Irving Zeitlin
es autor de un libro clásico sobre la historia de la sociología, Ideology and the Development of Sociological Theory (Englewood Cliffs: Prentice-Hall,
1968). Esta obra se caracteriza, entre otras cosas, por dedicarle un espacio
considerable a los precursores de la sociología, es decir, a los autores que
comenzaron a diferenciarse de la filosofía política y a elaborar un cuerpo
teórico cuyo núcleo era el análisis del capitalismo, esa nueva forma de
organización social que estaba reemplazando al feudalismo.
Entre los
precursores se encuentra Charles Louis de Secondat, señor de la Brede y barón
de Montesquieu (1689-1755). Durante
toda su vida manifestó una insaciable curiosidad por conocer el funcionamiento
de su sociedad y compararlo con el de otros países; en este sentido, fue uno de
los pioneros de los estudios comparativos en ciencias sociales; su pertenencia
a la aristocracia le permitió disponer del tiempo necesaria para estudiar la
filosofía política y la historia, y para realizar viajes por el continente
europeo; en 1728-1729 visitó Alemania, Austria, Italia y Holanda;
posteriormente viajó a Gran Bretaña, donde permaneció dos años. Sus obras
principales fueron: Cartas persas
(1721); Consideraciones sobre la grandeza
y la decadencia de los romanos (1734); El
espíritu de las leyes (1748).
Zeitlin dedica el capítulo
2 de la obra a presentar los lineamientos fundamentales de la teoría social de
Montesquieu. Esta ficha es un resumen de dicho capítulo.
Nota bibliográfica:
Para la redacción
de esta ficha utilicé la traducción española de Néstor A. Míguez: Ideología y teoría sociológica. Buenos
Aires: Amorrortu. (pp. 21-33).
Zeitlin afirma que Montesquieu fue “el primer
pensador de los tiempos modernos que intentó construir una filosofía de la
sociedad y de la historia” (p. 21). Esta afirmación, demasiado rotunda,
requiere ser matizada. El mismo autor menciona una excepción: el caso de Giambattista
Vico (1668-1744), quien identificó a
las regularidades (sucesos que se repiten y que obedecen a las mismas causas)
como la base de la ciencia social. [1] Podemos mencionar otra, la obra de Maquiavelo (1469-1527), que puede ser
considerada en muchos sentidos la primera teoría social moderna. Aquí no
disponemos de espacio para desarrollar la cuestión de los precursores de los
precursores; en todo caso, será elaborada en fichas posteriores.
Más allá del debate sobre los posibles antecesores
de Montesquieu en el desarrollo de la teoría social moderna, lo cierto es que
éste:
“se
emancipó totalmente de la herencia medieval. Su preocupación por las
regularidades estaba más cercana a la concepción moderna; buscaba las leyes del
desarrollo social e histórico, y éste era su propósito principal en el estudio
de los hechos sociales. No estudiaba los hechos por sí mismos, sino para
descubrir las leyes que se manifiestan a través de ellos.” (p. 22).
Sus preocupaciones también lo ubican en el terreno
de la ciencia social y no de la filosofía política, pues Montesquieu procuraba
distinguir las distintas formas de gobierno utilizando como criterio de
demarcación a las formas de organización social correspondientes a cada una de
aquéllas. En palabras de Zeitlin:
“Existen
distintas formas de gobierno que reciben los nombres de república,
aristocracia, monarquía y despotismo, y que no constituyen agregados de
propiedades adquiridas de forma accidental, sino que son más bien la expresión
de ciertas estructuras sociales subyacentes. Tales estructuras permanecen
ocultas mientras sólo observamos los fenómenos políticos y sociales, es decir,
los hechos. Estos son en primera instancia tan complejos y variados que parecen
desafiar toda comprensión.” (p. 22).
El problema central de la teoría social consiste,
por tanto, en encontrar las regularidades que permiten relacionar la multitud
de hechos que se suceden todo el tiempo en cada sociedad. Para eso es preciso partir
del supuesto de que todas las instituciones de una sociedad son
interdependientes entre sí; ninguna de ellas existe por casualidad o para
satisfacer un “deber ser” al que aspiran los individuos. Todo lo contrario.
“La
educación y la justicia, las formas de matrimonio y la familia, y las
instituciones políticas, no solo ejercen una influencia recíproca, sino que
dependen también de la forma básica del Estado; el carácter de éste, a su vez,
descansa en esos aspectos de la sociedad. (…) Si el examen de una sociedad
revela determinada interdependencia entre sus elementos, y si una serie de
sociedades tienen tantas cosas en común que se las puede clasificar en el mismo
tipo, entonces los procesos de funcionamiento de estas sociedades también
pueden manifestar ciertas tendencias características similares. Ni estos procesos ni el destino de los
pueblos están determinados por accidentes.” (p. 23; el resaltado es mío –
AM-.).
Montesquieu sienta así las bases de las ciencias
sociales modernas, que se apoyan en el reconocimiento de la existencia de
regularidades en todas las sociedades. Ahora bien, esas regularidades no son
las mismas en cada sociedad ni en cada época histórica.
“Después
de realizar un estudio empírico bastante cuidadoso de las sociedades pasadas y
contemporáneas para determinar la causa de la variedad de las instituciones,
llegó a la conclusión de que no había ningún gobierno que fuera universalmente
apropiado. Las instituciones políticas deben adecuarse a las peculiaridades de
la sociedad en la que deben funcionar. (…) no
se puede legislar para todas las personas y todos los lugares partiendo de la
suposición de que existen leyes universalmente aplicables. No vacilaba en
señalar tanto virtudes como defectos en todas las formas de gobierno.” (p. 23;
el resaltado es mío – AM-).
Como no existe una única forma de sociedad,
Montesquieu elaboró procedimientos metodológicos para distinguir entre
organizaciones sociales diferentes. En este sentido, fue el primer gran
“metodólogo” de las ciencias sociales.
Toda ciencia tiene que describir la realidad, pero
resulta complejo llevar a cabo esta tarea si esa realidad está compuesta por
elementos que difieren completamente entre sí. De ahí la necesidad de
identificar rasgos comunes y, de ese modo, establecer clasificaciones y
tipologías. Para resolver el problema de la descripción de una realidad
compleja, Montesquieu desarrolló los tipos
ideales y los aplicó al estudio de las formas de gobierno.
“Su obra
principal, El espíritu de las leyes,
y en medida algo menor todos sus otros escritos, son análisis basados en tipos
políticos y sociológicos. Se trataba de una herramienta intelectual
indispensable, capaz de dar sentido a lo que de otro modo parecería una maraña
incomprensible.” (p. 22).
Los tipos ideales se construyen a partir de la
identificación de los rasgos comunes a diversas sociedades. En base a ellos se
construye un tipo ideal de sociedad (en el caso de Montesquieu, de forma de
gobierno), que permite clasificar a cada una de las sociedades realmente
existentes. La condición de posibilidad de la formulación de los tipos ideales
es la existencia de regularidades en las sociedades. Si todo fuera azar sería
imposible construir una ciencia de la sociedad.
Zeitlin caracteriza así el uso de los tipos
ideales por Montesquieu:
“Sus
tipos no tenían pretensión alguna de trascender el tiempo y el lugar. Reconocía
que las costumbres, las leyes y otras instituciones de las sociedades varían
junto con las demás condiciones de su existencia. Discernía ciertos tipos
generales, por ejemplo, la monarquía, pero también veía que las monarquías
específicas varían según el tiempo y el lugar. Por ello, las reglas nunca
pueden ser válidas para todas las sociedades y para todos los pueblos.” (p.
28).
Zeitlin señala Montesquieu no fue el primero en utilizar
los tipos ideales. Aristóteles (384-322
a.C.), por ejemplo, también los empleó; pero, el filósofo griego “lo
circunscribió [su uso] a las formas políticas.” (p. 27). Zeitlin cae aquí en
error conceptual, pues las formas de gobierno en Aristóteles no son sólo formas
de organización política, sino tipos de organización social. No cabe hablar de
reduccionismo político. [2]
Ahora bien, “la ciencia exige algo más que
descripción y clasificación; también supone interpretación y explicación.” (p.
27). Montesquieu sostiene que esto es posible en la medida en que puedan
formularse leyes; sin ellas tampoco
es viable una ciencia de la sociedad.
Las leyes implican el reconocimiento de la
existencia de relaciones causales
entre los hechos.
“Los
sucesos percibidos no son arbitrarios ni fortuitos; ni la interpretación es la
imposición de un orden totalmente subjetivo – un orden que solo existe en la
mente – a una realidad en esencia caótica y errática, es decir, desordenada.
También fue este uno de los supuestos que guió a Montesquieu en su análisis
social.” (p. 27).
Montesquieu sostuvo que las leyes no sólo se
aplicaban a la naturaleza, sino también a la sociedad. De este modo, el terreno
de lo social dejaba de ser patrimonio del azar, de la acción de las grandes
personalidades, de la voluntad de Dios. La sociedad se convertía en un objeto
de estudio, a semejanza de los astros que eran estudiados por la astronomía o
de los cuerpos cuyos desplazamientos eran examinados por la física.
Respecto a la utilización del concepto de ley por
Montesquieu es preciso desarmar un equívoco que, a esta altura del partido,
forma parte del sentido común de toda presentación somera de la obra del
filósofo político francés. Según este sentido común, las leyes hacen referencia
a la influencia determinante de la geografía y el clima sobre las sociedades. Zeitlin
refuta esta concepción:
“El
volumen de la sociedad es para Montesquieu la causa principal de estos cambios
[en la sociedad y la política]. (…) Las interpretaciones tradicionales de la
teoría de Montesquieu han pasado por alto su reconocimiento de las variables
sociales y han llamado la atención, en cambio, hacia otras variables: la
geografía, la topografía, la fertilidad del suelo, el clima, la proximidad (o
la lejanía) respecto al mar, etc. Montesquieu atribuía a todos estos factores
una influencia restrictiva sobre la estructura de una sociedad; son las
constantes retardantes cuya ausencia o presencia orientan a una sociedad en una
dirección particular. Pero en su pensamiento estos factores eran menos
importantes que las variables sociales.” (p. 31).
El filósofo político francés distinguió entre ley y costumbre.
“Las
costumbres surgen espontáneamente de la existencia social; las leyes, en
cambio, son establecidas por un legislador de manera formal y explícita.” (p.
31).
En la concepción de Montesquieu, cada sociedad “parece
requerir ciertas leyes definidas que se adapten en grado máximo a la misma.
Pero estas permanecen ocultas e implícitas (…), si algún legislador no las
discierne y las formula explícitamente.” (p. 31-32).
Ahora bien, la tarea del legislador introduce la
contingencia en la cuestión de las leyes de la sociedad, pues la legislación
puede diferir de la naturaleza de la sociedad. “Una sociedad sería lo que
prescribe su naturaleza, si no fuera por la ignorancia y los errores de quienes
interpretan estas prescripciones.” (p. 32). [3]
Montesquieu formuló una clasificación de las
sociedades. En ella distinguía las siguientes formas: república (que puede ser aristocracia o una democracia), monarquía, despotismo y una cuarta forma constituida por las sociedades que
viven de la caza y la cría de ganado. [4] Con esos tipos ideales se refiere a
sociedades totales, no sólo a sistemas políticos. No se basan en la aplicación
de principios a priori, sino que se fundan
en la observación. [5] Se interesó tanto en las diferencias entre las
sociedades como en sus semejanzas. Zeitlin indica que:
“El
razonamiento subyacente en esta clasificación es válido todavía hoy. Comprendió
que el aumento de complejidad de las estructuras económicas y sociales, el
acrecentamiento de las diferencias de riqueza, la aparición de estratos, etc.,
provocaban cambios en la estructura política.” (p. 29).
Fue el primero en indicar la importancia de la solidaridad social como mecanismo que desarrollaba
la cohesión entre los miembros de una sociedad.
“Se
percató del hecho de que una república como la Atenas o la Roma antiguas, donde
la propiedad privada se hallaba poco desarrollada, lógicamente presentaría el
mayor grado de solidaridad social; y que una sociedad moderna, caracterizada
por una compleja división del trabajo y por la existencia de clases y de grupos
especiales de intereses, debía presentar un grado menor de ella. En este último
caso, cada individuo establece una tajante distinción entre su persona y su
grupo especial de intereses por una parte, y la sociedad por la otra. La
solidaridad social, en la medida en que puede existir en la sociedad moderna,
brota de una fuente distinta. Ya no depende de la igualdad y la semejanza, sino
precisamente de la división del trabajo, que crea la interdependencia de
individuos y de grupos.” (p. 29-30).
El concepto de solidaridad social fue retomado por
Saint-Simon (1760-1825), de quien lo recogió, a su vez, Durkheim (1858-1917),
convirtiéndolo en una noción central de su clasificación de las sociedades.
Zeitlin sintetiza el aporte de Montesquieu a la
teoría social moderna:
“Sin
duda, es siempre erróneo rastrear el nacimiento de ciertas ideas hasta un
pensador determinado. Sin embargo, puede considerarse a Montesquieu como un
precursor importante del pensamiento sociológico, pues usó los conceptos de
tipi ideal y de ley con mayor coherencia que cualquiera de sus predecesores o
contemporáneos, comprendió la necesidad de los estudios comparativos y sostuvo
la suposición de que los elementos de una sociedad son funcionalmente
interdependientes.” (p. 33).
Por último, esta ficha es, a la vez, la
continuidad de una serie dedicada a presentar el aporte de Zeitlin a la
historia del pensamiento sociológico, y la primera de una serie de trabajos
sobre la contribución de Montesquieu a la teoría social, basada en la lectura
de El espíritu de las leyes.
Villa del Parque, sábado 29 de febrero de 2020
NOTAS:
[1] Sin embargo, Zeitlin sostiene que “en los
escritos de Vico, las ideas fundamentales del Iluminismo, las referentes al
progreso humano y a la perfectibilidad del ser humano en el ámbito secular, no
aparecen por ninguna parte. Siguió siendo esencialmente medieval y teológico en
su visión del mundo y consideró que el mejoramiento y la salvación dependen de
la gracia de Dios.” (p. 21).
[2] Ver Aristóteles, Política, Libro IV. Por ejemplo, los tipos de régimen democrático
son producto de una determinada relación de fuerzas entre las clases sociales
de la polis. Estos tipos varían si se
modifica la relación entre esas fuerzas sociales.
[3] “La concepción que Montesquieu tenía de la ley
como expresión de la relación necesaria entre las cosas encierra elementos
ambiguos. Parece creer que estudiando una sociedad es posible descubrir sus
leyes (lo que su naturaleza exige) y, por tanto, crear las formas legales y
otras instituciones que mejor se adapten a esa naturaleza. La creación de tales
instituciones supone una interpretación de cuál es la verdadera naturaleza de
una sociedad y, por lo tanto, está sujeta a error. Si faltara este elemento
contingente – la ignorancia y/o el error – el ser humano concebiría leyes en
total acuerdo con la naturaleza de la sociedad, y en apariencia esto sería
beneficioso. La vida social del ser humano estaría totalmente determinada, y
los elementos de la sociedad presentarían una articulación e integración
perfectas. Los elementos contingentes que Montesquieu introduce parecen
implicar que el ser humano nunca puede alcanzar una articulación tan perfecta.”
(p. 32).
[4] Esta cuarta forma está conformada por
sociedades que se caracterizan por tener “una población pequeña y poseer la
tierra en común. Las costumbres, y no las leyes, regulan la conducta. Los
ancianos gozan de la autoridad suprema, pero tales sociedades son tan celosas
de su libertad, que no toleran ningún poder permanente. Montesquieu las divide,
además, en dos subtipos: salvajes y bárbaros. Los salvajes son, por lo general,
cazadores que viven en sociedades pequeñas y relativamente nómadas, mientras
que los bárbaros crían ganado, viven en sociedades mayores y son relativamente
sedentarias.” (p. 30).
[5] Como se indicó más arriba, Montesquieu fue un
gran viajero, interesado en las costumbres y la legislación de los países que visitaba.
Además de su propia experiencia, se basó en su conocimiento de la historia y en
relatos de viajeros. Todo ello sirvió de material empírico comparativo para
elaborar su clasificación de las sociedades.