1]
Introducción:
En otra ocasión tuve la
oportunidad de referirme a la compilación de textos de Marx, Engels y Lenin, Acerca del anarquismo y el anarcosindicalismo
(Moscú, Editorial Progreso, 1976). Se trata, por cierto, de un trabajo sesgado,
para nada favorable a los anarquistas. En el epílogo de la obra (pp. 332-351),
redactado por un tal Kolpinski, pueden leerse “perlas” como estas: “el
anarquismo corriente socio-político de naturaleza clasista pequeñoburguesa” (p.
332); “el individualismo y el subjetivismo extremos de los anarquistas” (p.
332); “manifestación del revolucionarismo pequeñoburgués” (p. 333); “esta
doctrina, ajena al proletariado por su contenido de clase, sustituye el
pensamiento revolucionario con la fraseología dogmática” (p. 333). La selección
de trabajos reunidos en la obra refleja ese sesgo: no se encuentra en ella
ninguno de los pasajes en los que Marx, por ejemplo, reconoce que los
trabajadores no pueden recurrir a una herramienta de opresión (el Estado) para
lograr su emancipación. Por ello es conveniente acompañar su lectura con la de
obras que tienen una actitud mucho más “amable” hacia el anarquismo, como es el
caso del libro clásico de Maximilien Rubel y Louis Janover, Marx anarquista (Buenos Aires,
Madreselva, 2010).
La lucha entre socialistas
marxistas y socialistas anarquistas es innegable. Así, por ejemplo, una de las
primeras exposiciones de la concepción marxista de la sociedad se encuentra en Miseria de la Filosofía (1847), cuyo
objetivo primordial es la crítica de Proudhon. Los ejemplos pueden
multiplicarse, y la compilación que tengo a mi vista recoge prolijamente todo
tipo de chicanas de Marx y Engels contra los anarquistas. Del lado opuesto, la
cosa no va mejor: podríamos recopilar un libro completo con los adjetivos
calificativos que Bakunin dedica a Marx.
Sin embargo, casi siglo y
medio después de esas discusiones es posible y conveniente adoptar un punto de
vista menos centrado en las diferencias y más enfocado en los aportes de ambos
socialismos a la causa común de la liberación de la clase trabajadora. El
carácter estatista de los socialismos del siglo XX requiere retomar todas las
contribuciones a la crítica del Estado formuladas en el seno del vasto
movimiento socialista (vasto en el sentido de que de ninguna manera puede
resumirse a su visión marxista). Si se acepta esta afirmación, es claro que
resulta imprescindible examinar de un modo crítico las obras de los anarquistas
de los siglos XIX y XX.
El presente trabajo es la
ficha de lectura de la carta de Marx a Paul Lafargue, fechada en Londres el 19
de abril de 1870, casi un año antes de la Comuna de París. Marx examina críticamente
el “programa” de Bakunin en la 1° Internacional. La carta es reproducida de
modo incompleto en la compilación mencionada (pp. 25-26).
Para comenzar, cabe decir
que Marx distingue tres puntos en el “programa” de Bakunin:
1] la abolición del derecho de
herencia;
2] la igualdad de las
diferentes clases sociales;
3] la renuncia de la clase
obrera a la acción política.
A continuación, paso a
exponer el desarrollo de cada punto, no sin antes aclarar que, por razones de espacio,
no expondré aquí cuál era la posición de Bakunin a partir de las palabras de
éste; me limitaré a comentar las afirmaciones de Marx. Tal como indiqué más
arriba, me interesa más destacar el contenido positivo de la crítica de Marx y
no la vieja polémica entre marxistas y bakuninistas.
Unas palabras más. La
posición de Marx y Bakunin sobre el Estado tiene una importancia que excede
largamente lo expresado aquí, pues arroja un punto de vista fructífero para la
ciencia política y las ciencias sociales en general, dado que se centra en el carácter
de clase del Estado, algo lamentablemente olvidado en estos días. Ahora bien,
nadie se atrevería a negar la importancia que tienen las instituciones
estatales en las sociedades capitalistas modernas. De ahí que la lectura de los
“viejos” Marx y Bakunin puede resultar sugerente aún para quienes no estén
interesados en los problemas del movimiento obrero y del socialismo.
2]
La abolición del derecho de herencia:
Marx rastrea los orígenes de
la consigna. El derecho de herencia era una vieja preocupación del
saint-simonismo; estos socialistas pensaban que la abolición de la herencia era
una pieza fundamental en la constitución de un nuevo orden social.
Marx adopta una perspectiva
diferente a la de los sansimonianos: si hubiera revolución socialista, esta
aboliría por decreto la propiedad agraria y el capital [la propiedad privada de
los medios de producción]. En este contexto, abolir el derecho de herencia
sería innecesario. Sin revolución, en una situación de vigencia “pacífica” de
las relaciones sociales capitalistas, la abolición de la herencia es una
consigna que equivale a pegarse un tiro en los pies: “una amenaza estúpida que
agruparía a todo el campesinado y a toda la pequeña burguesía alrededor de la
reacción.” (p. 25).
Desde junio de 1848 (y mucho
más desde la derrota de la Comuna de París), Marx tenía una gran preocupación
por evitar “el solo trágico del proletariado”, esa situación en la que la clase
quedaba aislada de los otros sectores populares (campesinos, pequeña burguesía)
y era aplastada fácilmente por la burguesía. Dicho de otro modo, la revolución
socialista exige que la clase trabajadora pueda comandar a las otras clases de
la sociedad (exceptuando, por supuesto, a la burguesía). Ello implica construir
hegemonía en la práctica cotidiana.
La abolición de la propiedad
agraria y el capital, corresponden al programa mínimo. La abolición del derecho
de herencia, en cambio, no puede formar parte del programa mínimo, pues éste
incluye las medidas que tienen por objetivo mejorar la posición económica de la
clase obrera y construir la dirección política de la clase obrera sobre las
otras clases de la sociedad.
La base teórica de la
crítica marxiana a la abolición del derecho de herencia es explicitada en el
siguiente párrafo:
“¡Toda
esta teoría se basa en el anticuado idealismo, que considera la jurisprudencia
actual como la base de nuestro sistema económico, en lugar de ver en nuestro
sistema económico la base y la fuente de nuestra jurisprudencia!” (p. 25).
La cuestión del derecho de
herencia forma parte de la crítica marxiana del Derecho, parte integrante, a su
vez, de la crítica a la concepción idealista de la sociedad. En el terreno
político, sirve para comprender los límites del electoralismo y del
parlamentarismo. Los problemas sociales (y, por supuesto, el capitalismo en
general) no se resuelven en el Parlamento.
3]
La igualdad de las clases sociales:
El problema se refiere a la
situación de una revolución socialista, que ha derrocado a la burguesía. Marx
indica el carácter absurdo de la afirmación: si las clases continúan
existiendo, no pueden ser iguales entre sí. Las clases sociales presuponen la desigualdad
entre ellas.
Hay que agregar que si hay
Estado, hay clases y, por lo tanto, desigualdad social y opresión de una clase
por otra.
4]
La acción política de la clase obrera:
Marx discute la idea de
Bakunin de que la clase obrera tiene que dedicarse a organizar sindicatos, y
dejar de lado la política. Es cierto que el objetivo final [programa máximo]
del movimiento socialista “es transformar en asociaciones los Estados
existentes” (p. 26).
El problema concreto es otro,
pues no estamos en una sociedad socialista. Se trata de qué hacer en el marco del
capitalismo. ¿Corresponde abandonar la actividad política? ¿Vamos a dejar “a
los gobiernos, a estas gigantescas tradeuniones [sindicatos] de las clases
gobernantes, que hagan lo que les venga en gana, ya que si tratamos con ellos
eso significará que los reconocemos”? Si el movimiento obrero procede así,
queda el camino abierto para el monopolio de la política por la burguesía.
Negarse a realizar acción
política es proceder como los “viejos socialistas”, quienes pensaban que no
había que luchar por mejoras salariales, por cuanto el objetivo del socialismo
era luchar por la abolición del trabajo asalariado. Desde la perspectiva de
estos socialistas, luchar por los salarios equivalía a aceptar el sistema del
trabajo asalariado.
Marx propone una posición
diferente: “todo movimiento de clase como
tal es y ha sido siempre necesariamente un movimiento político” (p. 26). ¿Qué significa esta afirmación?
Tomemos el caso de una
huelga en protesta contra el cierre de una fábrica por la patronal. De un lado,
están los trabajadores; del otro, la empresa, la policía y demás fuerzas
represivas reprimiendo a los trabajadores. ¿Cómo pueden equilibrar la balanza
los trabajadores? Apelando a la solidaridad de otros trabajadores, buscando
aliarse con otros sindicatos y otros sectores de la población, etc., etc.
La patronal dispone de la
legislación, que es una legislación de clase; del Estado, que es instrumento de
represión; de la hegemonía de la burguesía sobre la clase trabajadora. Frente a
este poder abrumador (y el poder de la burguesía es siempre abrumador, salvo en
períodos revolucionarios) la lucha “exclusivamente” sindical terminaría por
aislar al movimiento, aunque éste tenga objetivos “estrictamente” económicos.
Por todo esto la lucha de clases es necesariamente un movimiento político.
Villa del Parque,
viernes 30 de marzo de 2018