miércoles, 13 de diciembre de 2023

NO HAY PLATA NI IDEAS

 

Ruinas de la ciudad alemana de Dresde, 1945

Ariel Mayo (ISP Joaquín V. González / UNSAM)

Antes de comenzar esta nota conviene enunciar la regla que debe regir, en nuestra opinión, los análisis políticos y económicos, regla que fue esbozada por Maquiavelo en El príncipe: “De las acciones de los hombres, y más aún de las de los príncipes, que no pueden someterse a reclamación judicial, hay que juzgar por los resultados.”

El ministro de Economía, Luis Caputo, anunció ayer un “paquete de urgencia” (son sus palabras) para enfrentar la crisis. Como es lógico, no puede hablarse de resultados, dado que las medidas no empezaron a implementarse y que, muchas de ellas, fueron formuladas de manera muy imprecisa. Por lo tanto, nuestro análisis va a circunscribirse a la perspectiva general adoptada por Caputo, a las posibles consecuencias de las medidas concretas y a la orientación política que se vislumbra a partir del contenido global del paquete.

Se trató de un discurso grabado relativamente breve (17 minutos y 44 segundos), máxime si tenemos en cuenta la magnitud de la crisis. No hubo conferencia de prensa posterior.

Desde el punto de vista del contenido, el discurso se divide en dos partes, separadas por una transición donde plantea la existencia de una “oportunidad histórica”: a) el diagnóstico (los primeros 9 minutos); b) la enumeración de las medidas del paquete de urgencia (minuto 10 en adelante).

Del diagnóstico, que se encuadra en la línea de lo dicho por el presidente Milei en su discurso de asunción, podemos decir dos cosas.

En primer lugar, la notoria pobreza de las ideas expresadas (¿corolario intelectual de la consigna “No hay plata”). Caputo hace del déficit fiscal la causa de todos los problemas de la Argentina en los últimos cien años. Aceptemos, aunque sea a beneficio de inventario, que esto es así. Pero entonces, ¿qué genera el déficit fiscal? Según Caputo, la respuesta es “nuestra adicción al déficit fiscal”. ¿De dónde viene esta adicción? Silencio. No va más allá de eso. Somos “políticamente adictos al déficit” y punto.

Sobre esta explicación nebulosa se apoya el diagnóstico del ministro, quien afirma que los problemas de la deuda, del dólar y de la inflación son consecuencia del déficit generado por la mencionada adicción. Pero no nos dice una palabra acerca de dónde viene la adicción. Como sea, sabemos que un diagnóstico errado lleva a tomar medidas equivocadas. Por eso hay que extremar los medios para no caer en diagnósticos simplistas, como es el caso del realizado por el señor ministro.

En segundo lugar, el diagnóstico se mete con los últimos 100 años de historia argentina, y lo hace de manera ahistórica y bruta. ¿Por qué utilizamos calificativos tan duros? Desde 1923 hasta la fecha (tomemos lo de los 100 años en sentido literal) gobernaron radicales, conservadores, peronistas de variado pelaje, dictaduras militares, Macri. Cada uno de ellos afrontó problemas específicos y eligió diversas alternativas para resolverlos. Caputo reduce toda esta complejidad a dos términos: déficit fiscal y adicción al gasto. Se dan así algunas paradojas, como por ejemplo el caso de Menem, quien para Milei es “el mejor presidente del período iniciado en 1983”, o su aliado el Macri, quienes pasan a ser puestos en la misma bolsa con los demás “adictos al gasto”.

Sobre esta historia a-histórica se sustenta el diagnóstico de Caputo. Y vuelvo a repetir: un diagnóstico errado conduce a soluciones equivocadas.

Caputo resume el diagnóstico con una frase: “definitivamente estamos frente a la peor herencia de nuestra historia”. Para el señor ministro, esto es lo que genera “una oportunidad histórica”, dado que la ciudadanía votó a un político que sostuvo que el déficit fiscal es la causa de todos nuestros problemas. Ahora bien, Caputo omite algunas cuestiones: Milei hizo campaña prometiendo “ajustar a la casta”, “dolarizar”, “cerrar el Banco Central”. Nada de eso fue mencionado en el discurso de ayer. Es cierto que, dada la liviandad manifiesta del diagnóstico de Caputo, podemos permitirnos dudar de su capacidad para interpretar las preferencias del electorado.

Pero mejor pasemos a las medidas del “paquete de emergencia”. Al adoptar esta denominación, Caputo dice una verdad. No hay plan económico, en el sentido de un conjunto orgánico de medidas que permitan resolver la crisis y restablecer una senda de crecimiento. Las circunstancias que rodearon el camino de Milei a la presidencia hacen que la improvisación siga siendo la norma de sus funcionarios.

Dicho esto, Caputo enumeró una serie de medidas, algunas de carácter concreto y otras imprecisas (cuya aclaración se irá dando, suponemos, en los días subsiguientes).

La medida más concreta está referida, como cabía esperar al valor del dólar. Caputo anunció la fijación del tipo de cambio oficial en 800 pesos, esto es, una devaluación de más del 100% respecto a la cotización anterior. Pero esto no es todo. También dijo que se aumenta provisoriamente (aunque no precisó el monto) el impuesto país para las importaciones y las retenciones de las exportaciones no agropecuarias.

Sobre esta medida podemos hablar con cierta precisión: 1) favorece claramente al sector agroexportador, algo que señaló expresamente el ministro; 2) el Estado se beneficia con el aumento del impuesto país a las importaciones y retenciones a exportaciones no agropecuarias, algo que le permitirá, en principio, reducir la magnitud del ajuste fiscal (mediante impuestos, algo “curioso” desde el punto de vista del ideario de La Libertad Avanza); 3) la mayoría de la población verá reducidos sus ingresos por un nuevo salto de la inflación, dada la magnitud de la devaluación (que superó a los 650 pesos mencionados por el ministro del Interior Guillermo Francos hace algunos días); 4) los importadores se verán en serios problemas para importar insumos necesario para la producción, sobre todo la pequeña y mediana industria, algo que se traducirá en caída de la actividad económica (recesión) y aumento del desempleo. A todo esto hay que agregar otra cosa curiosa: parece que “las ideas de la libertad” incluyen aumentos de impuestos y mantenimiento de las retenciones. Como ocurre casi siempre, la realidad y las necesidades políticas matan ideología.

Otra medida significativa, aunque aquí también faltan precisiones, es el anuncio de la cancelación de las licitaciones de obra pública aprobadas (pero que todavía no han comenzado), y la decisión de no hacer nuevas licitaciones. Las consecuencias son previsibles: caída de la actividad económica y desempleo. Además, si la medida se mantiene en el tiempo habrá un deterioro todavía mayor de la infraestructura necesaria para la producción (por ejemplo, autopistas y caminos, puertos, etc., etc.), pues pensar que la inversión estatal en el área puede ser reemplazada por los capitales privados es algo bastante utópico.

Mención aparte merece el anuncio de la reducción de los subsidios a la energía y al transporte. Si bien no se anunciaron ni montos ni plazos, lo cierto es que esto implica una reducción de ingresos para buena parte de la población, ya sea por el aumento de las tarifas de los servicios (luz, gas, etc.), ya sea por el aumento del boleto de colectivos, trenes, etc.

Por último, algunas palabras sobre otras dos medidas. Por un lado, la no renovación de los contratos laborales del Estado que tengan menos de un año de vigencia se traducirá en aumento de la desocupación. Por el otro, la reducción al mínimo de las transferencias discrecionales del Estado nacional a las provincias debe leerse como aumento de la discrecionalidad (pues no se eliminan completamente). O sea, Milei combatirá la discrecionalidad con más discrecionalidad. Esto se traducirá en mayor rosca para lograr el apoyo de las provincias a los proyectos de ley presentados por el Ejecutivo.

El “paquete de urgencia” tiene una orientación general clara, más allá de su improvisación y falta de precisiones. El gobierno de Milei busca el apoyo, fundamentalmente, de la burguesía agroexportadora y, más en general, de la burguesía con capacidad de exportar y/de conseguir dólares. El Estado reduce su capacidad de intervenir en el proceso económico y se concede al capital privado la responsabilidad de reactivar la economía. La recesión y el ajuste fiscal (ayer faltaban precisiones sobre su magnitud, aunque se habla de una reducción de dos puntos y medio del PBI, pues otros tres puntos surgirían de los ingresos generados por el aumento del impuesto país – veremos-) son las herramientas elegidas para resolver los desequilibrios de la economía. Eso y algo de contención para los más pobres (duplicación de la AUH y un aumento del 50% de la Tarjeta Alimentar), probablemente para evitar algún estallido. Por el momento no hay mucho más. Se busca reducir el gasto, pero no hay ninguna indicación acerca de cómo se alcanzará el crecimiento ni como recuperarán poder adquisitivo el salario real, las jubilaciones y las pensiones. Demasiado poco, demasiado endeble, demasiado improvisado, para una crisis la que sufre nuestro país. Todo parece dirigirse a una tormenta inflacionaria y a una reducción extraordinaria de los ingresos de los trabajadores y demás sectores populares, mayor aún que la experimentada por Argentina en los últimos años.

En los próximos días habrá más precisiones. Pero podemos afirmar que la remera vendida en estos días tendría que tener como inscripción “No hay plata ni ideas”, pues ello daría cuenta de la situación en la que está en este momento la política económica de Milei.

 

Balvanera, miércoles 13 de diciembre de 2023