Las Notas sobre Maquiavelo (1) constituyen, ante todo, una impugnación radical de una forma de concebir la práctica política, propia del sector mayoritario de los partidos que formaban parte de la II Internacional. La tarea emprendida por Gramsci en las difíciles condiciones de la prisión, sólo fue posible gracias a la experiencia de la Revolución Rusa de 1917, que marcó un antes y un después en la política socialista. A nuestro juicio es un error reducir la obra de Gramsci a una respuesta (particularmente lúcida por cierto) al triunfo del fascismo en Italia. La producción de Gramsci en la cárcel, con todos sus inconvenientes y su carácter fragmentario e inacabado, se inserta en un marco más general, marcado por la necesidad de encontrar una nueva forma de política obrera en la condiciones de la Europa occidental.
Gramsci abre el juego retomando la tesis central de Maquiavelo (1469-1527) en El príncipe, esto es, la cuestión de la construcción de la voluntad colectiva. En Maquiavelo el problema político fundamental es la construcción de una voluntad que sirva al surgimiento de un Estado nacional italiano, que libre a este país de la opresión extranjera. Para Maquiavelo no se trata de lograr esto mediante un caudillo que lidere a una masa que obedece ciegamente; al "temor de los súbditos" hay que agregarle el "amor del pueblo a su príncipe". El interés puesto en el logro de este "amor" representa la base para la posterior formulación de la teoría de la hegemonía. (2)
La voluntad colectiva puede ser el producto del Estado (entendido en términos modernos como expresión del bloque dominante). Pero Gramsci aborda el problema desde el punto de vista de los trabajadores, que deben liderar la lucha de las clases enfrentadas a la dominación del capital. Su "príncipe moderno" es el partido de clase (el Partido Comunista italiano). Así, "el príncipe moderno (...) sólo puede ser un organismo, un elemento de sociedad compleja en el cual comience a concretarse una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción. Este organismo ya ha sido dado por el desarrollo histórico y es el partido político: la primera célula en la que se resumen los gérmenes de voluntad colectiva que tienden a devenir universales y totales." (p. 12). El elogio del jacobinismo no es otra cosa que una reivindicación del papel activo que tiene que jugar el partido en la construcción de la voluntad colectiva de los trabajadores, concebida como contrahegemonía frente a la dominación capitalista. "El Príncipe moderno debe tener una parte destinada al jacobinismo (en el sentido integral que esta noción ha tenido históricamente y debe tener conceptualmente), en cuanto ejemplificación de cómo se formó y operó en concreto una voluntad colectiva que al menos en algunos aspectos fue creación ex novo, original." (p. 13). (3)
Gramsci define a la voluntad "como conciencia activa de la necesidad histórica, como protagonista de un drama histórico efectivo y real" (p. 13). A partir de esto, se comprende mejor la tarea del príncipe moderno, que tiene que llevar a término la construcción de una voluntad colectiva nacional-popular (p. 13). En otras palabras, tiene que encargarse de dotar a la clase trabajadora de una conciencia clara de la necesidad de transformar el orden existente. Aquí hay que prestar atención a un tema importante. La construcción de una voluntad colectiva nacional-popular no es una tarea exclusivamente intelectual (o circunscrita al campo de "lo cultural", entendiendo este último en un sentido restringido); por el contrario, es una tarea eminentemente política (práctica), de la que participan, también, los intelectuales. Haciendo referencia al caso italiano, remarca que la existencia de "grupos sociales urbanos (...) que hayan alcanzado un determinado nivel de cultura histórico-política" (p. 14), es una de las condiciones requeridas para el desarrollo de dicha voluntad colectiva. Pero, "es imposible cualquier formación de voluntad colectiva nacional-popular si las grandes masas de campesinos cultivadores no irrumpen simultáneamente en la vida política." (p. 14). La construcción de contrahegemonía es, por tanto, una tarea política; de ahí el elogio del jacobinismo, al que Gramsci entiende básicamente como acción política para crear las condiciones objetivas y subjetivas de una voluntad colectiva).
El partido (el príncipe moderno) construye la contrahegemonía (la voluntad colectiva nacional-popular). Esto implica, en palabras de Gramsci, un momento cultural: "una parte importante del Príncipe moderno deberá estar dedicada a la cuestión de una reforma intelectual y moral, es decir, a la cuestión religiosa o de una concepción del mundo. (...) debe ser (...) el abanderado y el organizador de una reforma intelectual y moral, lo cual significa crear el terreno para un desarrollo ulterior de la voluntad colectiva nacional-popular hacia el cumplimiento de una forma superior y total de civilización moderna."(p. 15). Pero Gramsci considera que este momento cultural está incompleto y vacío si el partido no brega por la transformación de la economía (de las relaciones de producción). Incluso va más lejos y afirma que sólo la transformación en el plano económico indica la concreción del cambio cultural. En ningún momento se le pasa por la cabeza que la tarea cultural pueda estar divorciada de la lucha "económica" contra el capital. Defender esta separación equivale a retirarse del campo teórico del marxismo y pasarse a las filas de los defensores del statu quo. En palabras de Gramsci, "¿Puede haber una reforma cultural, es decir, una elevación civil de los estratos más bajos de la sociedad, sin una precedente reforma económica y un cambio en la posición social y en el mundo económico? Una reforma intelectual y moral no puede dejar de estar ligada a un programa de reforma económica, o mejor, el programa de reforma económica es precisamente la manera concreta de presentarse de toda reforma intelectual y moral." (p. 15).
Para comprender mejor el pasaje citado al final del párrafo anterior, hay que tener en cuenta que Gramsci escribe bajo las condiciones de la censura carcelaria, y se ve impedido, por tanto, de llamar a las cosas por su nombre. Es por eso que tiene que usar la expresión "príncipe moderno" y no "partido comunista". En el caso del párrafo al que hacemos mención aquí, al aludir a la "reforma económica" se está refiriendo a la transformación de las relaciones de producción capitalista, no a una mera redistribución de ingresos. Nótese que la expresión "reforma económica" está seguida inmediatamente por la frase "cambio en la posición social y en el mundo económico". Gramsci era un revolucionario. Comprendía que la pelea fundamental se da en torno a las relaciones de producción, y que el momento cultural es inútil si no está ligado a la erosión de la dictadura del capital en el lugar de trabajo. Como revolucionario, sabía en carne propia que la función primordial del Estado burgués consiste en dividir a las clases explotadas. Separar "lo cultural" y "lo político-económico" significa hacerle el juego al Estado burgués.
Mataderos, domingo 16 de octubre de 2011
NOTAS:
(1) Todas las citas de Gramsci están tomadas de: Gramsci, Antonio. (2003). Notas sobre Maquiavelo, sobre la política y sobre el Estado moderno. Buenos Aires: Nueva Visión. La traducción del italiano fue realizada por José Aricó.
(2) La lectura de El Príncipe debe comenzar por el último capítulo del libro (el 26, titulado "Exhortación para liberar a Italia de los bárbaros), en el que Maquiavelo aboga por la aparición de un príncipe nuevo que logre unificar a Italia y la libere del yugo extranjero. Consultar Maquiavelo. (1955). El Príncipe. Madrid: Universidad de Puerto Rico y Revista de Occidente. (pp. 455-460).
(3) Refiriéndose al papel jugado por el jacobinismo, Gramsci escribe "la fuerza [una organización jacobina "eficiente"] que en las otras naciones ha suscitado y organizado la voluntad colectiva nacional popular fundando los Estados modernos" (p. 14).