitudes de la autonomía política obrera dentro de un proceso de cambio lanzado desde el Estado y comandado por un fuerte liderazgo plebiscitario. Este orden de preguntas (...) forma parte de una preocupación relativa a las condiciones en las que es posible combinar un movimiento de reformas políticas y sociales con la preservación de un espacio pluralista y democrático." (p. 34).
La cuestión de las posibilidades y limitaciones mismas de la autonomía obrera en las condiciones del período 1943-1946 es el tema central del libro de Torre. Desde esta perspectiva, el peronismo deja de ser concebido como el resultado de la conciencia nacional encarnada en un coronel del ejército argentino, o el producto de la acción demagógica del citado coronel sobre los estratos más atrasados de las clases trabajadoras. Perón nunca dejó de ser visto como un ser omnipotente, y pasan a percibirse los límites de su acción política. La "vieja guardia sindical", sus estructuras, sus militantes, sus concepciones, retornan al centro de la escena, y Perón se ve obligado a negociar y a pactar con ellos, en un marco en el que ambos actores persiguen objetivos en muchos casos divergentes.
Entre las cuestiones que son tratadas en la obra merecen destacarse:
a) la relevancia de las luchas internas entre los miembros de la élite militar que pasó a gobernar el país a partir del golpe de junio de 1943. Así, el pasaje de una política inicialmente represiva frente al movimiento obrero (encarcelamiento de los dirigentes comunistas, intervención de la Unión Ferroviaria y de La Fraternidad, decreto 2669 reglamentando la actividad sindical) a una política de concesiones y de seducción de los dirigentes obreros, no se explica exclusivamente a partir de "la clarividencia y la astucia de la eminencia gris de la Revolución de Junio. De estas cualidades, Perón estaba por cierto generosamente dotado y venía sirviéndose de ellas para afirmar su liderazgo sobre sus camaradas. Sin embargo, su libertad de maniobra para hacer lo mismo sobre los dirigentes sindicales era menor de lo que sugieren quienes presentan su intento de apertura como un ejercicio de sagacidad política." (p. 86). Torre demuestra que la política de Perón sólo tuvo vía libre (y esto, por cierto, dentro de límites estrechos) a partir de agosto de 1943, cuando una huelga en los frigoríficos de Avellaneda y Berisso, dirigida por militantes comunistas, amenazó con desencadenar una jornada nacional de protesta con el objetivo de volcar el equilibrio político hacia los sectores militares partidarios de los aliados (p. 82). Fue la fragilidad interna del régimen militar (sacudido por las luchas entre aliadófilos y germanófilos) la que abrió la posibilidad para que Perón entrara en contacto con el movimiento obrero;
b) las gestiones realizadas por Perón para conseguir cooptar a la UCR, incorporándola así a su proyecto político personal (p. 105-107) Torre apunta que entre la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión (noviembre de 1943) y la puesta en marcha de las primeras reformas laborales (mayo de 1944), hubo un impasse que se explica por el hecho de que Perón relegó el frente sindical a la espera del logro de un acuerdo con los dirigentes radicales, en especial con el líder de la intransigencia, Amadeo Sabattini (1892-1960). La negativa de los radicales a dar el paso decisivo, y la creciente presión de EE.UU. sobre el gobierno militar, forzaron a Perón a inclinarse hacia los sindicatos, pues allí parecía residir la única fuerza popular capaz de catapultar su carrera política;
c) el papel de las organizaciones de la "vieja guardia sindical" en la preparación y organización de la jornada del 17 de octubre (p. 158). Sin negar el grado de espontaneidad de la movilización popular, Torre remarca del rol jugado por los militantes obreros, que fueron capaces de coordinar acciones de masas en todo el país. Además, Torre demuestra que la contribución de los allegados a Perón en la movilización obrera fue escasa o nula (así, por ejemplo, Eva Perón no jugó ningún rol en la jornada). A nuestro juicio, esto contribuye a destacar mucho más que las tesis de la "espontaneidad" el papel jugado por los trabajadores en esa jornada;
d) la experiencia del Partido Laborista. Torre dedica tres capítulos del libro a la experiencia laborista, y su percepción de los límites de la misma es particularmente aguda. Ahora bien, la existencia del intento laborista echa por tierra el mito de un movimiento obrero que se sometió fácilmente a la "demagogia" del coronel Perón.
En definitiva, el libro de Torre constituye un clásico de la historiografía argentina, y su lectura es imprescindible para aquellos que desde la militancia quieran comprender el significado y las limitaciones del movimiento peronista.
Buenos Aires, lunes 20 de junio de 2011
NOTAS:
[1] La 1° edición de la obra fue publicada en 1988. La edición que es comentada aquí es la realizada por las Ediciones Razón y Revolución para su Biblioteca Militante, Colección Historia Argentina. Los datos completos de esta edición: Torre, Juan Carlos. (2011). La vieja guardia sindical y Perón: Sobre los orígenes del peronismo. Buenos Aires: RyR. (Biblioteca Militante, Colección Historia Argentina; 1). Incluye un prólogo de Marina Kabat, titulado "Una vieja guardia siempre renovada..." (p. 9-23)
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